'El gran hotel Budapest' y la tribu de Wes Anderson

'El gran hotel Budapest' y la tribu de Wes Anderson
'El gran hotel Budapest' y la tribu de Wes Anderson


Con El gran hotel Budapest se cumple el principio casi inalterable en Panamá en materia de cine: toda película interesante sale pronto de la cartelera nacional.



De nada valió que tuviera 9 nominaciones al premio Óscar, incluyendo el de mejor director y mejor película. Tampoco sirvió que ganó hace poco el Globo de Oro a la mejor comedia o musical.

Su director, Wes Anderson, es un perfecto representante del cine independiente estadounidense por brindar un séptimo arte delicado, picaresco y sinuoso. Es un maestro de una minoría entusiasta que lo adora y lamento que todavía no sea descubierto por más gente.



Es una ocasión para celebrar que la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood premie su producción con tantas nominaciones, al igual que a otra cinta poco convencional como lo es Birdman, de Alejandro González Iñárritu.



Anderson es el Woody Allen de su generación. Por un lado, hay un séquito de actores que esperan con ansias ser llamados por él para estar delante de su cámara, aunque les pague tres guayabas, y los hay que trabajan de forma habitual con este nacido en Houston, Texas, en 1969.

El gran hotel Budapest está nominada al premio Óscar a mejor película, director, guion original, montaje, fotografía, banda sonora, dirección artística, vestuario y maquillaje. Además, fue la gran vencedora de los Bafta (los Óscar ingleses) al ganar en categorías como mejor maquillaje, música original y diseño de producción.



El gran hotel Budapest
ocurre principalmente en 1932, en el majestuoso hotel homónimo, que convocaba a lo más granado de la sociedad europea de su tiempo y que en la actualidad ha perdido su brillo.



Zero (Tony Revolori) aprende a ser botones y es conducido en su aprendizaje por el más conocedor de todos: el conserje Gustave H. (Ralph Fiennes). Con los días, el joven de pasado misterioso descubre la relevancia de anticiparse a las necesidades de sus clientes, pues el lema en su oficio es: dar lo que el cliente quiere.



Esta trama mantiene una de las tradiciones del cine de Anderson. En sus películas se presenta algún tipo de núcleo familiar, en que un menor recibe lecciones de un adulto. Ya sea en torno a una escuela como en la hermosa Rushmore (1998), el clan de genios incomprendidos de la magnífica Los Tenenbaums (2001), los miembros de una tripulación en The Life Aquatic with Steve Zissou (2004), el trío de zorros en la tierna Fantástico Sr. Fox (2009) o los jóvenes enamorados de la extraordinaria, y para mí la mejor de Anderson, Moonrise Kingdom (2012).

 

El gran hotel Budapest encierra todas las características de ese estilo tan peculiar que tiene Anderson, que como Woody Allen es uno de los más europeos directores estadounidenses por su exquisita factura y su cuidada puesta en escena.



En este filme queda de manifiesto su pasión por rodar en estudio, con mucho colorido, aunque no descarta utilizar espacios exteriores amplios, así como tomas abiertas, primeros planos y recursos informativos que eran usuales durante la época cuando el cine era mudo.



Sus personajes tienden a decir parlamentos largos y expresados con rapidez, más la presencia de una voz en off que narra y explica los acontecimientos de forma didáctica. Sus hombres y mujeres suelen caminar velozmente, como si estuvieran danzando o como si alguien los persiguiera.



La cámara está por lo general en un punto fijo, de allí se mueve de un lado a otro, de izquierda a derecha o de arriba hacia abajo. La cámara siempre está allí y son los personajes los que por lo general entran para que su lente los capte y no al revés.



El gran hotel Budapest
es una comedia triste y nostálgica, exagerada y melancólica. Todo con una fina capa de humor negro, en la que el filme parece una

especie de locura cuerda, si es que eso es posible.



Tal combinación puede causar cierto aburrimiento o desconcierto para los no iniciados en el cine de un Wes Anderson que tiene estilo propio, ese algo que no todos los artistas de la cámara poseen hoy día en la Meca del cine. Se trata de esa marca, de ese sello que lo distingue por encima del resto de sus colegas.



Tú observas durante un minuto una cinta, y sabes perfectamente si estás ante una película de Wes Anderson. Por estas fechas esa facultad solo la poseen en el séptimo arte estadounidense Quentin Tarantino, Woody Allen, Martin Scorsese, Terence Malick y Steven Spielberg, entre otros privilegiados.

¿Por qué las buenas películas salen pronto de circulación en Panamá? ¿Qué película de Wes Anderson les guata y por qué? ¿Qué les pareció El gran hotel Budapest?

Pueden encontrarme en Twitter en DanielDomnguez1 y en Instagram en daniel.dominguez2006

 

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