Jennifer Lawrence (1990, Kentucky, EU) es el rostro más conocido de su generación de actores.
Un mérito logrado tanto por participar en películas independientes de envergadura (un Óscar por Silver Linings Playbook y nominaciones a la estatuilla dorada por American Hustle y Winter’s Bone) como por su participación en una saga juvenil taquillera como Los juegos del hambre.
Un mérito de esta franquicia cinematográfica es que siempre ha intentado enviar mensajes sobre la desigualdad social, la violencia como único boleto a la prosperidad materialista, la superficialidad e indiferencia de un sector de la clase adinerada y el cuestionar el lado oscuro de los medios de comunicación de masas (en particular, la televisión) a su público meta: los menores de 25 años.
Como en las sagas fílmicas basadas en novelas para jóvenes entre los 10 y 17 años de edad como Harry Potter, Divergente, Crepúsculo y The Maze Runner, los chicos en Los juegos del hambre son los salvadores de una sociedad hecha añicos por las pésimas decisiones de sus adultos.
Son los muchachos, ya sea magos, corredores, vampiros o guerreros, los que deben darle un nuevo giro y alcance a la palabra heroísmo, más en un tiempo moderno donde lo que sobra es el individualismo más rapaz, salvo las excepciones que siempre dan la cara por la humanidad.
Siempre los adolescentes están en medio de un mundo caótico y decadente, como en Harry Potter y Crepúsculo, o en un planeta apocalíptico como en Divergente, The Maze Runner y Los juegos del hambre.
Esa trama, que se repite más o menos en cada uno de los títulos citados, es un gran negocio, pues solo en Estados Unidos han recaudado entre 1990 y 2015 más de 7 mil millones de dólares, una cifra que se triplica si sumamos las recaudaciones en el resto de los países de la Tierra.
Solo las tres primeras entregas de Los juegos del hambre, estrenadas entre 2012 y 2014, han obtenido 3 mil 220 millones de dólares en el mundo.
Tanta plata será poca cuando se le agrega lo que obtenga Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte 2.
LAS OVEJAS POR LOBOS
Los juegos del hambre también ha buscado la manera de evidenciar la importancia y la necesidad de tener un buen líder a tu lado, en especial cuando hay un momento de crisis.
Estamos claros que el presidente Snow (un capaz Donald Sutherland) es un señor de avanzada edad, cínico y calculador, que lo único que desea es mantener el alto nivel económico de su clase, algo que Suzanne Collins ha remarcado en sus libros.
Lo que preocupa es que a este zorro viejo lo van a reemplazar aparentes ovejas inocentes representadas en la presidenta Coin (Julianne Moore cae en la exageración para darle carnadura).
Al inicio de este grupo de películas la atención se enfocaba más en salir adelante en las pruebas como si se tratara de un reality show sobre destrezas físicas o mentales o académicas, y sus personajes tenían como objetivo seguir con vida en un mundo lleno de peligros y riesgos, algo que la vuelve a unir a Divergente y The Maze Runner.
A medida que pasaban las entregas de Los juegos del hambre, el producto se hizo más sombrío porque algunos aliados de Katniss (Jennifer Lawrence) podían ser igual o peores que Snow a medida que se acercaban al poder, un tema interesante tomando en cuenta que al fin y al cabo la serie de Los juegos del hambre y sus similares son películas industriales elaboradas para hacer solo dinero y ser instrumentos del más variado consumismo.
Ese cinismo en los personajes, tanto en los villanos como en los héroes, tanto en los adultos como en los jóvenes; ese ver a gladiadores del mañana tratando de triunfar, no importa los medios, y esa insurrección rebelde de los jóvenes contra los adultos déspotas y autoritarios, siempre me gustó de Los juegos del hambre, ya que eran elementos que la hacían un poquito diferente dentro de la oferta de un Hollywood que adora repetirse a sí mismo hasta el hartazgo, aunque obviamente no había ninguna razón lógica, salvo hacer la mayor cantidad de dinero posible, para rodar cuatro películas.
Con dos películas que resumieran las obras de Suzanne Collins hubiera sido más que suficiente, pero no, el costado comercial de Hollywood es un ave carroñera que no se satisface hasta quitarle el último pedazo de carne al animal muerto.
Entre las cuatro partes se acumulan alrededor de 547 minutos. Demasiado tiempo para desarrollar una historia interesante, pero que a medida que pasaba cada entrega mi entusiasmo se hacía más delgado.
Por eso, ya me agarró cansado Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte 2 (The Hunger Games: Mockingjay - Part 2)
Los puntos más flojos de Los juegos del hambre en términos argumentales son reiterar la figura del triángulo amoroso, ya presente en otras películas de este mismo estilo, y la exploración del éxito o el fracaso del héroe en medio de sus conflictos, como si la audiencia no supiera quién va a terminar con quién al final y que la muchacha o el chico principal vencerán a los villanos minutos antes de aparecer los créditos.
También representa un retroceso a tanta emoción, peleas y batallas el final de este último capítulo de Los juegos del hambre, algo en lo que también cayeron en alguna forma los cierres de Harry Potter y Crepúsculo. Entiendo que querían darle un toque romántico y optimista al asunto después de tanta calamidad, aunque el resultado fue decepcionante.
Sería estupendo que la audiencia adolescente, amante de esta clase de producciones, ya que le agradan las historias en torno a un futuro distópico, avance en algún momento hacia películas de mayor relevancia como Blade Runner (1982), de Ridley Scott; 12 monos (1995), de Terry Gilliam; Matrix (1999, 2001 y 2003), de Andy y Lana Wachowski; Hijos del hombre (2006), de Alfonso Cuarón, y V de Vendetta (2006), de James Mc Teigue.
Siga a Daniel Domínguez Z. ben Twitter: @DanielDomnguez1 y en Instagram: Daniel.Dominguez2006