Duro despertar del mítico sueño americano

Duro despertar del mítico sueño americano


El “sueño americano” expresa el ideal de que todo ciudadano estadounidense tendrá las mismas oportunidades de tener éxito y prosperidad si trabaja duro, tiene determinación e iniciativa. El término se hace eco de la Declaración de Independencia que establece la igualdad de los hombres por designio divino, y les confiere como derecho inalienable la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.

Desafortunadamente, en la historia del país el “sueño” no siempre se ha hecho realidad y no todos los estadounidenses han sido libres ni han encontrado la felicidad. En 1937, en Louisville, Kentucky, por ejemplo, durante el desbordamiento del río Ohio, Margaret Bourke-White tomó una fotografía magistral en la que que mostraba una larga fila de hombres, mujeres y niños negros esperando donaciones de ropa y alimentos. Detrás de la fila un enorme cartel mostraba una familia blanca viajando en su automóvil con todo y su perrito camino al “inimitable modo de vida americano”. Por encima del auto, una bandera se ufanaba de brindar a sus ciudadanos “el estándar de vida más alto del mundo”.

Con el tiempo la economía mejoró, y entre las décadas de 1950 y 1970 la clase obrera estadounidense vivió su mayor aproximación al “sueño americano” al convertirse en la más rica y económicamente estable del mundo. Pero a partir de la década de 1970, el bienestar fue volviéndose más esquivo porque la evolución de la economía provocó una disminución en el número de empleos de mano de obra no calificada. También disminuyó la membresía en los sindicatos al tiempo que se tambaleaba la estabilidad en los matrimonios y el porcentaje de madres solteras en la fuerza laboral empezaba a subir desproporcionadamente.

Hoy, según un informe reciente elaborado por los economistas Angus Deaton (Premio Nobel en economía en 2015) y Anne Case, de la Universidad de Princeton, el panorama laboral se ha vuelto mucho más sombrío. En lo que va del siglo XXI, el número de estadounidenses blancos no hispanos entre los 45 y los 54 años de edad que muere a causa del consumo de drogas y/o alcohol, por suicidio o por enfermedades crónicas del hígado y cirrosis ha aumentado mucho más que en cualquier otro país desarrollado.

Lo mismo sucede con respecto a la morbilidad: la cifra de personas de raza blanca sin educación universitaria que padece enfermedades crónicas, sufre problemas de salud mental, está incapacitada para llevar a cabo actividades cotidianas o que padece dolores crónicos que le impiden trabajar también va en aumento y es una de las causas de la creciente angustia en este sector de la población.

Buscando explicar el fenómeno, los autores han encontrado semejanzas entre las muertes por alcoholismo en Rusia después del colapso de la Unión Soviética, y el suicidio, la drogadicción y la desesperanza de la clase trabajadora estadounidense de ahora. En ambos casos, dicen, el común denominador es el fin del universo que les sostenía. Hoy, al igual que en su momento la clase trabajadora rusa, los obreros estadounidenses blancos se sienten abandonados y traicionados.

Deaton, uno de los autores del informe sugiere que quizá el problema tiene que ver con la velocidad del cambio y con el estilo de vida americano. En Europa, dice Deaton, las condiciones laborales y el estado de bienestar ofrecen a los ciudadanos de Francia, Suecia, Italia o Alemania una tranquilidad que no tienen los estadounidenses.

También es posible que la obsesiva repetición de publicidad médica en la televisión, y el contubernio entre doctores y compañías farmacéuticas para facilitar la venta y el uso excesivo de analgésicos y otras drogas legales que contienen substancias adictivas contribuya dramáticamente a los altos índices de morbilidad en Estados Unidos.

La gran incógnita es ¿por qué las tasas de mortandad de hispanos y negros del mismo grupo de edad descienden mientras que las de los blancos aumentan? Fareed Zakaria, sugiere que la diferencia podría desprenderse de las expectativas que cada grupo tiene. Quizá, pero en lo que respecta a los latinos, yo creo que los inmigrantes hispanos que llegan a este país no se sienten con derecho a exigir su bienestar en virtud de su nacionalización. No vienen a soñar, vienen a trabajar para mejorar su situación económica.

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