'Son de Panamá', de Rubén Blades, el club de las piezas conocidas

'Son de Panamá', de Rubén Blades, el club de las piezas conocidas


El álbum recién premiado con un Grammy Latino, Son de Panamá, como cualquier hecho vinculado con la vida vista desde el arte, se puede observar desde varios ángulos.

Los seguidores del cantautor panameño Rubén Blades esperamos con ansias un nuevo disco del más grande creador de la música nacional de los últimos 50 años, para así descubrir nuevos temas suyos y ser testigos de sus prodigios en el pentagrama.

¿Qué pasa si te encuentras con un álbum que está compuesto por canciones, en su mayoría, ya conocidas por sus seguidores?

Mi primera reacción con Son de Panamá fue la decepción. Es un paseo ya recorrido, pensé.

¿Por qué tomó esta decisión tan cómoda y poco profesional de repetirse a sí mismo? ¿Para irse por lo seguro? ¿Es para no arriesgarse lo suficiente?

Después, cuando escuché Son de Panamá por segunda y tercera vez, lo aprecié desde otra esquina.

¿Qué canciones ya previamente grabadas había incluido en Son de Panamá? Las que no habían terminado de ser éxitos plenos.

Porque a veces pasa que un tema de valía no termina de hacer clic con el público, o lo que es peor, un álbum casi completo no termina de calar lo suficiente en la audiencia por múltiples razones, como pienso que le pasó a Blades con Agua de luna (1987).

¿Por qué ocurre esto? ¿No se hizo el mercadeo adecuado? ¿No se promocionó como punta de lanza la pieza más atractiva? ¿Es un disco que se anticipó a su tiempo? ¿El público no estaba preparado para asimilar una propuesta tan innovadora?

TÉRMINOS DE RESULTADOS

En una extensa carrera como la de Rubén Blades, compuesta por más de 25 álbumes, es lógico que hayan discos inmortales como Siembra (1978), Maestra Vida (1980), Buscando América (1984) y Antecedente (1988), que ya le dieron un lugar destacado dentro de la historia de la música universal del siglo XX.

¿Significa que no tienen tanta relevancia otros larga duración menos afortunados en términos de resultados perfectos de Rubén Blades como El que la hace la paga (1983), Doble filo (1987), Caminando (1991), Tras la tormenta (1995) o Cantares del subdesarrollo (2009)?

En mis siguientes lecturas, me acerqué a otro concepto que creo ofrece Son de Panamá: Blades quería darle una segunda oportunidad a canciones interesantes que no tuvieron la fortuna que merecieron cuando salieron a la luz por primera vez.

Porque si Blades lo que deseaba era retomar viejos temas, lo más fácil y lo más comercial hubiera sido inclinarse por aquellos que lo han convertido en una referencia de la música iberoamericana como Plástico, Decisiones o Pedro Navaja y lo que hizo en Son de Panamá fue todo lo contrario.

Cuando echó mano de su material anterior, lo llevó a otro nivel diametralmente distinto y a sonidos conducidos hacia otros universos, como cuando pasó a ritmos argentinos a “Paula C”, “Pablo Pueblo”, “Pedro Navaja”, “Juana Mayo” o “Adán García” y otros tantos temas sin fecha de vencimiento en su también premiado disco Tangos (2014).

O cuando en Eba Say Ajá (2012), Rubén Blades cantó temas de la hechura de otro inmenso, Cheo Feliciano, y el maestro puertorriqueño hizo lo propio con las historias compuestas e interpretadas por el istmeño como “Juana Mayo” o “Sin tu cariño”.

En Son de Panamá, que hace unos días fue nominado al Grammy estadounidense en la categoría de Best Tropical Latin Album, se inclinó por aquellas piezas que quizás no son obligatorias en el repertorio durante un concierto suyo en el istmo o en cualquier otro territorio. A lo mejor no son de esos temas que uno al terminar un recital suyo dice: “me hubiera gustado que tocara tal” o “todo estuvo redondo en su presentación, pero le faltó tal”.

CANCIONES PREVIAMENTE GRABADAS

Son de Panamá la integran 13 piezas. Entre las ya conocidas están “Caína”, que apareció inicialmente en Escenas (1985); “Ojos de perro azul” de Agua de luna (1987); “Las Calles” y “Olaya”, ambos de Cantares del subdesarrollo (2009) y “Me recordarás”, de Bohemio y poeta (1979).

Estas piezas en Son de Panamá ofrecen un formato distinto al sonido en el que fueron grabadas originalmente. Esto les permite encontrarle otros costados e intencionalidades a los admiradores de uno de los estelares de su faceta como actor en la serie de televisión Fear The Walking Dead  ( spin-off de The Walking Dead).

Son piezas de contenido y crítica social como es la marca de casa del panameño, pues Blades, siguiendo la línea de otras figuras de la música como Johnny Cash, Bob Dylan, Eric Clapton y Bruce Springsteen, escribe sobre la gente normal y sus conflictos cotidianos.

Lo suyo es tratar de denunciar lo que debe mejorarse en esta sociedad global. Su meta es aspirar a que el mundo cambie desde la colaboración del arte.

Son de Panamá va a reconciliar a Blades con sus primeros fanes: los amantes de los ritmos afrocubanos, un sector que no se sintió demasiado identificado con las proposiciones eclécticas y vanguardistas de La rosa de los vientos (1996), Tiempos (1999), Mundo (2002) y Tangos.

Por otra parte, Rubén Blades no es muy dado a interpretar creaciones de otros.

Quizás la última vez que lo hizo con tanto ahínco fue en La rosa de los vientos que al igual que Son de Panamá es una producción 100% istmeña en cuanto a que todo lo referente a ellas se hizo en nuestro país.

Entre los planes futuros de Rubén Blades está llevar a cabo una segunda parte de 'Son de Panamá'





En Son de Panamá aparecen las canciones “Me recordarás”, del cubano Frank Domínguez, que Blades ha interpretado en el pasado en más de una ocasión; así como creaciones de artistas nacionales como es el caso de “Otra canción de amor”, de Rómulo Castro; “Teresa Batista”, de José Pepe Calderón; “El perdón”, de Omar Alfanno y “Vino añejo”, de Roberto Cedeño, que formó parte de La rosa de los vientos.

Por lo que temas propios y nuevos de Blades presentes en Son de Panamá son “Caín”, “Parrhesia” y “En esa casa”.

Caín, que aborda un tema de corte religioso como ya hizo Rubén en Noé, en palabras de Blades en su sitio web “describe la terrible circunstancia del primer asesinato del mundo, según la Biblia. La canción plantea el tema de cómo reparar una acción que entraña un horroroso desenlace, para lo cual arrepentirse no resulta suficiente. ¿Cómo alcanzar la redención? ¿Es acaso posible?”

Para el filósofo francés Michel Foucault, cita Blades, la parresia es “el reconocimiento de la verdad como un deber moral, aunque produzca consecuencias no deseadas a quien la diga”.

Mientras que En esa casa, explica Blades en su página electrónica oficial, “aborda el problema de la violencia doméstica, una transgresión inaceptable que ocurre en nuestras sociedades y que se ha recrudecido en los últimos años. En toda Latinoamérica, los casos de violencia contra la mujer van en aumento”.

En términos de producción, Son de Panamá ofrece un gran nivel. Buena parte del crédito recae en el talento de Roberto Delgado y su orquesta, quienes han acompañado a Blades desde hace más de un lustro en los conciertos que el responsable de Pedro Navaja ha realizado en distintos escenarios de Europa, Estados Unidos y Latinoamérica.

Como cada vez se hace más usual, en este disco aparece la inconfundible voz de Medoro Madera (alter ego de Blades), quien en esta ocasión ofrece su propia versión de La Caína.

Entre los planes futuros de Rubén Blades está llevar a cabo una segunda parte de Son de Panamá, más un proyecto dedicado a los boleros, así como producirle un disco entero solo para que Medoro Madera haga de las suyas, un cantante quien hizo su debut en La rosa de los vientos al interpretar “Un son para ti”.

Hay un riesgo tomado en Son de Panamá cuando opta por buenas canciones poco afortunadas y se le agradece a Rubén Blades porque en la industria de la música, como en otros linderos del mundo del entretenimiento lo que sobra son los artistas superficiales y dados a repetirse o calcar a otros colegas.

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