En un contexto internacional de polarización política entre las fuerzas defensoras de la democracia y las del nazi-fascismo, y de depresión económica mundial, reflejadas también en el ámbito nacional, se celebraron las elecciones del 7 de junio de 1936. El ganador fue Juan Demóstenes Arosemena, quien obtuvo 1,765 votos más que Domingo Díaz Arosemena. El triunfo en la provincia de Veraguas, conocido como “el paquetazo de Veraguas”, determinó la victoria de Arosemena (de ahí quizás que una de sus primeras obras fuera la construcción de la Escuela Normal de Santiago que lleva su nombre). Fueron unas elecciones marcadas por el fraude, la violencia, la persecución gubernamental y la represión policíaca, en las que la intervención del presidente Harmodio Arias a favor de Arosemena determinó el resultado.
Ya a finales de 1935, El Heraldo del Pueblo pedía al presidente Arias neutralidad, recordándole las palabras que Ricardo J. Alfaro le dirigió al resultar elegido presidente en 1932: “(...) mi más honda satisfacción es poder declarar honradamente ante el país que usted nada me debe y que su elección es fruto espontáneo y libre de la expresión del sufragio democrático”.
Y es que existía en el país una extremada sensibilidad contra la corrupción del sistema democrático, lo que había sido una de las causas del surgimiento del movimiento Acción Comunal. La candidatura de Arosemena (funcionario en los dos gobiernos anteriores) era considerada la continuidad de las prácticas oficiales combatidas por toda la oposición, por lo que las manipulaciones del gobierno a favor del candidato oficial y las protestas sistemáticas de la oposición jalonaron todo el proceso.
Un hecho fundamental fue la decisión del Jurado Nacional de Elecciones (JNE) de declarar que Arosemena no era elegible a la Presidencia de la República por haber ejercido la Secretaría de Relaciones Exteriores dentro de los seis meses anteriores a las elecciones. Arosemena recurrió ante el Ejecutivo y logró que dictase una resolución a su favor, pasando por encima del JNE. El presidente, Harmodio Arias, se fundamentó en que la norma aducida por el JNE había sido derogada en 1934, e interpretaba que la norma aplicada por el JNE se refería a candidatos a diputados, no a Presidente.
Sobre este asunto clave Ricardo J. Alfaro se pronunció a favor de la resolución del JNE afirmando que Arosemena no podía ser candidato a la Presidencia porque, según la Constitución, no podía “desempeñar funciones con mando y jurisdicción dentro de los seis meses anteriores a una elección ninguna persona que haya de ser favorecida con un cargo electivo nacional”.
Ocurrieron otros hechos inauditos, como que, cuando el Jurado Nacional de Elecciones hizo el recuento de votos y reconoció el triunfo de Domingo Díaz, el Gobierno decretó la remoción de un miembro del JNE alegando que estaba legalmente impedido para actuar por haber celebrado contratos con el Gobierno. El nuevo JNE, de mayoría progubernamental, revocó las resoluciones en contra de la elegibilidad de Arosemena y lo proclamó Presidente electo, con lo que un mismo JNE, con dos composiciones distintas, hizo dos proclamaciones de dos candidatos diferentes en las mismas elecciones.
El presidente, Harmodio Arias, recurrió a la Policía y a la persecución de los funcionarios para imponer los resultados del fraude electoral. La prensa de la época se refiere a estos hechos durante y después de la campaña electoral: Arrestos en toda la República; Arnulfo Arias organizó la llamada “guardia civil” (o “trabajadores de la Reserva Revolucionaria”), que se convertiría en la tropa de choque del gobierno para desarticular las protestas y las huelgas de oposición; detenciones de dirigentes opositores (Jeptha B. Duncan, Francisco Arias Paredes, entre otros); persecución y destitución de agentes de la Policía Nacional no afectos al gobierno; la utilización de la legación italiana en propaganda contra el Frente Popular; o la expulsión de campesinos de las Colonias Agrícolas del Partido Socialista en Pedregalito, Capira, Chilibre y El Lago (Colón).
El Frente Popular era la alianza de los partidos liberales opositores y de un sector de Acción Comunal con los partidos Socialista y Comunista, que dejaron de lado sus diferencias para apoyar un programa común de defensa de las instituciones democráticas. Los directorios de los partidos Liberal Doctrinario, Liberal Doctrinario Demócrata y Liberal Renovador acordaron las bases de un Frente Popular que, afirmaban: “Contiene uno de los más amplios programas de administración pública.
Contemplan la socialización progresiva de las industrias de servicio público. Las bases del Frente Popular convierten al Estado en el contralor de la economía regulada científicamente (...) establecen la imprescindible necesidad de hacer justicia social, suprema aspiración de los partidos liberales de avanzada”. En mayo, los partidos Socialista y Comunista de Panamá lanzaron un manifiesto al país uniéndose al Frente Popular: “Combatimos la reacción y la candidatura del Dr. Arosemena conscientes de nuestro deber”, afirmaba el dirigente socialista Demetrio Porras. También se les sumó el Congreso guna de Ustupu que, bajo la dirección de Nele Kantule e Iñapaquiña, acordó el apoyo electoral de su pueblo.
Pero tampoco en esta oportunidad les fueron reconocidos los derechos ciudadanos a las mujeres, reivindicados reiteradamente por el Partido Nacional Feminista (1932, 1934 y 1936). En octubre, el PNF los exigió ante la nueva Asamblea y consiguió su apoyo, pero el presidente Arosemena intervino para que no se aprobase la reforma electoral. Antes de las elecciones, a Clara González y otras feministas les negaron las cédulas y el Secretario de Gobierno dijo: “En Panamá no hay ciudadanas, sino ciudadanos”. En estas elecciones el debilitamiento y el desprestigio de las instituciones cívicas y democráticas fueron paralelos al fortalecimiento de la Policía Nacional, convertida en árbitro de la política nacional. En ese sentido hay que interpretar el aumento general de sueldos a la Policía y la institución del “Día del Policía” del presidente Arosemena.
FUENTES
Editor: Ricardo López Arias
Autora: Yolanda Marco Serra
Fotografía: Colección RLA/AVSU
Comentarios: raíces@prensa.com