Metas colectivas



Así como nos trazamos metas individuales a inicios del año, deberíamos hacerlo como sociedad. Sería atinado proponernos mejorar nuestra reputación como país, de por sí maltrecha y bastante golpeada en 2016 por los escándalos de Mossack Fonseca, Waked y Odebrecht.

Las revelaciones conexas han acentuado nuestra fama de coimeros, tramposos y corruptos. A partir de un cambio de actitud en todas las capas sociales, deberíamos proponernos dejar atrás las pillerías, bribonadas y raterías que practican numerosos políticos, muchos funcionarios, varios empresarios, ciertos sindicalistas y algunos elementos del pueblo llano, municipal y espeso. Sería bueno que trabajáramos arduamente para presentarnos al mundo como un Estado republicano y sólidamente democrático, compuesto por una población educada, culta y respetuosa.

Tomará tiempo lograr el cambio sugerido, pero en algún momento hay que comenzar. El inicio de 2017 ofrece la oportunidad de establecer propósitos de mejoramiento colectivo y avanzar hacia su logro a partir de los importantes centenarios que tendrán lugar este año.

En marzo de 2017, la Cruz Roja Nacional celebrará 100 años de fundación por doña Matilde de Obarrio de Mallet. A pesar de los grandes escollos en su camino, lady Mallet logró en 1917 motivar a la comunidad istmeña a partir de un ideal humanitario de gran trascendencia. Un siglo después, la Cruz Roja es una organización tan internacional como panameña.

En nuestro medio, sus actividades de salvamento y rescate en momentos críticos, así como sus intervenciones para atender problemas socioeconómicos, son dignas de encomio.

Mundialmente, sus labores de socorrismo y protección de las personas en situaciones de violencia le han merecido reconocimiento generalizado.

El movimiento internacional de la Cruz Roja se basa en un concepto principal del humanitarismo moderno: el respeto por la individualidad y la dignidad humana, un criterio que comparte con la tradición liberal, de la que se desprende. Es esta una práctica y una cualidad que ha ido perdiendo vigencia en Panamá, donde es común observar conductas antisociales de atropello, abuso y arbitrariedad.

En agosto de 2017 celebraremos el bicentenario del natalicio de nuestro más grande intelectual y estadista, el Dr. Justo Arosemena. Su desempeño ciudadano, que incluyó el ejercicio de cargos públicos, la docencia y la formación de opinión en Panamá y Colombia, se desenvolvió en el marco de la tradición humanista de respeto por el individuo y sus facultades.

Sus ideas sobre la libertad personal, el Estado de derecho, la autonomía del individuo y las localidades, la soberanía del Estado y la corrección en el ejercicio de la función pública tuvieron gran impacto en el liberalismo panameño y colombiano. Explorar la influencia que el pensamiento del Dr. Justo Arosemena pudiese haber tenido sobre nuestro gobernante liberal por excelencia, el Dr. Belisario Porras—el 75 aniversario de cuyo deceso también se conmemorará en agosto de 2017—es una tarea pendiente cuyo emprendimiento rendiría importantes estímulos para un cambio conductual positivo.

Un rasgo propio del Dr. Arosemena fue su acendrada probidad, virtud que escasea en nuestro medio y que haríamos bien en promover con la mayor energía en estos tiempos en que la corruptela, el latrocinio y la rapiña son los objetivos principales de la acción política.

Justo Arosemena fue, además, el primero en exponer por escrito, con excepcional lucidez, la noción de la nacionalidad panameña. Su ensayo El Estado federal de Panamá (1855), que plantea conceptos centrales acerca de tan importante asunto, debe ser leído y releído en todas las aulas de la República, a fin de fortalecer los cimientos de la identidad nacional en las nuevas generaciones, sumamente desorientadas e insertas en la subcultura de la vulgaridad, el espectáculo y la banalidad.

Muy oportuno sería que, en vez de las vagabunderías de Mossack Fonseca, Waked y Odebrecht, a los panameños se nos conociera por nuestro apego a valores superiores como los que inspiran las actividades de la Cruz Roja y la obra del Dr. Justo Arosemena. Si quisieran hacer algo bueno por el país, el Gobierno Nacional y los demás órganos del Estado—así como el sector educativo, la empresa privada, la sociedad civil y los medios de comunicación, que contaminan el ambiente con su pésima programación—impulsarían con el mayor denuedo ambas celebraciones y, sobre todo, sus valores asociados, pilares fundamentales de toda sociedad civilizada.

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