Escobar: paraíso perdido (Escobar: Lost Paradise) es para el séptimo arte lo que es el ébola para la salud: un virus terrible.
Al inicio era divertido ver a qué actores y actrices nacionales encontraba en la pantalla grande. Me sentí orgulloso de reconocer a Rossana Uribe y Aarón Zebede, entre otros tantos, aunque poco a poco lamenté que no les dieran mayor participación dentro de la trama para que demostraran el mucho talento que poseen.
Después fue entretenido jugar a las adivinanzas y saber en qué partes de las provincias de Panamá, Bocas del Toro y Chiriquí se rodó este lamentable y aburrido espectáculo audiovisual.
Luego tuve que sufrir su tedioso argumento, su puesta en escena sosa, su edición blanda y un elenco que mereció un mejor destino. No sé qué le pasó a los que programan la oferta de cintas importantes del cine mundial, pues esta película tan pequeña estuvo en los festivales de Toronto, Zurich, San Sebastián y Roma.
LOS TROPIEZOS
Escobar: paraíso perdido es incoherente de principio a fin.
Prueba 1. No queda claro hasta qué punto Pablo Escobar Gaviria es un personaje secundario o central. Si es el centro, se entendería de sobra que esté en el título y en los afiches. Si es una figura complementaria, ¿por qué parece que la trama gira prácticamente en torno al conocido narcotraficante colombiano?
Hay películas que sustentan parte de su poderío argumental en una figura relevante que se enfrasca en la batalla por llamar la atención del público por encima de otro personaje que dice el libreto es aún más relevante. Esa línea de trabajo no molesta cuando se lleva a cabo con armonía, como ocurrió con la película El cartero y Pablo Neruda (1994), de Michael Radford. Obviamente no pasó de esa manera en Escobar: paraíso perdido.
Prueba 2. Todo en este largometraje parece y es de cartón. Falsa es la recreación de Colombia en Panamá, como los extras que intentan hacerse pasar por una nacionalidad que no es la suya.
Prueba 3. Hay un grave problema sobre a cuál género cinematográfico pertenece. ¿Qué es Escobar: paraíso perdido, un thriller político, un drama criminal, un drama romántico, una película de misterio o una de suspenso? Todo y nada a la vez, y ese agrio arroz con piña da como resultado un desastre de dos largas horas.
Prueba 4. Fallido debut como guionista y detrás de las cámaras del actor italiano Andrea Di Stefano, quien intentó, sin resultado, contar una historia con tintes bíblicos al estilo de Caín frente a Abel. Ambos seres antiguos encarnados en tiempos modernos por dos hermanos surfistas canadienses, que a inicios de la década de 1990 piensan que han encontrado el paraíso en Colombia, pero fue al contrario, ingresaron a un universo de perversidad como solo los de América Latina, supuestamente, podemos ofrecerle al planeta.
Prueba 5. Escobar: paraíso perdido cae en un discurso ridículo y estereotipado, cuando plantea que el Tercer Mundo es una tierra de gente sin valores, ávida de dinero corrupto, vaya, el continente es la sede de la perdición perpetua.
¿Quién grita: “basta ya”? Pues, claro, los únicos que se escandalizan por ese ilícito proceder de nosotros los salvajes, son los blancos que vienen del Norte con sus tablas de surf y sus santos deseos de ser honestos.
Prueba 6. Estamos ante una paupérrima, descafeinada y previsible biografía de los últimos años de Pablo Escobar Gaviria, un personaje lleno de matices que tuvo en jaque a la justicia y a la sociedad, tanto en Colombia como en Estados Unidos y en el resto de América Latina durante las convulsionadas décadas de 1980 y 1990.
Prueba 7. ¿Es culpa de Benicio Del Toro ofrecer una propuesta interpretativa tan dispar como Escobar Gaviria? De seguro hizo lo que pudo para sobrevivir ante un guion que le faltó ser mucho más pulido.
Prueba 8. Yo pensaba que el actor Josh Hutcherson (trabajó al lado de Benicio Del Toro cuando el ganador del Óscar lo dirigió en uno de los episodios de la producción 7 días en La Habana) brindaba un desempeño débil en Los juegos del hambre: Sinsajo 1.
Ahora debo pedir disculpas a Hutcherson, pues comparado con Paradise Lost deberían darle una estatuilla dorada por su más reciente participación en la saga fílmica basada en las novelas de Suzanne Collins.
Prueba 9. Después de ver pasar un lugar común tras otro, luego de soportar parlamentos que intentaron ser inteligentes, después de aguantar escenas de acción, pésimas coreografías y cuando pensaba que ya se había acabado esta tortura, algo ocurrió inesperado.
¿Qué más? Ya el narcotraficante se había entregado a las autoridades de su país y el héroe extranjero había dado todo con tal de salirse del círculo infernal de Pablo Escobar Gaviria. ¿Qué se quedó por fuera? Sí, la tormenta continuaba.
Hay que tener poca caridad cristiana para impedir que uno salga rápido de la sala de cine. Eso hizo Andrea Di Stefano, quien antes del the end definitivo presentó como final una especie de idílico epílogo sobre los dos hermanos, cuando emocionados llegaban a las costas de América Latina como le pasó a sus antepasados hace más de 500 años.
Cuando salí del complejo cinematográfico me sentí aliviado, aunque con una honda tristeza por perder mi tiempo y dinero con esta fallida y desesperante película. ¿Por qué no me fui antes? Siempre trato de quedarme hasta la última escena de una producción lamentable, no vaya a ocurrir que el asunto tome un acertado giro inesperado y el barco salga a flote.
Luego de ver la disparatada, insulsa y hueca Escobar: paraíso perdido recuerdo un pensamiento de Goffredo Parise: “Ya no soporto a la gente que me aburre, por poquísimo que sea, y que me hace perder aunque sea un segundo de vida”.
¿Qué les pareció Escobar: paraíso perdido?
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