Una gran parte de las mejores historias dramáticas en Estados Unidos se transmite por la pantalla chica. Sí, leyó bien. La más destacada inventiva audiovisual la encuentra con más facilidad en la sala de su casa que en un cine.
La audiencia formada se queja que en el cine comercial hecho en Hollywood hay pocas tramas valiosas y que solo encuentra cierta alegría inteligente en el cine independiente.
Para ese grupo de admiradores de lo pensante, le tengo una noticia feliz, el ideario indie también está presente en la llamada caja tonta, que no tiene nada de superficial, por lo menos en los casos que hablaré unas líneas más abajo.
Lo mejor de la imaginaria norteña de imágenes se da por episodios de una hora de duración y su acceso en nuestro territorio es más sencillo que esperar que los largometrajes interesantes estén en el istmo.
Más de un programa televisivo ha logrado capturar a profundidad las crisis de nuestro tiempo, y lo hacen con el mismo riesgo y audacia que la más destacada película de bajo presupuesto proyectada en los festivales de Sundance o Toronto.
Ya se habla de que lo esencial hoy día no es solo ser un cinéfilo, sino que ya da gusto decir que uno sufre de esa deliciosa enfermedad que es la telefilia.
Si escritores clásicos como Stendhal, Émile Zolá y Gustave Flaubert estuvieran vivos, seguramente fueran guionistas de televisión (principalmente, para la cadena por cable HBO o Showtime).
La nueva época de oro del drama televisivo comenzó con Los Soprano (1999-2007), ese magnífico homenaje que hizo David Chase a la mafia italoamericana, aunque fundamentalmente era una exploración sobre la violencia y el deteriorado sueño americano.
Este thriller criminal sobre una familia mafiosa obtuvo una veintena de premios Emmy, incluyendo mejor drama, guión, actriz (una extraordinaria Edie Falco) y actor principal (un inolvidable James Gandolfini).
Y es mucho decir que Los Soprano es maravillosa, tomando en cuenta que el séptimo arte ya ha ofrecido ejemplos magníficos sobre la caída y ascenso del poder tomado a la fuerza en las manos de Martin Scorsese, Brian De Palma y Francis Ford Coppola, entre otros directores.
Dicho sea de paso, si esa línea en torno a la mafia le agrada bastante, especialmente lo ocurrido durante los años 1920 (una de las décadas más mimadas por la Meca del Cine), entonces no puede perderse una sola entrega de Boardwalk Empire, por cuyo primer capítulo obtuvo el domingo pasado Scorsese un merecido premio Emmy por dirigirlo.
Ese universo hecho por Terence Winter, proyectado por HBO desde 2010, logró dos Globos de Oro como mejor drama y actor principal (un fabuloso Steve Buscemi).
Si el palpitar de las calles le llama la atención, tampoco puede perderse el realismo sucio de The Wire (HBO/2002-2008), creada por David Simon y que se concentra en recordarnos que la sociedad moderna está carcomida por la corrupción gubernamental y privada, sin olvidar el daño que nos hacen las drogas y la desigualdad social.
Con mucha cámara en mano y con marcado toque a documental, The Wire nos ofrece un retrato sesudo de lo que ocurre en los bajos fondos de Baltimore.
Ni hablar de la anarquista Breaking Bad (AMC/2008-), un invento de Vince Gilligan sobre un profesor de química que comienza a vivir intensamente cuando se le diagnostica un cáncer terminal de pulmón y tiene a lo sumo dos años más para seguir en esta tierra.
¿Qué hacer para enfrentar tamaño reto? El enojo de Walter (un inmenso Bryan Cranston) contra todo permite desarrollar un bizarro drama criminal donde no falta la desilusión del hombre contemporáneo.
Si bien ha perdido algo de impulso en su última temporada y aunque es más una comedia que un drama en regla, me sigue pareciendo recomendable Weeds (Showtime/2005-), ese subversivo invento de Jenji Kohan sobre las madres que son capaces de todo con tal de salvar a su clan: Marie-Louise Parker interpreta a una señora de buen ver que vende marihuana.
Además, Kohan estudia desde el humor negro y sin complejos morales, temas que al mundo en general le da cosa cuestionarse: las drogas, la sexualidad y lo aburrido e hipócrita de lo políticamente correcto.
También sería válido que no pierdan de vista a Treme (HBO/2010-), del mismo padre que The Wire más la colaboración de Eric Overmyer, que tiene su punto focal en el New Orleans después del paso del feroz huracán "Katrina".
Aunque en el fondo, lo de Treme es denunciar cómo un sistema económico demasiado concentrado en el ganar y no en el invertir en la gente crea un mundo desbalanceado en el que las riquezas se las quedan unos pocos que explotan a unos muchos.
De todos los programas antes mencionados, la supremacía actual la tiene la muy querida y admirada Mad Men (AMC/2007-), que por cuatro años consecutivos ha obtenido el Emmy en el aparte de mejor drama (esto lo confirmó el domingo pasado en la ceremonia del Emmy).
Se trata de una cuidada y minuciosa postal de la década de 1960, pero lo hace sin glorificar esos años que han sido proyectados con puros clichés en la mayoría de las producciones, sino que su creador Matthew Weiner nos plantea cómo andaba el estadounidense promedio en una época de transición en lo político, lo social y lo económico.
A lo interno de la firma de publicidad Sterling Cooper's (y después de que se separaron algunos de sus miembros), se muestra toda la bajeza y grandeza del ser humano atormentado por el pasado y sus conflictos del presente: crisis de identidad, consumismo, soledad, depresión, la infelicidad, sexo, insatisfacción y alcoholismo.
La emotiva y tensa Mad Men, sobre las conquistas y fracasos del publicista Don Draper (aplausos por John Hamm), ha cosechado 14 premios Emmy, cuatro Globos de Oro y dos Bafta (el Oscar inglés). Es una perfecta combinación entre las películas de los norteños Douglas Sirk y Stanley Kubrick, y las películas firmadas por el francés Claude Chabrol.
En otro momento comparto mis impresiones sobre la comedia estadounidense televisiva, que también tiene buenos representantes modernos.
¿Has visto algunos de los dramas mencionados? ¿Qué opinión te merecen? ¿Tienes otros títulos recientes que deseas compartir?