El poema “Aquí nací y moriré” es el epílogo del libro El deslumbrante mar que nos hizo, escrito por el bardo nacional Manuel Orestes Nieto en 2011 y premio Ricardo Miró en 2012.
Este poema, explica el escritor panameño, es “la desembocadura de lo que previamente he sido escrito, una especie de inventario del país marítimo, del filamento de tierra, de los buenos y malos designios de esta tierra, la multiculturalidad, la sangre mezclada y la que ha sido derramada por atrocidades, el sonido de los mares como fondo vital de lo que somos a pesar de que pudimos haber perecido por las ambiciones y las sucesivas ocupaciones”.
Aquí nací y moriré es una obra sin precedentes en el istmo, ya que incluye la traducción del poema a 17 lenguas distintas.
Las lenguas y sus traductores son: alemán: Nely Iglesias-Beate Igler; árabe: Abdul Hadi Sadoun; búlgaro: Violeta Boncheva; chino: Huaping Han; croata: Zeljka Lovrencic; estonio: Helina Aulis; francés: Víctor y Grégoire Bergasa; gallego: Pepa Baamonde; guna: Ologwagdi; inglés: Miriam Borham; italiano: Stefanía Di Leo; naso: Rayalef González; neerlandés: Miek Van Goethem; portugués: David Leite; rumano: Carmen Bulzan y turco: Irfan Güler-Pepa Baamonde.
Su poemario tiene dos versiones. “Un volumen incluye como ilustraciones las acuarelas del pintor español Miguel Elías realizadas para esta edición, y el otro contiene las ilustraciones del diseñador gráfico y del libro Salomón Vergara, quien mediante el arte digital hace una serie titulada ‘Hipocampos’ y las incorpora al texto poético”, detalla.
Explica que esta obra fue posible por el concurso del escritor peruano-español Alfredo Pérez-Alencart, de Salamanca, España, que hizo posible la colaboración de escritores, lingüistas y especialistas para hacer las traducciones fieles al texto.
Conoció a Pérez-Alencart y a Miguel Elías cuando el istmeño participó en la Cumbre Poética de Salamanca en 2006.
En esta ciudad española descubrió una constante: se desarrollan "traducciones de textos clásicos, de libros a varios idiomas, de ediciones únicas y hermosas, a veces bilingües o en 70 idiomas”.
Miguel Elías, por su lado, pinta acuarelas, esencias, rostros y portadas.
“Alfredo Pérez-Alencart coordinó la convocatoria de las traducciones, son una especie de red de lingüistas, escritores, doctores en letras, muy experimentados, que han trabajado juntos y en sucesivos proyectos, con poetas universales, Unamuno, Neruda, Lorca, Hernández, la poesía española, portuguesa”, detalla Manuel Orestes Nieto, premio Casa de las Américas 1975 y Premio José Lezama Lima 2010.
A distancia, tuvo que absolver preguntas “sobre palabras, giros poéticos, sentido del verso que me hicieron los traductores”.
Ocurrió que Salomón Vergara y Miguel Elías -cada cual por su lado- hacían la plástica sobre el poema y fue cuando se decidió hacer dos versiones simultáneas, “gemelas en el diseño, pero distintas en estas sutiles y significativas ilustraciones. Una tiene un aire mediterráneo y la otra tiene el color múltiple y radiante del Caribe, donde estamos”.
AFÁN DE ESCRIBIR
-¿Qué recuerda de Manuel Orestes joven poeta?
Aún puedo verlo en el afán de escribir casi a diario, bastante dominado por la obsesión de convertirlo todo en poesía, observando esta ciudad contradictoria y atrapada, buscando la lectura nutriente y escuchando a los poetas mayores de entonces, aprendiendo que la literatura es asunto de largo aliento y no de 100 metros.
-¿Cómo definiría hoy su bregar poético?
El tiempo pasa casi sin darte cuenta, yo no hice pausas, fui constante, ha transcurrido casi medio siglo de esta navegación y el oficio hace que vayas dominando el trotar de la palabra y pasas por un tamiz que permite regular lo que quieres trasmitir. He dicho repetidamente que todo lo escrito, recursos diversos aparte, ha sido solo un extenso poema, del tiempo que me tocó vivir y del lugar donde nací y moriré.
-¿Qué papel juega la propuesta de Salomón Vergara?
Él percibió la placenta acuática y poética; es un agudo lector; lee entre los intersticios y se propuso el arte digital a partir del ícono del libro que es el hipocampo, el caballito de mar, que sintetiza el país oceánico que ha sido un dominante en mi obra poética.
Como hay traducciones sucesivas, hizo un trabajo paciente y cuidadoso de una serie de hipocampos para ilustrar la portada y cada cambio de lengua que hay en el cuerpo del libro. Tuvo, pues, el acierto de mutiplicar la imagen y darle un diseño gráfico que permite una lectura con espacio y aire.
-¿Qué te impulsa a convertir en poemas tu amor por la patria y el mar?
El intento de compartir y trasmitir lo que siento y sentimos por nuestra patria, su convulsa historia, su esfuerzo supremo de ser nación, de flotar en el plato de agua de dos mares, su vértigo geográfico, el uso y abuso del territorio por potencias imperiales, lo colonizado que fuimos, todo ello ha sido motivación poética, incluyendo a aquellos que anónimos, invisibles, sencillos, han hecho este país, lo han amado y han muerto por él. La poética es un canto que con respeto y rito es expresión de gratitudes. Panamá es una tierra dulce y agua salada, es nuestra casa, nuestro alero, nuestra nave y siempre nuestro horizonte.
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