Entre la creación y la caracterización se encuentra una iniciativa que toma auge entre la juventud istmeña aficionada a la animación, el cine y los videojuegos.
Se trata del cosplay, una actividad que recibe reconocimiento a través de su inventiva y en la artesanía impuesta tras su interpretación.
El fenómeno, visto a menudo como una subcultura derivada del juego de roles, es en realidad una manifestación popular en que se representa de forma realista a un personaje de ficción. El cómic, el cine, la animación japonesa (anime), el manga y los videojuegos suelen ser las fuentes de mayor trascendencia, que continúan ganando adeptos en diferentes latitudes del planeta.
Virtuosos y malvados confluyen en este universo histriónico de lágrimas, batallas y risas, muy similares a las puestas en escena teatrales.
“Es sentir la emoción de representar a tu personaje favorito”, explica la cosplayer Wendy García Pinto.
García Pinto, quien también se identifica bajo el nombre de Kuro Nico-Chan, lleva dos años dedicados a esta actividad, motivada primordialmente por la oportunidad de poder vestir e interpretar a sus personajes de anime predilectos.
Sin embargo, en los últimos años el cosplay se ha convertido en una iniciativa afamada, principalmente en los países asiáticos, en donde también se utiliza en estrategias sociopolíticas.
Un artículo publicado por el rotativo South China Morning Post informa sobre cómo el cosplay, junto a otras expresiones populares como el baile callejero, por ejemplo, podrían convertirse en plataformas exitosas de comunicación con los jóvenes de China. Mientras que el canal japonés NHK evidenció su uso en Pekín como una estrategia de turismo.
En Estados Unidos, por su parte, el aspirante presidencial Donald Trump se ha convertido en un personaje caracterizado tanto por simpatizantes como por detractores, deseosos de expresar sus ideales en torno a esta figura política.
El cosplay es una actividad formal y su éxito depende de un sinnúmero de esfuerzos.
Costurero, maquillador, intérprete, artesano y hasta cantante resume un artículo publicado por el diario argentino La Gaceta, que explica el desafío que implica interpretar a un personaje.
Laura González-Ruiz y Rodolfo Chiari son un matrimonio que encuentra en esta actividad un pasatiempo “muy bonito, aunque algo costoso”, afirman.
Pelucas, lentes de contacto, maquillaje especial y telas conforman un porcentaje de la inversión que representa convertirse en un cosplayer, asegura la pareja.
El término cosplay, conformado por las palabras inglesas costume (disfraz) y play (jugar), define la actividad como un “juego de disfraces” o “jugar a disfrazarse”. Sin embargo, su práctica abarca otras tareas, desde la planificación y confección del vestuario, hasta la caracterización final de la figura.
Tiempo, dinero y calidad sobresalen como componentes sustanciales en esta actividad, según la revista Business Insider, aunque para González-Ruiz y Chiari también es importante encontrarle el gusto y pasarlo bien durante el proceso.
CREAR E INTERPRETAR
Aunque algunas personas optan por comprar los vestuarios, la mayoría de los cosplayers encuentra mayor satisfacción en crear los propios y sus accesorios.
González-Ruiz y Chiari, quienes en su haber han interpretado a unos 50 y 20 personajes, respectivamente, suelen seleccionar personajes de anime para caracterizar.
Con ellos concuerda Wendy García Pinto, que tampoco descarta otras variedades estilísticas, como el steampunk (subgénero de la ciencia ficción), por ejemplo.
“Es una actividad que te permite aprender”, opina también la cosplayer Koneko-tan, y confiesa que al iniciarse hace 10 años no contaba con las destrezas que hoy posee.
Su primer personaje, llamado Shampoo, de la serie animada Ranma 1/2, lo creó con la ayuda de sus amigos. Hoy, sin embargo, cuenta con un currículo de 40 cosplays, siendo los personajes Shinku (del anime Rozen Maiden) y la princesa Sakura (Tsubasa) los de mayor dificultad. “Crear un traje puede tomarme entre dos y seis meses, según el personaje”, dice.
“Lo más valioso es lo que se va aprendiendo”, continúa Koneko-tan, que con el paso del tiempo ha pasado a obtener otras destrezas, como elaborar calzados, armaduras, espadas y otros accesorios.
Quienes dedican su talento a la creación de vestuarios y accesorios son reconocidos como cosmakers y propmakers, explica Anna Bernal, que compagina la elaboración de cosplays con su trabajo y sus estudios universitarios.
En su haber lleva 24 cosplays, cuyo proceso creativo sobresale como el culmen de todo el proceso.
ESCENA LOCAL
En Panamá, la escena cosplay comenzó a tomar auge alrededor de 2004, y actualmente se desarrollan cerca de ocho eventos anuales.
Las provincias de Chiriquí y Veraguas sobresalen como las más activas en este campo, explica Susseth Paz Espinoza, conocida también como Baroness Seth Liony, residente en la ciudad de David.
Explica Paz Espinoza, entusiasta de la actuación y estudiante de producción audiovisual, que el cosplay ha sido una forma positiva para explorar la interpretación.
En su caso, practica el crossplay, es decir, también personifica personajes masculinos como Link, del videojuego Leyenda de Zelda, su personaje favorito.
Aunque se desconoce con exactitud el número de cosplayers que hay en Panamá, Bernal calcula que se trata de un grupo que supera el centenar de personas, conformado por damas y caballeros de diversas edades.
A pesar de que el país cuenta con actividades que promueven y facilitan la congregación de estos entusiastas, hay quienes prefieren trabajar un número limitado de vestuarios, en parte quizás por la inversión y costo que representan.
“Tratamos de hacer solo un par de cosplays elaborados por año y trabajar en personajes sencillos para balancear las cosas”, agrega el matrimonio conformado por González-Ruiz y Chiari.
Según la pareja, ningún proyecto resulta igual, pues los costes varían según el tipo de materiales que se utilicen. “Aunque costaría un mínimo de 100 dólares”, añade González-Ruiz, que calcula ese monto como inversión inicial, por muy sencillo que resulte el modelo a trabajar.
“Lo más costoso son las pinturas para hacer las armaduras”, comenta Bernal, y suma otros materiales útiles, como los termoplásticos, por ejemplo.
Paola Luccia Quirós Espósito, conocida en el ámbito como SailorPao, explica que crear vestuarios es un verdadero reto, pues a veces toca crear piezas para las cuales no existen patrones de costura.
Tras ocho años como cosplayer, reconoce que algunos de sus trajes, adosados con alas, figuran entre los más costosos por el valor de las plumas.
PROGRESIÓN
Para muchos, la escena internacional resulta atractiva para darle continuidad a su pasatiempo.
SailorPao, por ejemplo, ha representado al país en concursos internacionales, en el Comic Con de San Diego, y como jurado en algunos certámenes locales.Laura González-Ruiz y Rodolfo Chiari han triunfado en concursos locales y participado en los concursos organizados por el Comic Con de Nueva York.
El World Cosplay Summit, que se efectúa cada año en Japón, es la meca para los cosplayers interesados en representar a su país.
Aunque Panamá no califica para formar parte de este certamen de corte mundial, los cosplayers del istmo no descartan lograr competir en esa cita.
Para muchos, sin embargo, la actividad representa una oportunidad para hacer lo que les gusta, aprender nuevos talentos y hacer amistades.
Paz Espisonza, por su parte, aspira a hacer una carrera en doblaje animado y cinematográfico. Mientras que SailorPao le dio continuidad a este nicho a través de un servicio de entretenimiento para fiestas y cumpleaños. Igualmente, se encuentra preparando el Pretty Guardian Day, el próximo mes de agosto, en honor al festejo internacional en honor al anime Sailor Moon.