El cine estadounidense moderno dedica mucho de su cine a la gente entre los 15 y los 35 años. Es este sector del público el que más consume en la unión americana los proyectos de enormes presupuestos como Avatar, Los Vengadores, Tranformers o Iron Man.
Aunque es curioso que son escasas las películas que analizan con honestidad las necesidades, las aspiraciones y los retos juveniles.
La norma es que los productores de la mayor industria audiovisual del planeta presenten a los chicos como enfermos sexuales o unos tontos de remate como los retratan en comedias livianas como la saga de American Pie (directores varios); Amigo, ¿dónde está mi auto? (2000), de Danny Leiner, o Superbad (2007), de Greg Mottola.
Si no, se van a la otra esquina y los convierten en héroes fuera de toda proporción con la realidad como pasa en las encantadoras sagas de Regreso al futuro, El Hombre Araña y Harry Potter, o los transforman en seres fantásticos como en las cuestionables Crepúsculo y compañía limitada.
¿Cuándo los muchachos son estrellas de sus propias vidas en la pantalla grande? Cuando el cine de bajo o mediano presupuesto cuenta sus historias.
Es cuando ellos son tomados en cuenta sin efectos especiales ni escenas candentes injustificadas de por medio. Entonces llegan a mi mente los buenos recuerdos que dejaron pequeñas obras maestras dramáticas sobre los jóvenes y que se hicieron en los últimos 30 años en la llamada meca del cine.
En ese colectivo cabe resaltar a Cuenta conmigo (1986), de Rob Reiner; Las vírgenes suicidas (1999), de Sofía Coppola; Juno (2007), de Jason Reitman; Precious (2009), de Lee Daniels; y más recientemente Super 8 (2011), de J.J. Abrams; Las ventajas de ser invisible (2012), de Stephen Chbosky); Moonrise Kingdom (2012), de Wes Anderson, y Boyhood (2014), de Richard Linklater.
Ahora hay que agregar un nuevo título al grupo de cintas norteñas que muestran a los muchachos de una manera respetuosa, divertida y emotiva: Ciudades de papel (2015), de Jake Schreier, un realizador que ya había firmado un filme funcional como lo fue su debut Un amigo para Frank (2012).
Si yo tuviera 15 o 16 años Ciudades de papel sería la clase de película por la cual me enamoraría del cine para toda la vida. No soy tan esnob como para pensar que la única manera de prendarse del séptimo arte es obligatoriamente con un clásico como Ciudadano Kane, El Padrino o Casablanca.
Todo debe ser un proceso y ser cinéfilo no es la excepción, por lo que me parece estupendo que un chico descubra la pasión por el cine con películas inteligentes como Ciudades de papel, que cuenta el devenir de unos muchachos a punto de graduarse de secundaria en Orlando y que se preguntan quiénes son y cómo los ven los demás.
EL MAPA DE MARGO
Ciudades de papel es un término utilizado en cartografía para saber cuándo un mapa ha sido copiado por otras personas o empresas.
En la película Ciudades de papel (Paper Towns), basada en una novela de John Green (el responsable del éxito literario Bajo la misma estrella), es una metáfora sobre si somos originales, si tenemos la capacidad de serlo algún día, si deseamos parecernos a otra persona (valiosa o no) y si los demás opinan que somos de una u otra manera.
En este drama romántico, ese término también guarda relación con unos muchachos que residen en los suburbios de Orlando y sienten que sus existencias son más que anodinas.
Aunque ya desean que la secundaria acabe rápido para ir a la universidad para enfrentarse a nuevos descubrimientos y aventuras, también comienzan a añorar a su familia, su escuela, sus amigos y sus amores (los platónicos y los tangibles).
Esta cinta presenta esa transición entre ser un joven e iniciar el camino a ser un adulto, una etapa en la que ya no tendrás necesariamente a papá y a mamá cerca de ti, que tendrás nuevas amistades y hasta vas a vivir en otra ciudad lejos de tus orígenes.
TRAS LAS PISTAS
Todo gira en torno a un chico de 17 años, bien portado y correcto llamado Quentin, que desde que era un niño de 7 u 8 años está enamorado de su hermosa, rebelde e inventiva vecina Margo Roth Spiegelman, y cómo una noche, a pocos días del baile de graduación de su generación, ella ingresa a su habitación para que la ayude a realizar una venganza necesaria y después la chica desaparece (aunque sus padres aseguran que va a regresar cuando se aburra de su travesura o se quede sin dinero).
Así, Ciudades de papel está a medio camino de un drama romántico, melancólico, didáctico, sincero y lleno de matices, transitando por la delgada línea entre lo serio y lo cursi, tratando de no ser empalagosa en la forma como plantea sus conflictos y lo consigue en la mayoría de las veces.
Es además una película de suspenso criminal más algo de road movie, pues su trama no solo es un viaje de autodescubrimiento de cada uno de los personajes nerds que la componen, sino que también su objetivo es saber dónde está Margo refugiada y por qué huyó de su casa esta chica que les deja pistas para que sepan su posible paradero.
Ciudades de papel también habla de lo urgente que es que tomemos riesgos para crecer, triunfar y equivocarnos, y que no podemos estar siempre en nuestra zona confortable y segura porque perderemos el ímpetu de seguir adelante.
Cualquiera que tenga o haya tenido un amor ideal e imposible, cada quien que fue rechazado o diferente en el colegio, se va a identificar con Quentin y sus compinches.
BOLETOS
Es probable que Ciudades de papel no alcance el triunfo de taquilla de Bajo la misma estrella (The Fault in Our Stars), cinta de Josh Boone que obtuvo a nivel mundial 307.2 millones de dólares, una cifra aún más importante si recordamos que solo costó 12 millones de dólares.
Mientras que The Fault in Our Stars tenía un elenco de rostros conocidos como Shailene Woodley, Ansel Elgort, Laura Dern y Willem Dafoe, Paper Towns tiene un cartel de novatos con potencial: Nat Wolff, Cara Delevingne, Halston Sage, Austin Abrams y Jaz Sinclair.
RECOMENDACIÓN
Sería positivo que Ciudades de papel despierte la curiosidad de los espectadores menores de 30 años para encontrarse con la música de los cantautores norteños como Woody Guthrie y poetas emblemáticos para todo lector que se preste de serlo como el maestro Walt Whitman.
Y ya que mencionó descubrir, también vale que los muchachos se encuentren con Howard Hughes.
Cuando escucho los gritos y suspiros de la audiencia joven al ver Bajo la misma estrella o Ciudades de papel, quisiera invitarles a que pasen por el universo de uno de los directores que mejor entendió a los jóvenes en la década de 1980: John Hughes.
Este realizador hizo un par de películas llenas de sentimiento y valor que tenían a los muchachos como sus estrellas únicas: 16 velas (1984), El club de los cinco (1985) y Todo en un día (1996). Se las recomiendo con los ojos cerrados.
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