Los problemas de la Caja de Seguro Social (CSS), caracterizados por sus notorios altibajos y recientemente coronados por la renuncia de su director general, envuelven a la principal institución estatal en una lamentable pérdida de otra oportunidad.
Sí, la pérdida de otra oportunidad de mejorar el sistema. Nuevamente una falla directiva, muy probablemente por el conocimiento insuficiente del sector salud, afecta aun más la eficiencia y la eficacia de la institución. Sin embargo, “la fiebre no está en las sábanas”. No me parece que el cambio del director sea la solución del asunto ni que toda esta debacle se pueda atribuir únicamente a este detalle. Es probable que la máxima autoridad de la institución no ejerciera su papel a cabalidad; situación que podemos ver en otras instancias estatales en las que, por ejemplo, dejan que sus directores ejecutivos o directores médicos hagan lo que les da la gana sin supervisión o con una escuálida directriz. Pero pobre de estos si el resultado de sus acciones inconsultas o poco definidas acaban mal, entonces se desata una vorágine de interpelaciones y juicios ante los que Torquemada se quedaría chico.
Otro asunto a considerar, sospechando por lo menos que la junta directiva de la CSS haya venido actuando al mejor estilo leseferista, es el papel de los mandos medios, niveles supuestamente técnicos, que en su mayoría han sido el común denominador en los últimos 15 años y que probablemente muchos de ellos se han mantenido haciendo lo mismo. No existen cambios si siempre se hacen las cosas de la misma forma.
Después del Canal o casi tan grande como este, la CSS tiene una gran influencia en el pueblo panameño; cualquier arañazo en su gestión representa un desgarro en la comunidad y una gran úlcera en el gobierno de turno, por ello el cuidado que se tome en la escogencia del director debe ser meticulosa y precisa. Opino que el elegido debe tener un pedigrí administrativo práctico y actitudinal más que teórico, independientemente de los grados académicos presentados. Ello es parte de la falla que se repite con los últimos directores, “mucho ruido y pocas nueces”. Amén de los mandos medios y la propia junta directiva, que me parece han dejado solo a cuanto director ha pasado por el tapete, y me refiero específicamente a discusiones o decisiones de altura, proactivas y con un alto impacto positivo en los programas y estrategias, no en remiendos, sobrecostos o soluciones insostenibles e igualmente capaces de armonizar sensatamente y con liderazgo frente a las agrupaciones de colaboradores y pacientes. Cambios que aporten soluciones realistas, duraderas y perfectibles, decididos con verdadero conocimiento de causa y con valentía política independiente. Se supone que para eso están allí, ¿o es que solo la solidaridad es para los que cotizamos? Pues los que coordinan, asesoran o administran también deben aportar su cuota de sacrificio, para eso también hay que tener pedigrí administrativo práctico y legítimo, no una figura teórica plasmada en un currículum ni por la cantidad de pancartas exhibidas por un gremio. Ojalá la decisión para designar al nuevo director general se optimice mediante la reestructuración de la junta directiva y de los mandos medios. Aunque nadie puede asegurar el futuro de tamaña maniobra, al menos dejaríamos de hacer lo mismo. En estos cargos requerimos gente proba y experimentada. Nada más, nada menos.