'Mad Max: furia en el camino': un mundo enfermo y veloz

'Mad Max: furia en el camino': un mundo enfermo y veloz
'Mad Max: furia en el camino': un mundo enfermo y veloz


Mad Max, salvajes de la autopista (Australia, 1979) se rodó en las cercanías de Melbourne durante 12 semanas, con un presupuesto de 350 mil dólares.

Esta producción la dirigió George Miller, quien consiguió el dinero de sus ahorros como médico de urgencias, más préstamos y productores que se arriesgaron con una cinta abrumadora.

Recaudó 100 millones de dólares. Tomando en cuenta costos contra beneficios, se convirtió en una de las películas con más dividendos en los anales del séptimo arte, un récord que mantuvo hasta que llegó a las salas Las brujas de Blair (1999), que se hizo con 60 mil dólares y logró una boletería global de 248 mil 6 millones de dólares.



George Miller tomó como fuente de inspiración el filme 2014: Apocalipsis nuclear (1975) y asignó su protagónico a un actor casi desconocido, Mel Gibson, quien tenía 21 años cuando entró en la piel de Max Rockatansky, un policía que no le temblaba la mano a la hora de poner en su sitio a los más temibles pandilleros sobre ruedas.

En 1981 aparece la continuación: Mad Max: el guerrero de la carretera, con un hombre que ya no representaba a la ley sino que su ideal era practicar la venganza. Después apareció la única débil del grupo, Mad Max: más allá de la cúpula del trueno (Australia, 1985), con una Tina Turner como una villana esplendorosa.

Luego, la veta de la Serie B en tono minimalista cerró sus puertas, hasta ahora.

La primera entrega de 'Mad Max' se remonta a 1979, y luego la saga continuó en 1981 con 'Mad Max: El guerrero de la carretera' y en 1985 con 'Mad Max: Más allá de la cúpula del trueno'.





EL BOSCO REGRESA 

Lo nuevo es Mad Max: furia en el camino (Australia), que es todo menos sutil, pues es un ejercicio intenso, dramático y virulento.

George Miller, co-escribió las tres primeras películas, demuestra con esta cuarta entrega de su franquicia, que es uno de los pocos realizadores que por estos días produce una película de acción valiente en su puesta en escena, en su ritmo y en su edición.

Mad Max: furia del camino es como un austero videojuego que vemos en la pantalla grande durante enigmáticos 120 minutos.

Como dijo Peter Bradshaw, de The Guardian, es como si el cuestionable videojuego Grand Theft Auto fuera rediseñado por El Bosco. O como señaló Robbie Collin, del Telegraph: “Imagínate que El Circo del Sol recrease una pintura de El Bosco y alguien prendiese fuego al teatro”.

Estamos ante un largometraje imparable, que nunca se detiene, que siempre avanza a toda velocidad. Tiene pocos diálogos y se acerca al espectador, casi exclusivamente, en términos visuales, pues son sus imágenes las que conducen una trama, para qué engaños, sencilla. Estamos ante una producción que irradia adrenalina por cada costado. Es un estudio sobre la capacidad animal del ser humano en circunstancias límites y de lo que es capaz nuestra especie para sobrevivir un día más en un planeta desértico y herido de muerte.Sus personajes son piltrafas que respiran; son individuos con caras y cuerpos llenos de cicatrices, con la conciencia y el alma tan agrietadas como las carreteras por donde deambulan y atacan a sus semejantes.Son luchadores en una batalla perdida de antemano, pues residen en un mundo donde no hay agua ni vegetación, ni nada parecido a la salubridad, sin señales de tener un mañana.



Mad Max: furia en el camino es la mejor película de acción de 2015 y la más realista en estos tiempos en que el departamento de efectos especiales quiere hacer cada toma de riesgo desde la seguridad de un ordenador. El porcentaje de secuencias elaboradas por CGI (imágenes generadas por computadora) son mínimas, es decir, los automóviles y motos que vemos volar por los aires, que se estrellan y explotan, sí, eso ocurre de verdad ante nuestros ojos, que no dan fe de esa maravilla de destrucción masiva que es esta atractiva y feroz película de George Miller.

Sus violentas persecuciones son una versión, con mayor sentido estético y veracidad, que las exageraciones (que violan toda regla de la física básica) de las coreografías de Rápido y furioso, una saga que parece sacada de un canal para bebés si las comparas con Mad Max: furia en el camino.

En términos argumentales cabría el calificativo reinvención, porque eso es lo que hace George Miller con este siguiente capítulo de su franquicia, va más allá de lo que logró en las cintas protagonizadas por Mel Gibson, un actor que todavía entre el 2002 y el 2003 había anunciado que retornaría a su papel y que iba a cobrar 25 millones de dólares por protagonizar la cuarta entrega de la saga, pero aquello nunca ocurrió. 

‘WESTERN PUNK’

En las cuatro, el que resalta es la figura del antihéroe apocalíptico (ahora en la piel de un cabal Tom Hardy), una versión futurista y punk del vaquero sin nombre típico del spaghetti western, pues en ambos géneros estamos ante un nómada, cáustico y fiero, que es un salvador a pesar de no quererlo ni merecerlo, y aunque no sea un ejemplo de moral y buen comportamiento, es quien saca la cara por la justicia y la equidad.

Este regreso a un mañana enfermo tiene como una de sus novedades, que nos ofrece una antihéroe fascinante: Emperatriz Furiosa, encarnada con dureza por una irreconocible Charlize Theron, quien aparece con su pelo rapado (ella misma propuso este estilo de corte a Miller), cubierta de polvo y con un brazo mecánico. Es cruel y sanguinaria si lo ponen a prueba.

¿Qué recuerdos tienes de la saga de Mad Max? ¿Qué te pareció Mad Max: furia en el camino? ¿Tom Hardy estuvo a la altura de Mel Gibson?

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