Para Carlos Ruiz Zafón, palabras como cementerio y olvido guardan relación con el deterioro que sufre hoy la memoria colectiva en el mundo entero, que está bajo el yugo de lo instantáneo que ha impuesto como regla la era de la internet.
En el plano literario, asocia el olvido con aquellas obras a las que el lector nunca les dio una oportunidad, o aquellos tantos libros que la gente no sabe que son geniales, o esos textos imaginativos que pasan desapercibidos ante la enorme cantidad de publicaciones que se hacen cada año en tantos idiomas e industrias.
En la pasada Feria Internacional del Libro de Guadalajara, México, este autor español presentó El laberinto de los espíritus (2016), el punto final de una saga que comenzó con La sombra del viento (2001), El juego del ángel (2008) y El prisionero del cielo (2011).
Se trata de un cuarteto de tramas que ha llegado a más de 50 países y que ha recibido el beneplácito de medios de referencia como el The Sunday Times, Le Figaro, The New York Times, Corriere della Sera...
Carlos Ruiz Zafón siempre concibió estas historias a través de cuatro títulos, siempre buscando que cada una pudiera leerse de forma independiente y cada cual tuviera una personalidad propia, como también aspiraba a que fluyera como lo que era: una larga novela por entregas.
Está contento con el resultado de este viaje imaginativo que comenzó a redactar hace 17 años. Entre otras, porque siente que ha construido un género literario que, más que nuevo, es una amalgama de otros.
En sus cuatro títulos en torno al enigmático Cementerio de los Libros Olvidados, unió el thriller con la novela negra, la novela de costumbres con la de índole social, el estilo gótico unido con reminiscencias al terror y lo psicológico.
Carlos Ruiz Zafón nunca esperó que su saga literaria tuviera tanta acogida entre los lectores tan diversos de los cinco continentes.
Sin éxito editorial, anota, no hubiera podido concretarse este laberinto de historias que está dedicada a leer, a los lectores, a las bibliotecas, a los editores, a los traductores, a los libreros.
“Una de las ambiciones de esta saga era hacer un gran homenaje a la literatura y a todo lo que rodea al mundo de los libros. Era hacer un homenaje a todos los géneros literarios clásicos y hacer una pequeña reflexión sobre el arte y las ciencias” y cómo funciona el proceso de la escritura.
DISFRUTE
Le gusta la posibilidad de que sus creaciones hayan concebido nuevos lectores.
“Lo más bonito que le puede ocurrir a un escritor es que algo en lo que ha estado trabajando inspire a los lectores a descubrir los libros. La lectura son muchas cosas, pero antes que nada debe ser un hábito. Esto es como el ejercicio físico. Todos los efectos positivos solo llegan si una persona hace el esfuerzo inicial y así pasa con la lectura”, dice el responsable de La sombra del viento, que según una encuesta a 25 mil personas que realizó ZDF, la televisión pública de Alemania, ubicó esta obra en el puesto número 16 entre los 100 mejores libros de la historia.
UN HÁBITO
Está convencido de que los hábitos se adquieren por impulsos. “Las personas solo hacemos aquello que nos es gratificante. Por eso esta es una labor, que sobre todo hacen los educadores, de animar a la lectura y buscar lecturas que seduzcan y que les permita entender que la lectura no solo es algo bueno como el brócoli”.
“Leer debe ser una fuente de placer y de belleza. Por eso es importante que existan libros que se difundan por los profesores y por los padres, para que muchos más disfruten leer y que cada uno encuentre su camino de acuerdo a quien es como persona. Lo importante es proveer ese primer momento con los libros”, indica Carlos Ruiz Zafón, quien cada semana es mencionado, él o sus obras, más de dos millones de veces en la red social Twitter.
Con sus obras trata de seducir al lector, y de esa manera “crear una complicidad con él, porque sin esto, la lectura no se dará”.
También busca retomar los temas clásicos de todos los tiempos -amor, odio, amistad, pasión- y enmarcarlos en el universo de los libros.
“Muchos de los elementos de mis novelas tienen que ver con el proceso de la escritura, de la lectura, de la edición, lo que conlleve la ingeniería interna, y hacer mi propia interpretación de esto y cómo afecta al lector el lenguaje y la palabra escrita”, reflexiona quien también es el responsable de las novelas El príncipe de la niebla, El palacio de la medianoche y Las luces de septiembre.
Otro objetivo era sacarle el filo artístico a una ciudad española que ya de por sí tenía su vinculación con la imaginación: Barcelona.
“En vez de usar a Barcelona solo como escenario y transformarla como personaje, lo que quería era también explorar e investigar sus entornos”, relata.
La saga ha sido para Carlos Ruiz Zafón más que estimulante, y al mismo tiempo un desafío el cómo contar y qué compartir y qué sugerir.
“Para mí siempre ha sido interesante el proceso. No voy a decir que siempre fue divertido porque esto también es un trabajo y hay esfuerzo y mucha frustración en la medida que te enfrentas a problemas que te ponen contra la pared, y la recompensa y la satisfacción vienen cuando aparece el libro y gusta”, resalta.
Piensa que igual debe ocurrirle a cualquier individuo que se expresa desde alguna de las manifestaciones artísticas.
“Uno se plantea un desafío de cómo va a resolver los conflictos y en ese proceso del trabajo habrá altos y bajos, y cuando finalmente uno ha logrado lo que está buscando y planteado, entonces aparece la situación y la satisfacción del trabajo hecho. Hay momentos en que uno duda de sí mismo y que se ha metido en camisa de 11 varas. Eso, creo, es normal”.
SER FIEL
Al principio, este proyecto creativo, que comenzó con la aparición de La sombra del viento (2001) y terminó hace unas semanas con El laberinto de los espíritus (2016), le parecía enorme.
Gracias a las buenas ventas, Carlos Ruiz Zafón se pudo dar el lujo de escribirlas a su tiempo, sin presiones de nadie, salvo las de una comunidad global que deseaba conocer más sobre las aventuras de su personaje central, Daniel Sempere, que tenía 10 años durante el verano de 1945 cuando su padre lo llevó a conocer el Cementerio de los Libros Olvidados.
Agradece el apoyo de cada uno de sus lectores, aunque trata que la opinión de los demás no le influyan en el devenir de sus novelas ni el futuro de sus personajes, porque considera que el escritor se debe solo a su historia y no puede permitir que terceros lo presionen, ni redactar nada para hacer feliz a ninguna persona.
“Uno tiene que escribir lo que debe escribir”, indica, y luego a esperar que guste lo desarrollado en los libros a los receptores, añade.
“Mi principal regla es ser fiel a mí mismo” y confiar “en lo que creo debo hacer y luego cruzar los dedos para esperar que guste”, plantea Carlos Ruiz Zafon, a quien el periódico estadounidense The New York Times lo ha comparado con el colombiano Gabriel García Márquez, el italiano Umberto Eco y el argentino Jorge Luis Borges.
“Hay que ser muy cauteloso, sino el escritor se convierte en un político”, que de acuerdo a lo que dicen las encuestas y los sondeos de opinión, así cambia su parecer y su campaña. “En la política eso funciona, pero en la literatura no”.
Tiene como costumbre no discutir con aquellos que con buena fe le comentan sobre el fondo o la forma de sus obras.
“Los lectores pueden pensar lo que quieran sobre los libros, pero el escritor no debe decirles que están equivocados”, porque está claro, cada quien tiene una lectura particular de un mismo título, apunta quien es mencionado en más de 57 mil videos en YouTube.