¡Exijamos el castigo y recobro más grande de la historia!



Sin duda alguna, Odebrecht era una empresa formada por profesionales extraordinarios, acostumbrados a hacer trabajos macros de calidad de primer mundo, terminándolos siempre a tiempo. Ahora bien: contaban con sobreprecios que según los fiscales de Brasil promediaban 25%, lo que les permitía eso... y más, porque mostraban utilidades extraordinarias que atraían a los bancos más importantes del mundo a ofrecerles, incluso a rogarles, que les recibieran financiamientos. Los directivos contaban con cerebros brillantes –para el mal– pero, sin duda, brillantes.

Lo que no llego a comprender es que esos brillantes cerebros hayan podido pensar que coimear a presidentes y políticos en 33 países, usando a la banca en igual número de jurisdicciones, incluso la de Estados Unidos, fuera a mantenerse en secreto absoluto para siempre... ¡realmente pensar así requiere ser tarado!

La verdad es que la fiesta les duró mucho tiempo, lo suficiente para que llegaran esos tarados a pensar que podía ser perpetua.

Pensando hacia atrás…¿una empresa que solo construye para gobiernos?... –¿Y entre más dictatoriales, autocráticos y corruptos, más contratos lograban? ¿Que los presidentes en los países en los que tenían contratos mostraban, orgullosos, repentina y exagerada riqueza? ¿Que tenían y anunciaban un libro grueso de su ética empresarial y acción social? ¿Cómo pensar que, con todos esos indicadores, en tantos países no existiera un político involucrado que se disgustara y comenzara a cantar? ¿Cómo pensar que no existiera un banquero en el mundo que sospechara, al ver todos los indicadores que menciono, que dijera: “No me gusta esto”... “hay un riesgo político claro que puede estallar”? ¿Cómo pensar que no existiera un solo empleado disgustado que cantara a voz en cuello? Finalmente, ¿cómo pensar que en 33 países no saliera un joven fiscal y/o un juez honesto que pusiera la pica en Flandes y se fuera cayendo todo, como caen las fichas de un dominó? Pasó lo que pasó, pero con mayor contundencia: un juez y un grupo de jóvenes fiscales se decidieron –con una valentía increíble– y condenaron a la reja por 19 años al presidente mismo –la figura empresarial más importante de Brasil, y por allí vinieron las confesiones de 77 ejecutivos de lo que destapó a Odebrecht, como una empresa criminal que ha venido robando inmensa cantidad de fondos a los pueblos pobres del continente y del mundo, coimeando a todos los políticos, partidos y presidentes donde trabajaron.

Odebrecht se convirtió así en la empresa más corrupta, y constituye el caso de corrupción más importante en la historia de Panamá…¡y del mundo!

Las poblaciones de los países heridos por este robo están impacientes... sí, por supuesto ¡no puede ser de otra manera! Los pueblos quieren ver a sus autoridades investigativas perseguir el macrodelito con extraordinario vigor y fuerza… sí, ¡no podría ser de otra manera! Los pueblos quieren ver a la empresa Odebrecht allanada y acusada, como lo merece cualquier organización criminal comprobada…¡sí! ¡No es para estar conversando y acordando! Estamos frente a confesiones, no investigaciones; hay una gran diferencia que impacienta más al país herido.

Las obras se van a paralizar, no por justificada acción de una justicia vigorosa, sino porque Odebrecht ya se quedará sin dinero. El plan B debe ya estar programado y anunciado, como lo hizo la ACP con el Grupo Unidos por el Canal cuando amenazó con irse.

El caso de corrupción más grande de la historia de Panamá, que le ha costado a este pueblo (entre sobrecostos y coimas) un robo de no menos de 2 mil 500 millones de dólares, es lo que la ciudadanía considera que merece una vigorosa acción, también, histórica de castigo y recobro de lo robado.

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