Siglos atrás, nuestros próceres y antepasados se sacrificaron por la libertad de prensa. Entendían que sin ella, la República era una caricatura y la democracia, una quimera.
Hoy, el conformismo a que nos somete el bombardeo mediático, que adocena a las masas e idiotiza a los pueblos, nos hace creer que la oferta informativa a que tenemos acceso está libre de manipulaciones. Sin embargo, en muchas partes la intimidación y violencia contra los medios, periodistas, y ciudadanos que intentan ejercer su derecho a expresarse libremente menoscaban la libertad de prensa. También lo hacen los monopolios mediáticos vinculados a intereses económicos y políticos.
La principal amenaza a la libertad de prensa, ahora como antes, proviene de los gobiernos. En muchos países persisten o se han establecido disposiciones legales represivas que coartan la libertad de expresión. Normalmente, dichas disposiciones se refieren a la salvaguarda de la “honra” o “dignidad” de funcionarios o individuos influyentes, como también con la protección de la “seguridad nacional”.
Los gobiernos autoritarios se especializan en el diseño y aplicación de normas de este tipo, como las denominadas “leyes mordaza” impuestas por la dictadura de Omar Torrijos en Panamá. A ese máximo represor de la libertad de expresión, que persiguió, apaleó, encarceló, torturó, exilió y asesinó a quienes se atrevieron a exteriorizar sus convicciones al respecto de asuntos de interés público, el Estado panameño no deja de engrandecerlo.
Como si le faltaran homenajes, se acaba de crear un nuevo distrito en su honor (La Prensa, 29 de abril). En el Día Mundial de la Libertad de Prensa, la ciudadanía consciente, comprometida con la libertad de expresión, le exige al presidente de la República que vete semejante esperpento.
Actualmente en Latinoamérica, los gobiernos que más aplican medidas draconianas a quienes se atreven a expresarse son los de Cuba, Ecuador y Venezuela. En medio de la inaceptable situación en Venezuela, nuestro gobierno aún hace llamados al “diálogo”. Presidente Varela: con los maleantes de una narcodictadura, represores de la libertad de expresión, no se dialoga.
Eso bien lo sabemos los panameños que, como usted, luchamos contra la tiranía militar. Deje de tratar a Maduro y sus secuaces como si fueran gobernantes civilizados y, en nombre del pueblo panameño, al que usted representa, exija respeto a la voluntad popular, elecciones libres, la liberación de los detenidos políticos y libertad de prensa en la patria del Libertador.
Además de usar leyes antidemocráticas para silenciar a los críticos, algunos líderes intentan hostilizarlos y agredirlos con discursos agresivos, amenazas verbales y acciones violentas al margen de la ley, ejecutadas por matones a su servicio. Este fue o es el caso de presidentes como Chávez y Maduro (Venezuela), Correa (Ecuador), Fernández de Kirchner (Argentina) y Martinelli (Panamá).
En otras partes, la represión de la libertad de expresión se plantea a nivel subnacional (por gobernantes estatales, provinciales, departamentales o municipales) y por actores ilegales no gubernamentales, como grupos terroristas o criminales. Tal cual lo explica en su informe de 2016 la Fundación Bertelsmann, esta es una deplorable realidad en países como Brasil, Colombia, El Salvador, Honduras, México, Paraguay y Perú.
Una tendencia a la formación y consolidación de grandes poderes mediáticos constituye otra barrera a la libertad de prensa. En años recientes han surgido y se han afianzado conglomerados que operan medios y controlan la información que se transmite a través de sus canales, con el propósito de impulsar las agendas particulares de sus dueños.
Esta tendencia ha llegado a niveles de descaro en países como Chile, Colombia, El Salvador, Guatemala, Honduras, México y Nicaragua, donde el presidente Ortega, en asocio de su familia, se ha apropiado de varios medios de comunicación con fines monopolísticos, de acuerdo con el más puro estilo somocista. En circunstancias como estas suele suceder que los intereses privados se coluden con gobiernos inescrupulosos para manipular la asignación de la publicidad estatal, obviamente en detrimento de la prensa independiente.
El Día Mundial de la Libertad de Prensa debería servir para crear en Panamá un observatorio de la libertad de expresión, a fin de que podamos avanzar hacia una situación de mayor autonomía y bienestar personal y social, como se ha deseado durante siglos.