El lobo de Wall Street o el dinero es el dios de nuestros tiempos



Martin Scorsese es un director en constante evolución.

Cuando uno ve la admirable El lobo de Wall Sreet, pensaría que es una obra de un cineasta joven e irreverente, y cuando recordamos que este maestro de la cámara tiene 72 años confirmamos que es un artista capaz de renovarse y que no tiene miedo de transformarse.

Es fabuloso que haga un proyecto por encargo (lo convenció Leonardo DiCaprio de que llevara a la pantalla grande la díscola existencia de un corredor de bolsas), y que el resultado sea una producción ideal para Scorsese y que él la elabore como si fuera un proyecto personal y propio.

El personaje de su nueva película, Jordan Belfort, parece el nieto educado de James Conway, el mafioso de la genial Goodfellas (1990), o el ahijado aventajado de Sam Ace Rothstein, el principal malhechor de esa bomba en constante detonación que es Casino (1995).

Es que a Scorsese le encanta contar historias sobre las delicias y los líos que pueden traer la codicia, el poder y el dinero en un sistema como el estadounidense, que en la superficie parece idílico eso de intentar y conquistar el sueño americano, pero si escarbas unos cuantos metros bajo tierra, es posible que te topes con un Jordan Belfort, a quien no le importó robarle a ricos y a pobres por igual en la década de 1980, que no le dio miedo burlarse de la ley o gastarse millones de dólares de otros en sus fiestas o en prostitutas, drogas, alcohol, automóviles, mansiones, helicópteros o en lo que sea.

El cine de Martin Scorsese y El lobo de Wall Street mantiene esa tendencia, denuncia el comportamiento ilícito de una sociedad hipócrita y ambiciosa, que en cualquier momento algunos de sus integrantes va a estallar porque están hartos de estar de último en la fila, que están cansados de un destino casi inexorable de pobreza presente y futura.

Scorsese plantea que la economía mundial puede provocar que, por decisiones equivocadas de los banqueros, los economistas o los presidentes de los países, tú pierdas en un segundo tu empleo, tu casa y tu porvenir.

¿Y qué hacen ciertas víctimas de ese atropello? Los Belfort, los Conway y los Rothsetein deciden robar, estafar y hasta matar al prójimo con tal de subir a la cima.

Aunque Scorsese coquetea con la idea de hacer loa a los que tuercen el derecho y la Constitución y burlarse de los que se portan bien (atención a una escena final en un metro), sus antihéroes, y a Belfort le pasa, pagan caro su atrevimiento.

Sí, se rebelan contra un sistema que atropella a los pobres y a la clase media. Sí, varios de sus humillados miembros sacan provecho a sus “talentos” y con rabia, violencia e intransigencia triunfan, aunque a medias, ya que luego, marca de casa de Scorsese, esos seres terminan igual o peor que cuando osaron liberar esa energía que un día provocó su comportamiento.

Por otro lado, Leonardo DiCaprio ha demostrado estar cerca de igualar en habilidad interpretativa al anterior álter ego de Scorsese, Robert De Niro, pues su Belfort es eléctrico, despiadado, loco y desesperado por golpear a Wall Street, al sistema bancario y a quien se ponga por delante, sea amigo o enemigo.

La forma de ser o los recursos de los que echa mano el Belfort de DiCaprio no son tan distintos a los personajes que ha hecho el actor bajo las órdenes de Scorsese en Shutter Island, Los Infiltrados o El Aviador, o sea, personas inteligentes, obsesivas y confundidas.

Scorsese y DiCaprio plantean que la época de las finanzas solidarias que ofrece el clásico del séptimo arte, Qué bello es vivir de Frank Capra y protagonizado por James Stewart ya no existe en tiempos de hipotecas subprime, que ahora la economía es rapaz e incapaz de preocuparse por los heridos que deja tirados por el camino.

La magistral El Lobo de Wall Street lo dice desde el humor negro, desde el drama humano, desde una sexualidad que espanta a los puritanos, con una rabia y un ritmo endiablado como las drogas que consumía Belfort hasta perder el conocimiento.

Al final, este largometraje advierte que los únicos billetes verdes que podemos constar que son reales, y que son nuestros, son los que tenemos ahora en nuestros bolsillos, billeteras, alcancías o carteras, pues de nuestros ahorros e inversiones no sabemos si en verdad existen como dicen los estados de cuenta, o si son usados en estos momentos por los correspondientes Jordan Belfort que hay en cada uno de nuestros países.

¿Qué les pareció El lobo de Wall Street? ¿Cuál piensan que es la mejor película de Scorsese con DiCaprio?

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