La pregunta más frecuente entre los cinéfilos del mundo, y en particular entre los seguidores de Christopher Nolan, era qué rumbos tomaría la carrera de este respetado director tras culminar la alabada trilogía de Batman.
Ahora llega Interstellar para dar respuesta a nuestra inquietud, aunque cualquiera que ha visto una o todas las obras de Nolan, sabe que el fuerte de este realizador no es ser claro en sus planteamientos, lo que es una ventaja, por lo general.
Sus películas, desde Memento (2000), su primera y quizás la mejor de toda su filmografía, son de esas que se deben ver dos y tres veces para tener una idea, aunque sea somera, de lo que desea expresar con sus complicadas historias audiovisuales.
DOS GENIOS MÁS O MENOS JUNTOS
Interstellar es el largometraje más humano de Nolan. También el más emotivo, cálido y familiar.
En parte, el responsable de este cambio de registro, o el culpable, según cómo se le mire, es el realizador Steven Spielberg, quien originalmente iba a capitanear este largometraje sobre un planeta Tierra que va perdiendo su capacidad de producir alimentos para los seres humanos.
Desde 2006, Spielberg trataba de sacar a flote este proyecto, pero por mil motivos lo dejaba en una de las gavetas de su oficina, hasta que Nolan le propuso llevarlo él a cabo y el papá de E.T. dijo que sí.
A Nolan le agrada la trama en torno a un piloto retirado (Matthew McCounaghey) que debe dejar con con su suegro a sus dos hijos para viajar a otra galaxia en busca de un hogar para toda su especie.
Ese lado paterno le pegó a Nolan porque deseaba hacer un filme sin reservas para sus niños, y no pensar si no eran producciones demasiadas frías, cáusticas y sombrías como su Memento y sus tres entregas del Caballero de la Noche.
A Christopher Nolan le atraía que su hermano Jonathan (con quien ya había colaborado en anteriores proyectos) era el autor del guion base con el que estaba trabajando Steven Spielberg y el propio Nolan tenía apuntes sobre una película de ciencia ficción que deseaba hacer.
Parece que a Nolan le pasó con Spielberg lo que le ocurrió al responsable de La lista de Schindler con su Inteligencia Artificial, quería hacer un largometraje pensando inicialmente por otro colega (en su caso Stanley Kubrick) y el resultado es la combinación de dos estilos divergentes y que tratan de seguir un mismo sendero.
Eso se nota en Interstellar, un filme optimista dentro de la tragedia que mueve los conflictos externos de sus personajes, con ese halo de esperanza y esos héroes que no se dan por vencidos hasta proteger a los suyos como pasaba en las producciones de ciencia ficción que de niño Nolan veía en compañía de su padre: Encuentros cercanos del Tercer Tipo y E.T., ambas de Steven Spielbergh y la saga de Star Wars, de George Lucas.
Aunque, curioso, a Nolan también le caló tanto Kubrick como Spielberg, pues el lado épico de Interstellar es su muestra de admiración por uno de los más destacados títulos del género de la anticipación: 2001, Una odisea del espacio, del amigo Stanley.
Interstellar costó 165 millones de dólares, pero en el fondo es una empresa familiar y con un matiz de cine independiente, alejado de las típicas, vagas y grandes producciones de Hollywood, aunque cada centavo se utilizó de forma eficaz en los renglones de fotografía, dirección de arte, efectos visuales y sonoros.
El guion es de los hermanos Nolan, mientras que su esposa, Emma Thomas, es la productora y echaron mano como asesor científico al astrofísico Kip Thorne, quien colaboró en varias etapas de la redacción de la historia.
POR CAPAS
Interstellar, como cada cinta de Nolan, le brinda al espectador más de una lectura de su trama.
Sus guiones manejan intencionalmente varias capas de interpretación, razón por la cual notas en cada nuevo visionado detalles que no encontraste la primera vez.
Estamos ante una película hecha para el disfrute de los amantes de los agujeros de gusano y los agujeros negros (más allá de si es coherente lo que la película plantea que ocurre más allá de nuestro sistema solar).
Para la audiencia más mundana y más dada a los sentimientos (a la que pertenezco), va a quedar enganchada ante la premisa de un padre que encontrará la manera de comunicarse con su hija una vez él inicia su aventura espacial.
Interstellar, que lleva recaudados 340 millones de dólares en el mundo, ha dividido a los críticos y a la audiencia en Estados Unidos.
De acuerdo con la página especializada rottentomatoes.com, le gustó solo al 73% de los expertos y al 87% de los espectadores.
Mientras que Todd McCarthy, de The Hollywood Reporter, la definió como “una majestuosa épica, que cautiva, pero que nunca llega a sobresalir”, su colega A. O. Scott, del The New York Times, señaló que “Interstellar es una aventura futurista de gran envergadura, impulsada por el dolor, el miedo y el arrepentimiento”.
En términos generales, Interstellar me perdió en su primer acto, demasiado extenso y reiterativo, y más cuando yo entendía poco de los fundamentos científicos que desarrollaba en su trama, todo debido a mí escaso nivel intelectual en materia de las ciencias más exactas. Perdonen los expertos.
Mientras que me recuperó cuando la misión especial toma cuerpo a mitad del segundo acto, y aún más cuando en el tercero un padre y una hija (Jessica Chastain) buscan darle una segunda oportunidad a los terrícolas, aunque el precio para ambos sea un sentimiento de pérdida y sacrificio.