Son dos las primeras imágenes que recuerda de sí misma Catalina Bu (Concepción, Chile, 1989), autora de la novela gráfica Diario de un solo (Tusquets Editores), vinculadas con su hoy oficio de unir la escritura, los dibujos y la ilustración.
Una es cuando era pequeña y su mamá le ponía una bata para dibujar y así no mancharse la ropa mientras lo hacía por horas en la sala de su casa. La otra es “un dibujo raro” que hizo de chiquita, que todavía guarda su padre, y que tiene como protagonista a “un gato que tenía muchas luces y que hacía las veces de un semáforo”.
Cuando estaba en primaria mantuvo su deseo de plasmar sus emociones en papel. “Tenía un noviecito que en los recreos le regalaba tarjetas. Lo llené, pobrecito, de regalos. Era muy loco”.
También llega a su memoria una docente de matemáticas durante su época de secundaria, “muy estricta y brava ella” que, por alguna razón Bu aún desconoce, la dejaba trazar mundos en una hoja en blanco.
“Era muy raro. Esa profesora hasta me traía papeles de colores para que yo dibujara. Allí comencé a decirme que esto era lo mío. En la universidad, en Santiago, tenía mucha energía creativa porque me gustaba la fotografía, el dibujo y el cine. Sentía que debía canalizar esa energía en un solo lenguaje y por eso elegí la ilustración profesional”, rememora quien presentó su obra en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, México.
PARA RETRATAR LA VIDA COTIDIANA
Para Catalina Bu, el dibujo es un arte infinito.
Por eso, de forma orgánica, sus manos, su mente y su imaginación dieron como resultado una obra tan íntima y existencialista como Diario de un solo, en la que un muchacho reside entre el aburrimiento, la indecisión, la monotonía y, sobre todo, la soledad.
Su idea era burlarse de sí misma y retratar lo cotidiano de su vida (leer, ver televisión, comer, regar las plantas) y la realidad de los suyos. Los conflictos y situaciones, propios y ajenos, los fue anotando en un cuaderno. Esa fue la estructura narrativa que usó para su libro.
Como estaba sola quería encontrarle el lado hilarante a la situación. Porque se dio cuenta de que no le pasaba nada increíble como sí le ocurría a los personajes de los cómics que leía con afición.
Un día leyó en internet la declaración del tenista Arthur Ashe y aquello la marcó profundamente: “comienza donde estás, utiliza lo que tengas, haz lo que puedas hacer’. Aquello me hizo mucho ruido y lo apliqué con mis dibujos no tan lindos”.
Lo sencillo le funcionó.
Le encanta que por estos días los cómics y las novelas gráficas cautiven a lectores de todas las edades porque “el mundo cada vez más está lleno de imágenes. Estamos perturbados por la realidad y ese terreno lo aprovecha lo gráfico y las ilustraciones, porque pueden ir más allá”.
Recuerda que antes no se tomaba mucho en cuenta a los ilustradores en los periódicos y en la industria editorial, porque ambos sectores estaban dominados por la fotografía y le gusta que ahora hay un equilibrio.
“La ilustración ayuda para jugar con las ideas y también sirve a la hora de contar historias, plantea Bu.