El cine y la literatura han sido los fieles compañeros de Jorge Franco desde que era un niño lleno de energía y sobrada imaginación en su Medellín (Colombia).
Estas dos formas artísticas de entender el comportamiento humano también le han servido para residir en universos paralelos cuando la realidad violenta lo ha querido atrapar en sus brazos gigantes y peligrosos.
A los personajes de su novela El mundo de afuera, que ganó este 2014 el premio Alfaguara de Novela 2014, les ocurre una situación bastante parecida, explica de forma exclusiva al diario La Prensa el autor de novelas conocidas por lectores y cinéfilos como Rosario Tijeras y Paraíso Travel.
Los chicos que habitan en su obra vencedora echan mano de los cuentos de hadas y de otras mitologías propias de la infancia y de la mitología fantástica para tratar de escapar de una Medellín de inicios de la década de 1970 que ya comenzaba a mostrar la intranquilidad social de la que luego sería presa de la mano de los carteles del narcotráfico.
Si bien en 1971 esos muchachos podían tener la misma edad que Franco en ese año en particular, indica que El mundo de afuera no pertenece al ámbito de lo autobiográfico.
Es más, Jorge Franco comenta que si le toca poner números en la balanza, diría que el 80% de lo que se narra en su libro pertenece al estricto territorio de la ficción y que el resto se debe a recuerdos suyos, pero en especial, de remembranzas que le pertenecen a los adultos de su entorno, es decir, a sus familiares, amigos y desconocidos, que vivieron aquella época que iba a dar comienzo a una espiral de sangre y muerte.
Jorge Franco se considera una persona aburrida, por lo que no le pasa por su cabeza pensar en sí mismo cuando escribe sus novelas.
Por eso prefirió analizar el paso de una Medellín tranquila a una sucursal del infierno dantesco por culpa del narcotráfico desde la experiencia de lo inventado en El mundo de afuera.
Lo suyo es estudiar la violencia como un fenómeno que afectó cada segmento social, económico y cultural de su país.
Cuando decidió poner bajo la lupa a la Medellín de 1971, usó a la literatura como su principal herramienta de trabajo, pues le comenta en exclusiva al periódico La Prensa que desde el principio de los tiempos, el arte de narrar ha sabido mostrar y ahondar en las fisuras del corazón humano, tanto en su lado luminoso como en su costado siniestro.
Plantea que escribir sobre el terror del narcotráfico colabora para intentar que esta clase de errores no se vuelva a cometer ni en Colombia ni en ninguna otra parte del mundo.
Acercarse al narcotráfico desde las letras, dice, también le ha permitido conocer aspectos desconocidos de su propio pasado y el ayer de sus hermanos de patria, así como encender una vela de esperanza para que la gente aprenda que la violencia no es la salida para resolver problemas de ningún tipo.
SÉPTIMO ARTE
El jurado del Alfaguara 2014, presidido por Laura Restrepo, destacó que Jorge Franco usó técnicas cinematográficas en El mundo de afuera, y que su propuesta les recordaba la violencia torpe que aparece en las películas de los hermanos Coen y en Quentin Tarantino.
El autor confirma que es cierto el uso de ese lenguaje y que el séptimo arte está presente en los diálogos, en la estructura de la narración y en los saltos del tiempo de su obra.
El cine, afirma, está en la novela porque parte de su formación académica está hecha de celuloide, pues estudió cine en The London International Film School (Reino Unido).
Además, el mundo audiovisual ha caído a sus pies en dos ocasiones, pues sus novelas Rosario Tijeras y Paraíso Travel pasaron a la pantalla grande con éxito de taquilla y crítica.
A pesar de todo esto, comenta que cuando escribió El mundo de afuera no lo hizo pensando en una futura adaptación fílmica, sino como lo que es, una pieza literaria.
El mundo de afuera es sobre una niña, Isolda, y su padre, Diego, quien fue secuestrado en Medellín en 1971 por una banda de maleantes encabezados por El Mono, quien ha estado enamorado de la chiquilla, toda una princesa, desde hace tiempo.
La niña, que reside en un inmueble parecido a un castillo, junto con otros chicos vecinos del sector, trata de comprender los hechos dolorosos, pero a la par usa elementos fantásticos para olvidar, aunque sea un poco, una realidad lacerante.
Franco comenta que ese deseo infantil de vivir en universos paralelos como un mecanismo de defensa también está en dos de sus películas favoritas: El laberinto del fauno, de Guillermo Del Toro, y La vida es bella, de Roberto Benigni.
Jorge Franco pertenece a un selecto colectivo de autores iberoamericanos que han triunfado en el Alfaguara de Novela, como Eliseo Alberto (Caracol Beach), Sergio Ramírez (Margarita, está linda la mar), Elena Poniatowska (La piel del cielo), Hernán Rivera Letelier (El arte de la resurrección), Leopoldo Brizuela (Una misma noche), Antonio Orlando Rodríguez (Chiquita) y Andrés Neuman (El viajero del siglo), entre otros colegas suyos.
Está contento por el premio logrado, pues considera que es un reconocimiento a la literatura de Latinoamérica y además una forma de engrandecer el español que se habla en esta esquina del planeta.
Piensa que la salud de la literatura colombiana es excelente y que lo demuestra que él sea el tercero de su país en alcanzar esta hazaña tras Laura Restrepo con Delirio y Juan Gabriel Vásquez por El ruido de las cosas al caer.
No le parece que el narcotráfico sea el tema líder de los creadores colombianos contemporáneos, pues resalta que en su país se escribe sobre los más variados temas y con estilos más diferentes, aunque admite que la violencia y el tráfico de drogas son tan fuertes en la vida cotidiana de todos los colombianos, que es imposible que tarde o temprano puedan colarse en el inconsciente de cualquiera que transmite ideas y sentimientos desde los libros.
La editorial Alfaguara, que cumple 50 años en 2014, cuenta con sedes en 20 países de lengua española, incluyendo Panamá.
¿Han leído novelas de Jorge Franco, Laura Restrepo o Juan Gabriel Vásquez? ¿Qué opinan de la literatura colombiana contemporánea?