Los Cuatro fantásticos: unos tontos que dan mucho sueño

Los Cuatro fantásticos: unos tontos que dan mucho sueño


El primer contacto de los lectores del cómic con Los cuatro fantásticos ocurrió en 1961. Al principio no tenían disfraces como el resto del combo de los superhéroes, aunque la presión de la industria editorial y el público llevó al dibujante estadounidense Jack Kirby a ponerles luego los conocidos monos azules.

Era un grupo de muchachos que un accidente y las consecuencias de este lo convirtieron en una familia. Un concepto no tan frecuente en una editorial Marvel que presentaba a gente conflictiva y solitaria que salvaba al mundo como Hulk o Wolverine, y en un universo del cómic donde sobraban los huérfanos, desde Batman a Superman.

Se trataba de un equipo integrado por un hombre volador de fuego (heredero de la Antorcha Humana de 1940), una mujer invisible (representante de la mujer libre de la posguerra), un hombre elástico y un tipo lleno de rocas encima.

Ellos representaban una etapa nueva del cómic, de acuerdo con Grant Morrison en su libro Supergods: héroes, mitos e historias del cómic, pues “no solo se las veían con monstruos y científicos locos, sino también con asuntos personales en los que podíamos vernos reflejados”.

Stan Lee, guionista y editor estadounidense, creía en el potencial de Los cuatro fantásticos. Por eso, pronto, en un acto de arrebato o de mucha confianza en los personajes, puso una potente frase en las historietas que se vendían en los quioscos: “El mejor cómic del mundo”.



TRES DESASTRES

Podemos discutir en otra ocasión si aquello es cierto. Lo que sí permite llegar a una rápida conclusión, es que las tres veces que este cuarteto ha visitado el cine, el resultado del experimento es un desastre mayúsculo.

El punto más bajo en calidad está ahora en las salas de cine: Los cuatro fantásticos (2015).

Cuando mi hijo Diego se duerme en el cine viendo una película, corran productores, porque el filme está fatal. No porque sea el espectador más crítico del planeta, sino porque se supone que este tipo de productos capta la atención inmediata de los chicos y eso no ocurrió aquel día que fuimos a unos de los complejos de la ciudad capital.

Diego estaba como si le hubieran puesto palomitas de maíz bañadas con alguna clase de somnífero, porque por la mitad de la proyección le pareció más útil tomar una siesta ante el aburrido espectáculo que veía en la pantalla grande.

Una reacción parecida le ocurrió a los críticos de cine en Estados Unidos cuando se enfrentaron a esta ridícula cinta. El 92% le puso una justa F y el 88% de la audiencia en la Unión Americana le puso la misma pésima y justa calificación. El asunto es color de hormiga cuando dos sectores, por lo general antagonistas, se ponen de acuerdo.

Ambas fuerzas contribuyen para que a Los cuatro fantásticos le haya ido de la patada en la taquilla global con una ridícula suma de 103 millones de dólares hasta ayer domingo 16 de agosto. El asunto pinta tan feo, que oficialmente no se ha querido informar cuánto fue el presupuesto de rodaje ni la cantidad que gastaron en promoverla.



El joven elenco de este filme, proveniente mayoritariamente del cine independiente, no fue aprovechado por el director Josh Trank. Miles Teller (Whiplash), Kate Mara (House of Cards) y Jamie Bell (Billy Elliot) estaban tratando de salvar una situación imposible de remediar.

Ya las dos primeras incursiones al cine de Los cuatro fantásticos despertaron poco entusiasmo entre especialistas y público en general. Aunque por lo menos no provocaron perdidas, pues la primera, la de 2005, costó 100 millones de dólares y recaudó en el mundo 330.5 millones de dólares. Mientras que Fantastic Four: Rise of the Silver Surfer tuvo un fondo de 130 millones de dólares y le retornaron 289 millones de dólares.

Aunque ya en la segunda parte se veía un descenso económico y de calidad, nadie de sus responsables esperaba tremenda caída de la tercera. Su primer acto parece lúdico, por aquello de que tenía un aire nostálgico al tipo de cine hecho en Hollywood durante los años 1980, cuando conocemos cómo se va formando la amistad entre Reed y Ben, pero luego la nada.

Todo ocurre lento en este adefesio. A paso de tortuga nos comparten cómo se van conociendo los cuatro supuestos tipos geniales, es a velocidad cero que vemos cómo les ocurre el accidente que los transformaría y a trote de caracol nos presentan las andanzas del villano y cómo lo vencen.

Pareciera que Josh Trank nunca leyó en su juventud un cómic o como si nunca estuviera en una sala de cine en los últimos 15 años disfrutando Iron Man o Los Vengadores. ¿Será que nadie lo invitó a una premier y para fastidiar hizo esta venganza?

Vamos a poner las cartas sobre la mesa: ninguna de las tres entregas vale un centavo. El punto es que este retorno de los cuatro seres de poderes increíbles hace ver a Fantastic Four: Rise of the Silver Surfer y a la de 2005 como cintas de culto.

Si usted piensa que Elektra (2005) y Ghost Rider (2012) eran un insulto al glorioso universo de los superhéroes; si opina que The Punisher (1989) y Daredevil (2003) eran una porquería gigante, quiere decir que todavía no ha visto la nueva Los cuatro fantásticos.

Se supone que está programaba una segunda entrega de Los cuatro fantásticos para 2017. Creo que ni el cineasta, ni los intérpretes, ni los productores, y mucho menos el público, estén deseosos de que eso ocurra.

A mí la única escena que me encantó fue cuando aparecieron los créditos finales. Fue un alivio saber que la tortura había terminado.

Siga a  Daniel Domínguez Z.  en Twitter: @DanielDomnguez1 y en  Instagram: Daniel.Dominguez2006 

LAS MÁS LEÍDAS