Noé, mucha lluvia y censura innecesaria



Desde que era niño, la historia del emprendedor Noé intrigó a Darren Aronofsky, quien considera a este personaje como el primer ambientalista de la humanidad.

Por entonces, una preocupación habitual del futuro cineasta era si él sería candidato para estar a bordo de esa arca legendaria.

Cuando tenía 13 años escribió un cuento a partir de ese hecho bíblico en su apartamento en Brooklyn (Nueva York). Aronofsky piensa que ese fue el inicio de su posterior labor como narrador audiovisual.

Muchos años más tarde, luego de probar que es un director confiable en proyectos independientes como Pi y Black Swan, le dan luz verde para rodar una producción de 130 millones de dólares sobre ese hombre que construyó una inmensa nave para recoger a una pareja de cada animal.

ASUNTOS DE FE

Si hay un tipo de película que despierta enojos de diversos sectores son aquellas de índole religiosa, más cuando se trata de figuras como la de Noé, que aparece en la Biblia, en la Torá y el Corán.

Noé, dirigida por Darren Aronofsky y protagonizada por Russell Crowe, integra una lista de títulos vinculados a la fe que han despertado sentimientos encontrados, una reacción reaccionaria que en su momento también experimentaron La última tentación de Cristo, de Martin Scorsese; El Código Da Vinci (2006), de Ron Howard; y La Pasión de Cristo (2004), de Mel Gibson, entre otras.

Aunque Paramount Pictures, el responsable de Noé, destacó en su campaña promocional que había “tomado una licencia artística” sobre el hombre que hizo frente a un diluvio universal y a pesar de que la última versión del guion se la dio a leer a varios líderes religiosos, estas medidas no bastaron.

Sobre el tema de ser fiel o no a las Sagradas Escrituras cuando se trata de una obra de arte, Aronofsky se preguntó recientemente: “¿Qué es literalidad a la hora de interpretar y hacer una representación artística del texto? ¿Es el David de Miguel Ángel una interpretación literal de cómo lucía David?”

Estas disquisiciones del realizador no bastaron para calmar las preocupaciones.

Parte de la lluvia intensa provino de algunos directivos de la Paramount Pictures, que tuvieron sus propias diferencias con Aronofsky sobre el final de Noé.

Aunque la mayoría de las acusaciones provinieron de representantes religiosos.

Por ejemplo, la institución religiosa egipcia Al Azhar, el Consejo de los Grandes Ulemas y la Academia de los Estudios Islámicos, así como el Centro Nacional de Medios de los Emiratos Árabes Unidos, atacaron a esta producción “por representar la figura del profeta Noé”, lo que es contrario a la ley islámica.

Este tipo de propuestas, agregaron en un comunicado, son “incompatibles con la posición de los profetas, perjudican la fe y los principios de la sharía o ley islámica; y afectan a los sentimientos de los creyentes”.

Por tal motivo, este filme sobre Noé, a quien se refieren en árabe como Nuh, no se exhibió en varios puntos del mundo musulmán.

Mientras que La pasión de Cristo sí se exhibió en buena parte de esa región, aunque de forma restringida en países del Golfo.

Por el lado de los cristianos y católicos, Noé también causó incomodidades. Los más conservadores se quejan de que no se apegaba al Viejo Testamento. ¿Era obligación ser fiel al original? No, el cine de ficción es un arte que interpreta y no tiene obligación de ser un documental.

Por ejemplo, se molestaron porque los ángeles caídos no ayudaron a Noé a construir la embarcación; que Noé tampoco luchó contra nadie y que le propuso a la gente que subiera, pero nadie le creyó hasta que fue demasiado tarde; que sus tres hijos tenían sus correspondientes esposas (en la trama andaban en busca de su media naranja con ansías locas) y que no hubo ningún polizón dentro de la nave.

Lo irónico es que los momentos interesantes de Noé son precisamente cuando estas premisas argumentales se desarrollan casi hasta sus últimas consecuencias.

Como la parte de Noé ocupa pocas páginas del Génesis, Darren Aronofsky decidió imaginarse conflictos dramáticos a lo interno de su familia, que iban desde el impacto para su clan si Noé cumplía al detalle lo pedido por Dios hasta las tentaciones de todo tipo que se dieron a bordo de la nave.

Estas acusaciones están fuera de lugar, pues le dan demasiada importancia a una película industrial de Hollywood. No le pidan peras al olmo.

Porque eso es Noé, un largometraje para que la gente vaya al cine, compre sus palomitas de maíz, se asombre con los efectos especiales y sienta que está viendo una especie de El Señor de los Anillos. Nada más.

Para lo único que funcionó la serie de diatribas contra Noé es para demostrar que somos poco tolerantes como sociedad y que algunos ejercen con gusto la censura contra los demás, demostrando, en un acto de vanidad y prepotencia, que la única verdad que existe es la suya.

Por tantas camisas desgarradas, Noé se exhibió en 60 países, una cantidad modesta para una producción de su calibre financiero.

Noé no funciona al 100%. La culpa no es porque incumple con el contenido de un texto sagrado. La razón es porque Aronofsky no se concentró en un solo género, en un solo tono y en un solo ritmo. Quiso quedar bien con varios frentes y al final le falló al séptimo arte.

¿Qué les pareció Noé? ¿Merece la polémica que despertó en algunos sectores?

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