El hogar donde residen la pequeña Rocío, su madre y su abuela existe. Toda la belleza rústica de ese paraje, que acoge a estas integrantes de la etnia indígena maya, se refleja en La casa más grande del mundo (México/Guatemala).
“Esa área es una de las más abandonadas del país, y está muy cerca de las zonas arrasadas durante el genocidio ocurrido a principios de la década de 1980, así que los niveles de pobreza y abandono son brutales. Ni al Gobierno ni al Estado les interesan estas comunidades, y tristemente a la gente en la ciudad menos”, reclama Ana V. Bojórquez, quien junto a Lucía Carreras filmó este largometraje.Durante su niñez viajó mucho por razones familiares a la sierra de los Cuchumatanes, escenario de este largometraje, así que tuvo oportunidad, “no solo de conocer la zona y enamorarme de su belleza tan particular, sino también de hablar con niños y niñas pastores, que en una zona tan inhóspita siempre se te acercan con mucha curiosidad”.
SOLEDAD Y MIEDO
Desde el principio, señala, se propusieron que la historia de la pequeña que cuida las ovejas de la familia “no tuviera connotaciones socio-políticas ni religiosas, sino más bien la idea fue explorar los sentimientos de soledad y el miedo”.
Su objetivo permanente fue “narrar una historia en donde el espectador debe ir más allá de la etnia indígena y poder llegar a conectar con la niña. No con el afán de negar nada ni de pretender que el racismo, la injusticia y la pobreza no estuvieran o siguen estando ahí, sino más bien con el afán de centrarnos únicamente en la humanidad del personaje”.
Este proyecto surgió en los pasillos de la Escuela Internacional de Cine y Televisión, junto a un compañero guatemalteco que deseaba trabajar un guion sobre una niña pastora del occidente de Guatemala.
“Ambos admirábamos el cine iraní y encontrábamos mucha poesía en la sencillez de sus historias. Eso detonó en mí una idea clara del tipo de película y, en especial, del tono que la historia debía procurar”, manifiesta.
Admite que rodar su ópera prima a cuatro manos fue “difícil, pero gratificante. La ventaja fue que, cuando Lucía nos propuso sumarse al proyecto y apoyarme en la dirección, ella ya estaba muy empapada del guion y conocía muy bien la propuesta visual. Para ese momento, teníamos ya trabajando en otro proyecto de cine más de un año, así que de cierta forma fue todo muy orgánico”.
Puede ver La casa más grande del mundo en el marco del cuarto Festival Internacional de Cine de Panamá (IFF Panamá) el domingo 12 de abril a las 8:00 p.m. o mañana lunes a las 10:00 p.m. Ambas funciones serán en Cinépolis de Multiplaza.
SENSACIONES
Le emociona poder presentar su película en la región centroamericana y experimentar qué sentimientos afloran en la audiencia, ya que “de cierta forma es el público más cercano a la historia. Además, la oportunidad de intercambiar impresiones con amigos y colegas de la región siempre es estimulante”.Opina que el IFF Panamá ha crecido de forma rápida y “eso responde también al crecimiento que se ha venido experimentando en Centro América en cuanto a realización cinematográfica a pesar de las grandes limitantes y poder ser parte de ello”.Esta producción se proyectó en febrero pasado en el Festival Internacional de Cine de Berlín (Alemania) y entre el público habían guatemaltecos que reaccionaron de forma emotiva cuando la degustaron.
“No exagero cuando te digo que hubo gente que se me acercó con lágrimas en los ojos”, dice mientras agrega que “ver a tu país en una pantalla grande siempre causa sentimientos impresionantes y estando tan lejos éstos se magnifican. Contamos una historia muy sencilla que ha tocado a la gente de forma muy entrañable”.