Caminos de vida

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Todo lo relacionado con la película La delgada línea amarilla comenzó con un viaje por carretera entre las ciudades de Guadalajara y San Luis Potosí. La geografía de aquella parte de México, recuerda Celso García, es semidesértica y las carreteras son interminables, rectas y angostas.

Mientras el director transitaba por esos caminos, se topó “con una cuadrilla de hombres pintando la línea amarilla de la carretera, empujando un pequeño carrito como podadora. Bajé la velocidad del auto y en ese momento una copiosa lluvia se desató. Los hombres corrieron a cubrirse con unos plásticos amarillos y eso fue todo: La imagen me flechó”.

De inmediato supo que allí había una historia por contar y compartir: “¿Quiénes eran estos hombres? ¿Cuáles eran sus historias? ¿De qué hablan?” A partir de ese día comenzó a escribir el guión de esta producción, que hoy cierra el quinto Festival Internacional de Cine de Panamá, a las 8:00 p.m., en el Teatro Balboa.

Este drama, que obtuvo premios en los festivales de cine de Gijón, Montreal y Mannheim-Heidelberg, es el debut de Celso García en un largometraje.

Este drama ofrece temas universales al público. “Habla de la hermandad, la fraternidad, las amistades que se forjan en nuestros entornos de trabajo y en nuestros caminos de vida. Esta película es un pequeño homenaje a la clase trabajadora de todo el mundo. Las problemáticas que viven mis personajes no serán ajenas a mis hermanos panameños”.

Redactó su argumento pensando en Damián Alcázar, Joaquín Cosío, Gustavo Sánchez Parra y Silverio Palacios, que son “de los mejores actores que tenemos en México y poder contar con su talento en mi ópera prima es un honor. Una vez que tenía listo el guion se los hice llegar mediante sus agentes y para mi sorpresa todos dijeron que sí”.

También, una parte importante del reparto es Américo Hollander, “un joven actor que tiene dos películas en su carrera, pero que está demostrando tener todo el talento y solidez para convertirse en uno de los mejores de México”.

A sus seres de ficción les fue construyendo su pasado, su presente y su futuro, “incluyendo detalles y anécdotas aparentemente innecesarias, pero que me ayudaban a construir un mapa de cada uno de ellos. Sabía cómo debían reaccionar o sentir ante determinada situación. Estas biografías las compartí con los actores, quienes impregnaron de vida a sus personajes. Ellos aportaron muchísimo al proceso de creación. Es ahí cuando agradeces tener a grandes actores como aliados en tu proyecto”.

CARRETERA CON BACHES Y CURVAS

Aunque La delgada línea amarilla se ubica dentro de una road movie (película de carretera), su director, Celso García, prefiere otorgarle una variante distinta.

“Yo la llamo también una walking movie, ya que los personajes se desplazan caminando todo el tiempo”, opina entre risas sobre una historia en torno a cinco hombres que deben pintar 200 kilómetros de carretera de asfalto, distancia que conecta a dos pueblos de México, en un periodo de 15 días, tiempo suficiente para descubrirse a sí mismos y a sus compañeros de labores.

-¿Qué tal fue trabajar en exteriores?

Fue muy duro. Extenuante. La historia sucede en un 95% en exteriores: carreteras semidesérticas, deshuesaderos, caminos polvorientos. Fue un reto fuerte para los actores y para todo el crew. Afortunadamente siempre hubo excelente ánimo y ambiente de trabajo.

-¿Cómo fue enfrentarse a las inclemencias del tiempo?

Durante el día teníamos temperaturas de 40 grados centígrados y cuando filmábamos por las noches llegamos a estar a 0 grados. Ese clima extremo jugó a nuestro favor, porque mis personajes necesitaban sufrir las inclemencias del tiempo. Todas las reacciones, sudor y fatiga que verán en la pantalla grande son reales.



-¿Cuánto se quedó y cuánto cambió la historia entre que la comenzó y logró llevarla a escena?

Prácticamente es el mismo guion desde que lo terminé de escribir en 2010, hasta que se filmó en 2014. El guion pasó por el Laboratorio de Cine y Creación de Bertha Navarro y el Instituto Sundance, y por el taller del Instituto Mexicano de Cinematografía, los cuales me ayudaron mucho a reforzar mi historia y mi visión.

-¿Cuáles fueron los principales obstáculos que tuvo que sortear?

El financiamiento. En México tenemos fondos de gobierno que apoyan producciones de cine. Gracias a estos fondos hemos podido filmar en México, tan solo en 2015, 140 películas. Sin embargo, no son suficientes para apoyar todos los proyectos que actualmente se preparan. Yo tuve que esperar algunos años porque había veces que las partidas se agotaban y teníamos que esperar al siguiente año fiscal.

-¿Esos obstáculos se les presentan a todos los directores?

Es un duro camino el que hay que transitar para hacer cine. Lo sufrimos los debutantes y también lo padecen los consagrados. Es parte de hacer cine en todo el mundo. Para ningún director o productor de este planeta es fácil levantar una película. Pero es parte del proceso, hay que saber disfrutar el camino, aunque esté lleno de baches y curvas. Un poco la filosofía de mi película, que me ayudó a soportar los siete años que me tomó llegar a la meta.

-¿En qué momento se involucró Guillermo del Toro como productor?

Guillermo se involucró una vez que el guion estaba listo. Se lo mandé, le gustó y él a su vez lo compartió con Bertha Navarro, ella aceptó también producir. Después se subió al proyecto Alejandro Springall y es así como se completó este dream team. Muy honrado de que hayan sido parte de mi primera película.

Guillermo como productor siempre estuvo atento de cómo avanzaba el financiamiento, la preproducción y hasta la post. Te hace sentir su apoyo y que te da tu espacio para que puedas encontrar tu tono, tu lenguaje. Fue una muy grata experiencia trabajar juntos en esta película, al igual que con Bertha y Alejandro.

 

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