Manuel Adán Vásquez (abril, 1934) es oriundo de Puerta de Tierra, en El Higo, comunidad de San Carlos, donde aprendió a valorar y a querer a la naturaleza.
Recuerda que la fauna y flora de su niñez eran exuberantes, con ríos caudalosos y árboles gigantes, de planicies interminables y montañas que casi rozaban el cielo, una especie de paraíso terrenal ubicado en el istmo.
Cuando era pequeño, caminaba hora y media para llegar caminando a la escuela primaria. Debía atravesar dos ríos y largos senderos. Su principal distracción era ver el paisaje que le rodeaba, y esa contemplación hacía que siempre quedara rezagado del resto de sus hermanos que iban al colegio.
En el salón de clases y en sus horas libres en su casa, comenzó primero a dibujar y después, a pintar esos escenarios idílicos que eran parte de su entorno.
Manuel Adán Vásquez es un maestro de la pintura nacional y uno de los mayores exponentes del paisajismo. Por eso, el Museo de Arte Contemporáneo presenta una retrospectiva de su obra plástica, que reunirá telas hechas entre mediados de la década de 1960 y la actualidad.
RECUERDOS
Manuel Adán Vásquez es un viejo amigo del Museo de Arte Contemporáneo (Mac), donde ahora presentará la retrospectiva “Paisaje interior”, que está en el Mac hasta el 11 de mayo.
La vez anterior fue en 1990. Sin contar las cuatro ocasiones que presentó sus obras cuando este espacio cultural recibía el nombre de Instituto Panameño de Arte, y aquello fue en los años 1967, 1968, 1972 y 1977.
“Ahora sí es una retrospectiva”, comenta emocionado el artista cuando me llama por teléfono el sábado pasado para confirmar que se podrán exponer obras suyas de mediados de 1960, lo que pensaba imposible porque no tiene pinturas de esa década, y que se podrá gracias a la colección permanente del Mac.
“Solo faltarían mis pinturas cuando estudiaba en la Escuela de Artes Plásticas, que se me fueron de las manos y no sabría dónde encontrarlas”, dice sobre aquellos días cuando iniciaba en el oficio plástico y recibió valiosos conocimientos de los maestros istmeños Juan Manuel Cedeño y Alfredo Sinclair.
“Paisaje interior” está integrada por 38 cuadros, la mayoría de gran tamaño, y 16 miniaturas, todas óleo sobre lona.
Se trata de paisajes sabaneros, buena parte pertenecientes a la serie “Homenaje al trópico”, compuestos por telas de colores calientes en primer plano, en especial rojos, ocres y amarillos, y al fondo dominan los colores fríos.
Están presentes las colinas y las serranías azules y verdes, sello personal de Vásquez, sitios y colores que le recuerdan a este pintor su infancia, y al espectador lo llevará a un medio ambiente panameño que va desapareciendo de a poco.
Las serranías siempre fueron queridas por este creador. Recuerda que cuando era chico le pidió a un tío que lo llevara en una excursión a El Valle de Antón, para estar cerca de esa naturaleza que de niño solo observaba de lejos desde El Higo, de San Carlos.
El tío le cumplió el deseo porque aprovechó para visitar a un familiar suyo que había comprado un cafetal en El Valle. Hizo el paseo junto con otros primos y vio los cerros de primera mano.
Se dio cuenta de que no eran azules como pensaba, sino verdes, y le preguntó a su tío el porqué de ese hecho extraño y su adulto no le pudo descifrar el misterio, enigma que después le encontraría respuesta cuando estudió formalmente pintura.
Ahora el paisaje en Vásquez es cada vez más simple, que no quiere decir menos exigente, sino que es una pintura más precisa con los elementos esenciales.
Esto es así para que el paisaje “esté más abierto y más libre, con más color que antes, en especial los colores calientes en los primeros planos y los fríos en la profundidad. Esto le da a los cuadros más interés y fuerza. Antes había más colores fríos. Ahora es una combinación”, explica Vásquez, que tuvo un breve romance con el abstracto, explorando posibilidades, aunque después regresó al amor de su vida: el paisaje.