¿La justicia es el sendero indicado? ¿Lo será la fe o la codicia o la libertad? No, es la venganza como consuelo y liberación.
Hay personajes de Juegos de Tronos que no desean perdonar a los que le han hecho daño. Lo suyo es la venganza en su estado más natural.
Esto quedó claro en el décimo y último capítulo de la sexta temporada de una serie que ha confirmado ser una de las más relevantes de la actualidad en la pantalla chica mundial.
Los hombres y mujeres de este programa no buscan perdonar ni olvidar las faltas contra ellos cometidas. Tampoco les molesta que al vengarse sean igual o peor que sus enemigos. Aspiran a tener la placentera ocasión de poner en su sitio a sus opresores.
Pagar viejas deudas como un manjar para saborear de a poco, tal como describía la forma de ejecutar una buena venganza, de acuerdo con el escritor Walter Scott, ese fue el eje del episodio del domingo pasado.
“Una persona que quiere venganza guarda sus heridas abiertas”, señaló en una ocasión el filósofo Francis Bacon.
Parece que los guionistas David Benioff y D.B. Weiss tenían ese principio entre ceja y ceja cuando escribieron el capítulo The Winds of Winter (el más extenso de la saga con 69 minutos), que de paso es el título que tendrá la muy esperada sexta novela de G.R.R. Martín, autor de cuyas obras bebe esta sensacional creación audiovisual de la admirable HBO.
Si el capítulo La batalla de los bastardos fue el mejor de toda la serie en términos de producción y diseño, este décimo es el más destacado en cuanto a dramaturgia se trata, pues sus giros argumentales fueron excepcionales y su espíritu y tono épico fueron sensacional.
La condición de impredecible del programa ya no solo es territorio de los que no hemos leído las obras de Martin, sino que también para los lectores de los libros todo lo ocurrido fue una novedad.
Todo aquel que señaló altibajos en algunos momentos de esta sexta temporada debe ahora admitir que el cierre del domingo pasado fue magistral.
DAMAS FUERTES
El poderío de los personajes femeninos está en plena ebullición dentro de una trama que no termina de sorprendernos. Esto para aquellos que han reducido a Juego de Tronos como un mero programa machista.
Si en el noveno Sansa Stark hizo la diferencia antes que Jon y el resto de su ejército estuviera cerca de desaparecer a manos de Ramsay Bolton, en el más reciente fue la que no arde y Cersei las que se alzaron con la copa con sus acciones en pos del poder, no importa qué métodos deben utilizar para ese fin.
Lady Lyanna Mormont y Arya Stark no se quedaron atrás en sus respectivos desempeños. Sus intervenciones fueron decisivas y brillantes.
Lyanna proclamando al Rey del Norte, mientras Arya cumpliendo el contenido de su lista de aquella gente que debía eliminar para vengar la muerte de su padre, su madre y su hermano.
CERSEI
Por ejemplo, Cersei, quien estaba ante su eminente muerte, salvo que su sed de venganza y su astucia le ayudaran a salir victoriosa. Ella que fue tantas veces humillada y experimentó el ser minimizada y el sentirse aterrada, ahora fue la que inspiró un respeto sustentado en el miedo. De paso, durante aquel explosivo día, su hijo, el rey, conoció su fin.
Mientras un sumo sacerdote, que representaba al fanatismo religioso que ha provocado tanto dolor desde hace siglos a la humanidad, no lo salvó nadie de su incendiario destino. Se trató de un gorrión que el fuego derritió sus alas y lo llevó de golpe a visitar a sus siete supremos dioses.
Por sus actos, Cersei, la que eliminó a su esposo y disfruta tener sexo con su hermano; ella, la reencarnación de Nerón convertida en mujer, se le quiere y se le odia, se le admira y se le detesta; porque es un ángel de las tinieblas que, a veces deja mostrar alguna engañosa luminosidad.
Su manera de resolver sus conflictos eliminó de un golpe a una buena cantidad de integrantes del elenco de la serie. No por menos en 2015 G.R.R. Martin dijo que “hay como 15 personajes muertos en la serie y vivos en los libros (risas). Dicen que yo soy cruel, pero David Benioff y Dan Weiss son más crueles que yo”.
ARYA
Arya, la más salvaje y lúcida de los Stark, la que desde pronto entendió cómo son las reglas del juego macabro de la maldad, es dueña ahora de más de un rostro. Con este don puede ejecutar con mayor eficacia a los que la han herido en cuerpo y alma. No descansará hasta darle cumplimiento a su misión.
Lord Walder Frey, el que le dijo a Jaime Lannister que “el miedo es algo maravilloso”, el domingo pagó caro lo que hizo en la Boda roja, cuando asesinó a sangre fría al Rey en el Norte, Robb Stark, a la madre del monarca, Catelyn Tully, y a miles de sus súbditos.
Ahora Frey vio reír a Arya, quien ya no está atada a Braavos, y disfrutó de su venganza.
MADRE DE DRAGONES
Daenerys Targaryen, la rompedora de Cadenas y la Madre de dragones, se hizo a la mar a conquistar otros reinos, en particular, a Poniente.
En Meeren dejó a un amor y casi no le afectó a su corazón esa decisión. Ella es cada vez más fuerte y está dispuesta a sellar alianzas casándose con quien corresponda, aunque no lo quiera.
La acompañan en su travesía sus tres hijos alados, sus consejeros, cientos de barcos y miles de guerreros. Todo está en marcha rumbo a vencer a quien se interponga.
Bueno, hablando de relaciones, Martin no se especializa en darle buenos finales a las historias de amor en Juego de Tronos. Como muestra, cómo terminaron los romances entre Lady Stark y Ned; Jon Snow e Ygritte, y Tyrion Lannister y Shae.
BRUJA
Melisandre sabrá revivir a los fallecidos, pero casi terminó sin cabeza de manos de un iracundo Davos, quien la denunció ante a Jon.
-“¡Dile lo que le hiciste!”, le retó el caballero a la longeva bruja.La sacerdotisa recibió entonces un castigo igual o peor que perder la vida.
REY DEL NORTE
Jon Snow, el bastardo admirable, el que era un mero segundo cuando ingresó a la Guardia Nocturna, que también era un segundo entre la gente de su propio territorio, incluso era uno menos dentro de una familia que de alguna forma lo quería por ser, en parte, de su propia sangre.
La venganza de Jon es más santa, si aquello es posible en Juego de Tronos y en la existencia diaria.
La suya es una venganza poética e irónica, y por ello, justiciera: estar de último en la fila y ahora ser proclamado, por unanimidad, como el Rey en el Norte.
Por otro lado, el origen de Jon, que en los libros es más evidente, el domingo ya quedó más diáfana.
Es un Targaryen y un Stark al mismo tiempo, por ahora, con notables opciones de ser el dueño del trono de hierro, o por lo menos con igual posibilidad que la madre de dragones.
SAMWELL
“La vida es irregular”, sentenció Samwell Tarly, el hijo mayor de Lord Randyll Tarly y Lady Melessa Florent.
El mejor amigo de Jon Snow llega a esa conclusión cuando, en compañía de Gilly y su hijo, llega a la inmensa y hermosa biblioteca de Antigua, tan hermosa y completa que hubiera sido la delicia de Jorge Luis Borges.
La venganza de Samwell también fue poética. Este inusual miembro de la Guardia de la Noche, pasado de peso, tímido y torpe para la batalla, encontrará entre los libros la manera de ayudar a Snow a vencer a sus enemigos.
PODER
Todas esas venganzas en Juego de tronos se entrelazaron con actos igualmente peligrosos y cercanos a la locura: el poder, y su hija, la ambición, dos acciones que han impulsado al hombre a cometer los peores crímenes y a emprender fascinantes conquistas.
Como siempre ocurre en esta serie, nadie es tan inocente ni tan culpable, ni tan deshonesto ni tan hereje, ni tan heroico ni tan valiente. Son humanos gobernados por sus ansias de obtener o mantener grandes o pequeñas seguridades.
Son seres imperfectos, unos más superiores e inferiores que otros en sus ideas, pero siempre en busca de lo más conveniente para ellos mismos o para sus regiones o para sus clanes.
En ese cierre magistral del domingo se repitió lo ya sabido en Juego de Tronos: nadie está seguro, nadie tiene comprada su vida, nadie está por encima de los guionistas que juegan con sus personajes con una destreza digna de un William Shakespeare, ese dramaturgo que supo explicarnos muy bien el significado de la Ley del Talión: “ojo por ojo, diente por diente”.
La premisa de varios personajes el domingo fue destruir para gobernar, destruir para acabar con tus adversarios, y destruir como un acto de venganza, cueste lo que cueste.
Como es usual en Juego de Tronos, se alcanzaron y se sellaron promesas y traiciones a punta de sangre y fuego, en donde la muerte liberó a unos y condenó a otros.
“La guerra no ha terminado”, confirmó Jon Snow, quien sabe que el invierno llegó y los caminantes blancos están a la vuelta de la esquina. Por lo que hay futuros increíbles momentos que nos seguirá brindando este programa.
Después de este décimo capítulo siempre pasa lo mismo, y ahora más que nunca: uno queda con un sentimiento de orfandad, de vacío, de no saber qué hacer para que un año pase a la velocidad del rayo.
¿Qué les pareció este décimo capítulo?
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