Asesinados y desaparecidos, la eterna búsqueda de la verdad

Asesinados y desaparecidos, la eterna búsqueda de la verdad


Maritza Maestre busca a su tío Alcibiades Chivale Bethancourt desde hace 46 años. Encarnación González Santizo rastrea el paradero de su padre Encarnación González desde el día que fue detenido en 1969. Eloisa Fernández quiere saber dónde están los restos de Floyd Wendell Britton, padre de su primer hijo. Isabel Gantes desea saber quiénes fueron los verdugos de su hermano Belisario Gantes, a quien desaparecieron hace 48 años. Bolívar Serrano exige justicia por la muerte de su hermano Félix Serrano, cuyo cuerpo fue encontrado flotando cerca de Amador un domingo de abril de 1983.

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Perfil de las víctimas de la época más oscura de Panamá

Ellos son solo algunos de los familiares de las 116 víctimas de los 21 años de dictadura militar en Panamá, documentadas por una Comisión de la Verdad en 2002. Son un grupo de personas que no han claudicado en la búsqueda de la verdad y la justicia durante los últimos años.

Se agrupan en el Comité de Familiares de Asesinados y Desaparecidos – Héctor Gallego (Cofadepa-HG). Y en las últimas cuatro administraciones sus luchas han tenido más tropiezos que avances. El año pasado, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) admitió el caso que presentaron -trece años antes- familiares de este grupo de personas desaparecidas. En la actualidad participan de una "Mesa de Entendimiento" con el Gobierno, en la que aún no logran varias peticiones que han presentado como el establecimiento de una fecha nacional para recordar a sus familiares, la inclusión de esa parte de la historia en libros de textos escolares, y el resarcimiento económico. 

Hoy, 30 de agosto, día internacional de las víctimas de desapariciones forzadas declarado por las Naciones Unidas, relatan cómo viven ese duelo eterno. 

Maritza Maestre es la líder en el comité de desaparecidos. Ha estado al frente de esta organización que ha buscado a través de los años que todos los casos de torturas, desapariciones y asesinatos en Panamá no queden impunes ni mucho menos en el olvido. Incluyendo el caso de su tío, Alcibíades Bethancourt.

El 16 de febrero de 1971 Bethancourt fue detenido por la Guardia Nacional, en Chame. Alegaron que le harían un interrogatorio de rigor – dos años y cuatros meses de instaurado el régimen militar tras el golpe de Estado por Omar Torrijos-. La noche anterior un grupo de militares había allanado la casa de la madre de Bethancourt, en calle 15 Santa Ana. “Entraron sin ninguna orden”, recuerda Maestre.

“Hay un silencio cómplice [entre los militares], ninguno quiere decir nada, nada…. Mire, en otros países los militares han hablado”.


Maritza Maestre

El encargado de la detención fue el subteniente Rubén Darío ‘Chachi’ Mascuñana, un viejo amigo de la familia, agrega. Mascuñana había crecido con ellos. Cuando su padre se enojaba y entraba a golpes, se refugiaba a en la casa de Dominga, madre de Alcibíades Bethancourt, ebanista, pescador, miembro del grupo Vanguardia de Acción Nacional, del Frente de Resistencia Popular (FRP) y del Movimiento de Liberación Nacional-29 (MLN-29).

“A mi tío lo acusaron de actos subversivos contra el gobierno”, añade. Maestre inició la búsqueda de su tío en los cuarteles, en los penales, donde pudiera. En varias ocasiones emplazó a Mascuñana. Le exigía que le informara sobre el paradero de Bethancourt.“Mi tío jamás apareció en el listado de detenidos. Un día le vi la mano de Mascuñana con una venda y le dije irónicamente: la trompada que le diste a mi tío fue tan fuerte que te lastimó la muñeca”, recuerda.

En la década de 1970, Maestre, incluso, viajó hasta el penal de la isla Coiba para saber si habían llevado a Bethancourt a ese lugar, como solía hacer el régimen militar con los presos políticos de la época. Preguntó aquí y allá. Entrevistó a reos. Pero la respuesta era siempre la misma: nunca lo vieron pasar por esa cárcel.

Muchos años después, recuerda Maestre, se encontró cara a cara con Mascuñana. Lo vio en silla de ruedas en el Complejo Hospitalario de la Caja de Seguro Social. Se le acercó y en tono sereno le dijo: “¿Sabes quién te habla?” Él respondió que no.

“Te habla Maritza, la sobrina de Chivale. ¿Te acuerdas?”, le dijo Maestre.

Mascuñana estaba acompañado de su hijo, quien intentaba frenar el interrogatorio. Maestre le insistió y rogó que hablara, que dijera la verdad, que contara donde estaría su tío. “Eres un asesino, le dije…. No habló para nada, hasta que me retiré. Pero antes, le dije: has perdido el gran momento. Luego salí… me fui a llorar”, relata.

“Hay un silencio cómplice [entre los militares], ninguno quiere decir nada… Mire, en otros países los militares si han hablado”, dice.

 

Encarnación González Santizo vive al lado del centro de salud de Pedregal, sobre la vía principal, al este de la ciudad. Es el mismo lugar donde creció y vivió con sus padres y cinco hermanos, dos de ellos asesinados durante los primeros años del régimen militar.

Su padre, Encarnación González, un dirigente campesino, está desaparecido. Lo vieron por última vez en agosto de 1969, en la cárcel de isla Coiba. La familia González Santizo se enfrentó al régimen dirigido entonces por el dictador Omar Torrijos. Félix González Santizo y Elías González Santizo eran miembros y dirigentes de grupos de resistencia. Se internaron un tiempo en Cerro Azul, también al este de la ciudad, para combatir a los militares.

"En el cuartel nos dieron palo, puñetes, golpes. Una semana dándonos palo, después tortura con electricidad".


Encarnación González

“Mis hermanos estaban en el movimiento guerrillero. Yo les ayudaba. Era menor, pero pude sacar licencia de conducir. Y me pedían el favor que recogiera a personas, sin preguntar”, dice Encarnación González Santizo. Un día, agrega, llegaron a su casa en Pedregal agentes del temido servicio de inteligencia el G-2. Se lo llevaron a él y a sus otros hermanos Almecía y Antonio, que cuidaban de su madre, mientras Félix y Elías combatían en Cerro Azul.

“Estuvimos como una semana en el cuartel central [de la Guardia Nacional, en El Chorrillo]. Luego nos llevaron al cuartel de Los Pumas [en Tocumen], era agosto y llovía fuerte. Allí fue de todo: palo, puñetes, golpes. Una semana dándonos palo, después tortura con electricidad. Nos pusieron corriente en la lengua y en los testículos. Nos dejaban boca abajo y esposados en una cancha toda la noche. También no hacían tortura psicológica. Querían saber dónde estaban mis hermanos [los guerrilleros]”, recuerda Encarnación.

En el cuartel de Los Pumas vio cómo, desde helicópteros, bajan personas asesinadas o heridas de bala, así como militares, tras enfrentamientos en Cerro Azul. Semanas después los llevaron al penal de isla Coiba, en Veraguas. Allí pasaron por la “calle de honor”: golpes y patadas.

El 15 de octubre de 1970, fue asesinado Félix González Santizo, en La Chorrera, en Panamá Oeste. Y el 23 de octubre de ese mismo año murió Elías González Santizo, en Bella Vista, en la capital. Los hermanos, Encarnación, Almecía y Antonio fueron exiliados. Llegaron a Chile, luego se fueron a Suiza.

En diciembre de 2012, el Tribunal Superior de Justicia del Segundo Distrito Judicial de Coclé y Veraguas condenó a 15 años de prisión al excoronel de las extintas Fuerzas de Defensa Cecilio Eloy Fisher por el homicidio doloso agravado en perjuicio de Encarnación González. Sin embargo, en octubre de 2016 fue beneficiado con la medida de casa por cárcel debido a su estado de salud.

Eloisa Fernández conoció a Floy Britton en las clases de español en la Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá entre 1963-1964. Se enamoraron y decidieron que era tiempo de vivir juntos. En 1966, Fernández se mudó a la casa de Britton en Río Abajo. Tuvieron un hijo. Britton fue líder del Movimiento de Unidad Revolucionaria (MUR), grupo universitario izquierdista.

“En el 68 había mucho movimiento político. Ellos [Floyd y sus compañeros] hablaban y se reunían en días anteriores. Él me comentaba que venía algo serio. El asunto [el golpe de Estado] se dio el 11 de octubre de 1968. Al siguiente día, el 12 de octubre, los militares empezaron a recoger a todos los muchachos socialistas. Los recogieron a todos, como medida preventiva, decían. Vinieron a las siete de la mañana a la casa, y dijeron que era por orden del gran general”, recuerda Fernández. Britton se vistió y se despidió de Fernández. Sin oponer resistencia se entregó. “Era un delito ser político”, dice.

"Todos los demás regresaron [a Panamá]. Lo idea era matar a Floyd”.


Eloisa Fernández

Britton estuvo detenido en la cárcel Modelo. Fernández lo visitaba. En ese entonces laboraba en una institución del Estado, y para evitar ser despedida, a la hora del almuerzo se cambiaba la camisa de trabajo por una de salir. Como la visita era vigilada, los mensajes más delicados se los daba a través de pequeños recortes de papel cuidadosamente doblados. En uno de ellos, le informó a Britton que había obtenido información de que lo llevarían a la cárcel de la isla Coiba.

En efecto, Britton fue enviado a Coiba, junto con Narciso Cubas Pérez, Francisco Becerra, Rolando Carrasquilla, Moisés Carrasquilla y Álvaro Menéndez Franco. Todos ellos fueron recibidos con una brutal paliza, bautizada por los militares como la “calle de honor”. Fueron obligados a hacer ejercicios extenuantes. Quién no los hiciera era torturado. “Todos los demás regresaron [a Panamá]. Lo idea era matar a Floyd”, asegura Fernández.

 

Isabel Gantes vio por última vez a su hermano Belisario Gantes en 1967. Fue en Chiriquí, en una visita que hizo a su familia, puesto que en ese año Belisario ya vivía en Panamá, con los hermanos González Santizo, en Pedregal. “Yo me crié con mis abuelos en Chiriquí. Eramos muy humildes. Cuando desapareció Belisario en 1969 mi abuela y abuelo viajaron hasta Panamá. No se supo nada. Nunca nadie nos dio respuesta. Después de varios años supimos que murió”, relata Isabel Gantes. Sin embargo, los restos de su hermano nunca aparecieron.

“Nunca se supo quién lo mató. En ese tiempo los guardias nunca dijeron nada".


Isabel Gantes.

Belisario Gantes, que trabajaba en un taller como ebanista y que luego decidió ser miembro del grupo izquierdista Vanguardia de Acción Nacional, fue capturado por la Guardia Nacional en Cerro Azul el 7 de agosto de 1969. Ese mismo día fue asesinado, documentó la Comisión de la Verdad.

“Nunca se supo quién lo mató. En ese tiempo los guardias nunca dijeron nada. Incluso, cuando empezamos en averiguar nos dijeron que no siguiéramos molestando”. El militar Edilberto Del Cid Dueñas fue sindicado por el homicidio de Gantes, en el año 2006. Pero el caso quedó estancado, luego que invocaran la prescripción del caso.

“Quiero que se haga justicia, y si se puede recuperar los restos, que se hagan. Aunque creo que ya no, han pasado tantos años”, dice con tristeza Isabel Gantes.

 

Maritza Quintero asumió la responsabilidad de continuar la lucha que inició su hermano Aristides Quintero, para que el homicidio de su padre, Hipólito Quintero, en 1969, no quede impune. “Mi padre fue secuestrado y asesinado”, dice Maritza. Hipólito Quintero, miembro del Partido Panameñista, fue detenido por los militares en una comunidad llamada Urasillo, en Río Indio, provincia de Coclé. La Guardia Nacional lo tenía en la lista de personas que agitaban a los campesinos de la región contra el régimen. Fue torturado y asesinado. “Recuperamos el cuerpo. Pero en esos años no hubo procesos”, dice Maritza Quintero. 

“Crecimos sin padre. ¿Se imagina el sufrimiento? Mi madre embarazada en ese entonces. Seguimos luchando. Esta guerra no termina, una lucha que no termina. Ya mi mamá falleció, esperando justicia. Realmente esperamos que se aclare todo”, añade.

Bolívar Serrano muestra documentos, recortes de periódicos y fotos de su hermano muerto. Se encuentra en la sala de estar, en su casa en Santa Librada, San Miguelito. Lo acompaña su hermana Estela. Ambos ha intento sin éxito en los últimos 34 años que se condene a los que asesinaron a su hermano Félix Antonio Serrano.

“Fue asesinado en abril de 1983”, relata Bolívar Serrano. Félix Antonio Serrano trabajaba con la Guardia Nacional en el área del cuartel Victoriano Lorenzo, en Amador (en la actualidad donde está en Centro de Convenciones Figali). Estaba designado a la sala de guardia. “Aparentemente en ese cuartel se reunían Noriega y el alto comando, y relucían cosas de todo tipo”, añade Bolívar Serrano.

“La autopsia reveló una fractura fue en la bóveda del cráneo. Fue un golpe en la parte de atrás de la cabeza".


Bolívar Serrano.

A su juicio, su hermano pudo haber escuchado algo relacionado a eventos ilícitos. “Todo parece indicar que, como mi hermano estaba en la lista para estudiar milicia en el extranjero, aparentemente resultó ser un tipo de peligro para alguien”, agrega.

Félix Serrano se destacaba en el deporte, como boxeo y natación. La noche de 15 de abril fue invitado a un ágape en el antiguo Fuerte Amador, una zona entonces restringida para los civiles. No lo volvieron a ver sino hasta el domingo 17 de abril en la madrugada: su cuerpo flotaba en la playa Naos.

“La autopsia reveló una fractura en el cráneo. Fue un golpe en la parte de atrás de la cabeza. La fiesta era una coartada, yo fui hasta allá, me enseñaron su cartera, su dinero. No fue robo. No utilizaron bala porque podían levantar sospechas. Además, fue lanzado al agua cuando aún estaba con vida…”, agrega.

Ese mismo año se efectuó una investigación y las autoridades judiciales decretaron sobreseimiento para cuatro militares acusados. La familia Serrano insistió, y en 1991 decretaron el cierre del caso. “Solicitaré la posibilidad de la reapertura del caso”, aseguró Bolívar Serrano.

Manuel Guerra recibió una noticia trágica en 1989: su hermano, Manuel Alexis Guerra, murió de un impacto de bala. Conducía el vehículo en el que viajaba Guillermo Ford, entonces candidato a vicepresidente en oposición al régimen. Era el 10 de mayo de 1989. Se habían encontrado de frente con un grupo de simpatizantes a la cúpula militar, agrupados en los Batallones de la Dignidad. Ford, que llevaba una guayabera blanca, quedó bañado en sangre.

"Tengo 28 años esperando conocer quién mató a mi hermano".


Manuel Guerra.

Manuel Alexis Guerra llevaba unos dos meses como guardaespaldas de Ford. Trabajaba, a través de una agencia de seguridad, en la embajada de Estados Unidos. Pero le ofrecieron la misión de cuidar al candidato a vicepresidente. “La sangre que tenía Ford era de mi hermano”, cuenta Manuel Guerra, quien para ese momento también trabaja como seguridad en la embajada estadounidense.

Siete días después de la muerte de su hermano, Manuel Guerra se fue exiliado para Estados Unidos. “Tengo 28 años esperando conocer quién mató a mi hermano. Los gobiernos se vuelven palabras, pero no hechos. Y hay muchos obstáculos en el Ministerio Público. Los acusados salieron absueltos. Nadie pagó por su muerte. Solo dicen que murió a manos del pueblo”, se queja. “Mi mamá murió en 2009, esperando justicia”, añade.

Sitios de torturas y fosas comunes

Durante su trabajo de campo entre 1999 y 2002, la Comisión de la Verdad identificó en Panamá varios lugares donde se dieron torturas a dirigentes políticos y opositores del régimen. También ubicaron sitios donde fueron enterrados algunos de los cuerpos de personas declaradas como desaparecidas.

Entre los lugares figuraba el antiguo cuartel de Los Pumas, de la Guardia Nacional, ubicado en Tocumen. Durante las investigaciones y la búsqueda de restos enterrados en ese sitio -como habían declarado algunos testigos-, las autoridades dividieron el lugar en seis áreas: La Olla, La Cocina, Motor Pool, Frente a Motor Pool, Polígono de Tiro #1 y Polígo de Tiro Dos. Allí encontraron varias osamentas.


Tras la respectivas pruebas de ADN a las osamentas halladas en el antiguo cuartel de Los Pumas, identificaron a Heliodoro Portugal, dirigente sindical, y Andrés Emilio Fistonich.

Otro de los lugares fue la isla Penal de Coiba. En ese lugar la Comisión también efectuó excavaciones arqueológicas en el antiguo cementerio y otras fosas comunes. Al penal de isla Coiba fueron llevados muchos presos políticos durante la dictadura. 

MENDIZÁBAL Y FISTONICH, IDENTIFICADOS EN 2017

Dos han sido las osamentas identificadas en 2017. El primer caso fue el de los restos de la estudiante Bettzy Marlena Mendizábal, fallecida en el verano de 1976 en plena dictadura militar, en la región de Mariato, provincia de Veraguas.

El laboratorio de Análisis Biomolecular del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses (Imelcf) aplicó las pruebas de ADN a los restos recuperados de la joven, los cuales reposaban en una de las cajas que están en esa institución. Mendizábal viajó en 1976 a Atalaya, un pueblo en Veraguas, para estar unos días con su abuela. La acompañaba su novio Jorge Falconett, de 22 años, universitario y miembro del entonces Frente Estudiantil Revolucionario (FER).

Desaparecieron el 31 de enero de ese año. La última vez que los vieron fue en un área de playa en Mariato, Veraguas. Cuatro días después, el 3 de febrero, el cuerpo de la joven fue encontrado entre el mangle, en la desembocadura del río Negro, cerca de la playa, con el cabello sujeto a las raíces. Falconett continúa desaparecido.

Marcos Mendizábal, con un retrato de su hermana Bettzy Marlene, fallecida en 1976 en plena dictadura militar.


El segundo caso hallado este año fue el de Andrés Emilio Fistonich, exmiembro de la seguridad del dictador Omar Torrijos, que estaba desaparecido desde el 22 de septiembre de 1970. Sus restos fueron encontrados en una fosa común en el antiguo cuartel de Los Pumas de la Guardia Nacional, en Tocumen. El Ministerio Público reabrirá el expediente, el cual mantenía un sobreseimiento provisio

 

 

 

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