Hillary Clinton vs Donald Trump: la democracia reducida

Hillary Clinton vs Donald Trump: la democracia reducida
Hillary Clinton vs Donald Trump: la democracia reducida


El escritor y periodista inglés Andy Robinson (Liverpool, 1960) quería ser de grande como su colega, el estadounidense Hunter S. Thompson (1937 -2005).

Va en la senda correcta, pues su libro de crónicas Of the Road (2016, Ariel) tiene esa mirada descarnada que ofreció Thompson en su psicodélica novela Miedo y asco en Las Vegas (1971).

Ambas obras se alimentan de los recursos del nuevo periodismo para evidenciar que el sueño americano está marchito, porque una parte de Estados Unidos se encuentra en un estado crítico debido a la corrupción, la desigualdad social y una democracia que está a la venta al mejor postor.

Mientras la pieza de ficción es una travesía brutal sobre la ciudad de los casinos, las apuestas y el sexo rentado, el libro de Robinson retrata a 12 ciudades (de San Francisco a Nueva York, de Detroit a Miami) y llegó a la conclusión de que una nueva oligarquía mina el desarrollo de la democracia en la unión americana.

Para Robinson, la descomposición en el país de las barras y las estrellas es un hecho endémico, y lo peor, legal, con medidas como la tomada en 2010 por el Tribunal Supremo, en la que las élites pueden “canalizar millones de dólares para sus candidatos preferidos en las elecciones legislativas y presidenciales sin tener que hacerlo público”.

El corresponsal de periódicos como The Guardian (Reino Unido) y La Vanguardia (España) denuncia que desde Wall Street y Silicon Valley se mueven muchos hilos del poder político y económico de aquella nación que el jurista francés Alexis de Tocqueville tanto admiraba en el siglo XIX.

Para Andy Robinson, una prueba del deterioro es que ve como dos caras de la misma moneda a la candidata demócrata Hillary Clinton y al aspirante republicano Donald Trump, quienes esta noche tendrán su último debate presidencial, que ocurrirá en Las Vegas, Nevada.

Tanto la exsecretaria de Estado como el millonario empresario, opina Robinson, representan una clase dirigente que ha puesto en declive a la mayor potencia del mundo, por estar sus colectivos políticos al servicio de las instituciones financieras y las corporaciones multinacionales.

Es un peligro para la democracia en Estados Unidos que las contiendas electorales sean cada vez más costosas, advierte. Esto significa que los partidos políticos deben ser amigos íntimos de las grandes empresas para que les patrocinen sus campañas, y tras el triunfo cabe la posibilidad de que sus benefactores les pidan algún tipo de ayuda de vuelta.

Ni Clinton ni Trump, plantea Robinson, ofrecen muestras certeras de reducir la desigualdad social que impera en Estados Unidos, una medida que ya proponía el filósofo griego Aristóteles en la antigüedad cuando escribió La Política y planteó que la mejor medida para lograr una democracia saludable sería llevar a cabo lo que ahora se denomina como un Estado de bienestar, algo en lo que sí creía Bernie Sanders, quien perdió las pasadas primarias demócratas y a quien el reportero considera un político más calificado.

Aunque ninguna de estas figuras es santo de su devoción, sí admite que la menos letal es la esposa del expresidente Bill Clinton. La prefiere a ella en la Casa Blanca tras las elecciones de este 8 de noviembre, aunque sabe que Hillary también tiene su lado cuestionable.

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Para Robinson, la descomposición en el país de las barras y las estrellas es un hecho endémico, y lo peor, legal.



UNA TRAVESÍA POR LA 'DOLOCRACIA'

Mientras viajaba por Estados Unidos, Andy Robinson descubrió que había una polarización económica y política que fracturaba al país. Esa situación, indica, es palpable, en especial, en la clase obrera y en la clase media.

Estados Unidos está en medio de un “terremoto social”, al perder una oportunidad histórica cuando queda por fuera del juego político Bernie Sanders en las primarias demócratas ante Hillary Clinton, a quien como estadista considera superior a Clinton y Donald Trump.

Estados Unidos está fragmentado, resalta. Por eso, necesitaba un revolucionario como Sanders, que no iba a complacer el establishment de los partidos, ni iba a escuchar las órdenes de Wall Street y que deseaba regresar a su país a las décadas de 1950 y 1960, cuando todas las clases sociales crecieron a un ritmo más o menos igual.

Le irrita la desigualdad social que impera en Estados Unidos, donde el 99% de su gente son trabajadores y de clase media y que hay un ínfimo 1% de la población que no sabe lo que es pasar por el hambre, el desempleo o las enormes deudas para poder estudiar o tener una casa.

No entiende cómo pueden haber personas que crean que Donald Trump puede representar sus intereses, si él forma parte de ese privilegiado 1% en la unión americana. Los electores tienen la última palabra y espera que esa toma de decisión sea a favor de Hillary Clinton, aunque reitera que Bernie Sanders habría tenido más intención de promover una sociedad más justa.

Andy Robinson opina que Estados Unidos es una potencia en declive, al estar secuestrada por una nueva oligarquía compuesta por la élite económica.





LIDERAZGO GLOBAL

A los jerarcas demócratas en lo general y a la oligarquía financiera nacional e internacional en lo particular, apunta Andy Robinson, le conviene más tener a la familia Clinton en el poder, que a un hombre difícil de controlar como Bernie Sanders, quien no recibiría con agrado las exigencias del Foro Económico Mundial.

La situación es tan grave como lo que ocurrió durante el crac económico de la década de 1920, con la diferencia de que por entonces se tenía la ilusión de que todo iba a cambiar para bien y no está seguro de que esa sea la sensación que se tenga en Estados Unidos sobre el futuro inmediato.

Aunque no quiere ser apocalíptico, le preocupa que Estados Unidos sufre de una enfermedad política que más adelante, si llegara a ganar Donald Trump la contienda electoral, el país pueda perder su liderazgo global.

El discurso racista de Trump, comenta, ha calado entre los obreros blancos, porque están resentidos y frustrados porque han perdido su nivel adquisitivo y lo usual es culpar a los más débiles de la cadena: la comunidad afroamericana y el inmigrante latinoamericano, quienes de paso, resalta, son a los que la policía tiene más en la mira.

Le parece absurdo la advertencia de Trump de construir un muro en la frontera de la unión americana con México para detener a cada inmigrante que intente ingresar de forma ilegal.

Opina que Estados Unidos está sometido a un sistema donde el dinero manda y lo ha llamado la ‘dolocracia’.





Critica a las cárceles estadounidenses, porque son empresas privadas que necesitan reclusos para ganar dinero y qué mejor manera que llenarlas de latinoamericanos y afroamericanos.

Le duele que los medios de comunicación social le sigan la estrategia a Donald Trump, que ante cada comentario absurdo que dice, los periodistas corren a propagarlo y eso, considera, es promoción al fin y al cabo.

Lamenta que las elecciones sean “el mejor regalo económico” para los medios de comunicación en Estados Unidos, quienes aumentan su cuota publicitaria de forma sorprendente y eso les puede quitar credibilidad a la hora de abordar este tema en sus noticieros.

La eventual victoria de Clinton en las urnas la califica como “un triunfo amargo”, porque ella ganará no por sus propuestas, ni por su capacidad de mando ni por representar al estadounidense promedio, sino simplemente para detener las intenciones de Trump.

Sobre Barack Obama, admite que la herencia que dejará es “bastante contradictoria”. Por un lado, llegó al poder en medio de un colapso económico, cuya responsabilidad fue del exmandatario George W. Bush.

Además, recibió una administración que estaba hasta el cuello en las guerras en Afganistán e Irak, más la estela del terrorismo que golpeó a la nación desde aquel 11 de septiembre.

Advierte que su más criticable costado es que Obama es el presidente que más deportaciones ha autorizado en el último cuarto de siglo. Advierte que aun con eso en contra sigue apoyando a Barack, por toda la carga simbólica que significó su llegada al Despacho Oval.

 

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