Belén hacía con los ojos cerrados lo mejor de la cocina cubana tradicional: flan de calabaza, ropa vieja, pudín con licor de cacao, picadillo a la criolla...
Rosa María Britton, que convirtió a esta sencilla cocinera en una de las protagonistas de su nueva novela Tocino del cielo (Suma de Letras), no se queda atrás en eso de tener habilidad de crear sabrosos platillos provenientes de aquella isla caribeña, como los frijoles negros con arroz blanco, plátanos en tentación, yuca con mojo, el puerco asado...
Se recuerda a sí misma de niña metida en la cocina entre guisos y especias. Viene de una familia que adora las recetas, las ollas y los sabores. “Soy hija y nieta de guajiros, que saben cocinar muy bien. Siempre he sido muy cocinilla y me crié viendo lo que hacían en la cocina”.
Uno de sus hijos, Walter, salió igual a la madre en esa fascinación por cocinar, y por eso le dedicó Tocino del cielo. “Ahora él vive en Miami y a la única que deja entrar a su cocina es a mí cuando voy de visita”, ríe.
“Me encanta comprar cuanto aparato inventan para la cocina. Walter me molesta y me dice que cuando voy a Miami paso tanto en los almacenes de cocina como otras personas lo hacen en los casinos”, dice la también médica.
Britton, de padre cubano y madre istmeña, es el tipo de comensal que si disfruta de un platillo en un restaurante, no solo le manda felicitaciones al chef, sino que además pide permiso para visitarlo en su cocina.
Tocino del cielo es un homenaje a la cocina en general y a la hecha en Cuba en particular. “Me molesta la gente que dice que ni muerta entra en una cocina, ni en la propia”, afirma.
Opina que la cocina es un elemento importante en la memoria de los pueblos, de la nacionalidad y de las familias. “La comida dice de dónde vienes y quién eres. Tú estás en Berlín, comes un sancocho con culantro y te transportas enseguida a Panamá”, agrega la ganadora en varias ocasiones del premio Ricardo Miró.
Su familia paterna era de la comunidad cubana de San Cristóbal. “En ese pueblo aprendí a hacer la comida campesina y en La Habana tenía dos tías de clase media baja que me enseñaron la cocina urbana”.
EL PASADO Y PRESENTE DE CUBA
A la novelista, dramaturga y cuentista Rosa María Britton (Panamá, 1936) le parece excelente el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba.
Estados Unidos tiene vinculación con países regidos por gobiernos polémicos como Vietnam, Arabia Saudita y China, “y ¿por qué no con Cuba? Ya es hora de estar más cerca, independientemente de lo que esté pasando dentro de Cuba, que aunque a mí no me guste lo que pasa a veces, sí hay muchas cosas que se pueden moderar”, plantea la autora de libros como El ataúd de uso y No pertenezco a este siglo.
Le da la impresión de que los hermanos Fidel y Raúl Castro, que han estado en el poder en Cuba desde 1959, “son viejos y se han preguntado: ¿quién se va a hacer cargo de este país? Aunque Fidel no ha dicho ni esta boca es mía sobre las relaciones con Estados Unidos”.
El reencuentro entre ambos países se ha demorado por “la tozudez de Fidel Castro, que piensa que todo lo que hizo estuvo bien. La revolución cubana acabó con una sociedad floreciente, que queda representada en el Tocino del cielo, un postre muy rico, pero muy difícil de hacer”.
Britton recuerda con ilusión esos barrios habaneros de grandes y lujosas casas, en especial los del sector de Miramar, que ha retratado en su novela Tocino del cielo, porque estudió el bachillerato en una escuela privada.
“Ese esplendor desapareció con la revolución cubana, se lo llevó el viento en seis meses”, indica la autora.
Algunos cubanos de clase alta, señala, se llevaron su dinero a Miami cuando todavía era fácil salir de la isla, pero “la mayoría se fue de Cuba sin nada y en 20 años convirtieron a Miami en la segunda ciudad más importante de Estados Unidos detrás de Nueva York. Muchos de los 2 millones de personas que se fueron eran educados y trabajadores”.
“Al inicio de los años 1940, mis padres deciden mandar a mi hermana y a mí a estudiar a La Habana a una escuela privada para señoritas, porque a mi mamá, clase media y panameña vida mía, no le cabía en la cabeza que las mujeres estudiaran en el mismo colegio que los hombres”, dice quien obtuvo el premio Walt Whitman (Costa Rica, 1987) y los Juegos Florales de México, Centroamérica y el Caribe en 1994.
No quiso matricularlas en el Instituto Nacional, que “por entonces era el único lugar bueno para estudiar en Panamá el bachillerato, y fuimos a las Dominicas Francesas, que era una de las más caras de La Habana”.
Por eso sabe de casas fastuosas que aparecen en su novela Tocino del cielo, pues en ocasiones, durante los fines de semana, era invitada a los hogares de sus compañeras de salón. “Eran casas donde había mayordomos y todo. Esas niñas de vacaciones se iban a París y yo a casa de mis tías en La Habana o a Panamá”.
DICTADORES
Rosa María Britton residió en Cuba entre 1948 y 1957, tiempo en que se graduó de secundaria y luego comenzó a estudiar medicina. Se fue de la isla, por orden familiar, porque estaba fuera de control la dictadura del militar Fulgencio Batista, entre 1940-1944 y entre 1952 y 1959. “Con Batista nadie estaba seguro, ni tus vecinos ni tus amigos y mucho menos los estudiantes, a muchos de ellos mandó a matar”.
Luego llega la revolución que termina con el régimen de Batista y “fue aún peor. La idea era que con el fin de Batista, Cuba siguiera creciendo. Era un país floreciente. Todos estaban contentos de haber salido de Batista, pero luego quedaron sobrecogidos con lo hecho por Fidel Castro. Todavía hoy ponen a la gente presa por gusto y a la prostitución la disfrazan de turismo”, opina.
“Cuba nunca volverá a ser lo que fue. Quizás con una nueva generación el asunto cambie”, afirma.
UN REPASO POR LA TELEVISIÓN
Otra arista de la obra Tocino del cielo es que en sus páginas se ofrece un recorrido por los comienzos de la pantalla chica cubana y cómo esta colaboró con la industria televisiva de Puerto Rico, México, Argentina, Estados Unidos y Panamá, pues esos maestros se exiliaron a los citados destinos tras la llegada de Fidel Castro a la isla, quien clausuró o se apoderó de los medios de comunicación social de la isla, rememora la narradora Rosa María Britton.
“Esa gente talentosa se fue de Cuba y desarrolló la televisión en América. La televisión solo existía en Estados Unidos y Cuba, donde llegó en blanco y negro en 1949 y en colores en 1958, mientras que en Panamá fue en la década de 1960”, indica.
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