Los actores del cine y la televisión estadounidense siempre han tenido una relación directa con Broadway, y la meca del teatro norteño les abre sus puertas porque, por lo general, son garantía de temporadas de buena taquilla.
No es causalidad que los tres nombres que más público atraen a Broadway sean seres mediáticos del audiovisual, como lo son Al Pacino, Denzel Washington y Hugh Jackman.
Los intérpretes de Hollywood encuentran en las tablas de Nueva York el prestigio que necesitan para demostrar que son artistas en el amplio sentido de la palabra, o bien estar en proscenio les recuerda sus tiempos cuando hicieron teatro en su lejana juventud o hacer arte en directo les lleva a un vértigo que no encuentran durante los largos meses de rodaje de una producción y una serie televisiva.
Para ello, participan en temporadas cortas, entre 14 y 20 semanas, en las principales salas escénicas ubicadas en los alrededores de la popular y bulliciosa Times Square, usualmente en dramas que les permitan brillar con luz propia.
Por ejemplo, entre octubre y diciembre están en Broadway Al Pacino en China Doll, en el Gerald Schoenfeld Theatre; Keira Knightley en Térése Raquin en el Studio 54, y Clive Owen y Kelly Reilly en Old Times en el American Airlines Theatre.
Además, también están hoy día sus colegas James Earl Jones en The Gin Game en el Golden Theatre; Sam Rockwell en Fool For Love en el Manhattan Theatre Club; Bruce Willis en Misery en el Broadhurst Theatre; Matthew Broderick en Silvia en el Cort Theatre y Kathleen Turner en Would you Still Love Me If.
CIFRAS
Broadway League, de acuerdo con datos obtenidos por el diario español El País, anunció que las 40 salas que componen este distrito teatral recaudaron en el período 2014-2015 la suma de mil 309 millones de dólares “en las 52 semanas que ha durado esta temporada, un 7.6% más que en el periodo 2013-2014, y superaron los 13 millones de espectadores, un 7.3% más que el año anterior”.
En 2014-2015 se presentaron en Broadway 15 musicales, 20 dramas y 2 espectáculos especiales (sin incluir la programación completa del off Broadway).
Los espectáculos que fueron un imán para la boletería fueron, en orden de convocatoria, los musicales El rey león, Wicked, The Book of Mormon y Aladdin.
No es una sorpresa que los dramas rentables de la temporada pasada fueron aquellos protagonizados por estrellas del séptimo arte, como fue el caso de Raisin in the Sun con Denzel Washington, Cabaret con Michelle Williams y Alan Cummings, y De ratones y hombres con James Franco.
Por su parte, los musicales tratan de no depender tanto de figuras notables.
Por ejemplo, Hedwig and the Angry Inch tuvo una recepción grandiosa gracias a la presencia de Neil Patrick Harris, pero cuando la estrella regresó a los sets de grabación, este musical trasgresor perdió fuelle hasta salir de circulación.
LA LEYENDA
El fenómeno en estos momentos en Broadway, en materia de dramas, es el regreso de Al Pacino, quien prácticamente se tira sobre sus espaldas China Doll.
Esta pieza fue escrita por David Mamet, uno de los dramaturgos contemporáneos más relevantes de la escena estadounidense, expresamente para su amigo Al Pacino.
El ganador del Óscar por Scent of a Woman ha participado en proyectos de Mamet, tanto en las tablas como en el cine y la televisión como Phil Specter, Glengarry Glen Ross y American Buffalo.
En China Doll, Pacino es Mickey Ross, un millonario empresario que tiene todo lo que desea: mujeres hermosas, automóviles último modelo y casas de ensueño.
Ahora tiene novia nueva, una chica que podría ser su nieta, a la que desea sorprender comprando un avión y llevarla abordo de su nave al destino que ella desee.
Todo va bien hasta que Ross recibe una inesperada llamada telefónica: no dejan salir de Canadá su aeronave.
Entonces comienza, con la ayuda de su colaborador Carson (Christopher Denham), a tratar de mover todas sus influencias políticas y económicas para que nada nuble sus planes.
Poco a poco, David Mamet va tejiendo un entramado que permite al espectador ver los defectos de Ross como ser humano, que al final son las debilidades de parte de la sociedad occidental actual: ambiciosa, superficial, egoísta, envidioso y capaz de hacer lo necesario con tal de triunfar y mantenerse en la cima.
La directora Pam MacKinnon, quien ha llevado a Broadway piezas de Edward Albee, propone un montaje sobrio y tradicional, en el que deja lucir los diálogos filosos, brutales e hirientes de David Mamet, pronunciados por un inmenso y fantástico Al Pacino, que está a sus anchas ante una especie de monólogo, pues en la pieza solo es interrumpido una docena de veces por los escasos parlamentos de Carson.
TRÍO PASIONAL
Harold Pinter, premio Nobel de Literatura, escribió Old Times (Viejos tiempos) en 1971, y desde entonces se ha presentado en los principales teatros de Nueva York, Londres, París...
Es un drama intimista, lleno de capas y lecturas, de esas obras que se deben leer dos y tres veces para entender las pausas y las intenciones de Pinter cuando presenta a una pareja de casados y cómo reaccionan cuando llega a su hogar una amiga de su esposa.
Deeley (Clive Owen) está intrigado por conocer cómo era de joven Kate (Kelly Reilly) y una forma de saberlo es escuchar la versión de los hechos narrados por Anna (Eve Best), que compartió piso con Ana hace 20 años.
Old Times, bajo la batuta de Douglas Hodge, es sobre el tiempo perdido, sobre cómo cada quien va construyendo su pasado de acuerdo a su conveniencia, sobre cómo no sabemos todos los secretos de la gente más cercana a nosotros.
Es una drama colmado de símbolos, dobles intenciones, donde nada es lo que aparenta en la superficie y Douglas Hodge tiene las herramientas para que esas incertidumbres se desarrollen con la fluidez necesaria.
Además, Old Times le exige a su trío de actores tejer una telaraña de pistas falsas y de emociones contradictorias para que el público sienta que está ante un cuadro abstracto.
PASIÓN TRUNCADA
El director Evan Cabnet tiene la tarea de convertir en material teatral la exquisita, sexual y poderosa novela Thérése Raquin, de Emile Zola.
Evan Cabnet echa mano de un escenario fragmentado que se va armando de forma mecánica ante los ojos sorprendidos del espectador, pues el mobiliario sale de arriba, de los lados, y en ocasiones las escenas ocurren en distintos niveles dentro del espacio escénico.
Aunque lo mejor es cuando se plantea la escena de un asesinato en un río, pues el río está allí, el bote va por su correspondiente cauce, cuando dos amantes eliminan a un esposo soñador y ese momento clave se logra con maestría increíble.
En términos de texto, Thérése Raquin es la historia más contundente de las tres puestas en escena dramáticas que vi en Broadway.
Cabnet sabe trasladar las dolencias y conflictos de los condenados y torturados hombres y mujeres que habitan una obra que habla sobre los sueños incumplidos y las pasiones insatisfechas.
Keira Knightley ofrece una sólida encarnación de Thérése, una chica a la que le ha tocado perder: su madre muere cuando ella era una niña, su padre la abandona siendo pequeña, su tía (Judith Light) la obliga a convertirse en esposa y enfermera de un primo enfermizo (Gabriel Ebert) que no le atrae en lo absoluto.
Encima, por un buen tiempo residen lejos de París, cuando ella lo que desea es experimentar estar en una metrópoli. Cuando por fin llegan a la Ciudad Luz en 1868, su marido la obliga a estar siempre encerrada en la casa, donde recibe visitas de aburridas personas mayores, salvo la presencia de Laurent (Matt Ryan), el opuesto de su enclenque marido: fuerte, viril, apasionado.
Thérése Raquin es sobre existencias truncadas. Una madre que no puede hacer nada para mejor la salud de su hijo, una chica que desea ser algo más que la señora del hogar y cuyo amante aspira, sin resultados, a ser pintor y rico.
Siga a Daniel Domínguez en Twitter: @DanielDomnguez1 y en Instagram: Daniel.Dominguez2006