Un error de cálculo



He leído y releído la carta de Ricardo Martinelli al “Gobierno y al Pueblo de Estados Unidos”, y todavía me pregunto: ¿qué puede haberlo motivado a escribir una clara confesión de varios delitos? Es una descripción de lo ingenuo que fue quien hasta ahora pareciera haber sido una persona astuta y estratégica.

Todo parecía estar planeado, después de liderar el gobierno más corrupto de la historia de Panamá, en el que debilitó intencionalmente todas sus instituciones, el expresidente juramenta de madrugada en el Parlacen para asegurarse un blindaje constitucional que ha probado ser infalible, al no haber logrado una sola condena a un diputado en nuestra historia reciente. Luego se muda a Miami, donde pensaba que el débil brazo de la justicia panameña no lo podría alcanzar, y desde donde podría seguir moviendo sus fichas para seguir siendo influyente, en una política cada vez más clientelista. Se sentía protegido por los favores que había hecho a Estados Unidos y por las invitaciones de algunos funcionarios estadounidenses de refugiarse en su país.

Pero hubo errores en el cálculo, no contaba con la determinación de un país de clamar justicia, con ciudadanos que han presionado para que nuestra débil institucionalidad avance, aunque sea lentamente, y que ha demandado al gobierno a que rompa con la práctica de no investigar las denuncias de corrupción. No contaba con que los políticos que le eran fieles ahora lo abandonan al convertirse más en una carga que en un activo, y en el país donde pensó refugiarse, demuestra nuevamente que no tiene amigos, sino intereses, pues un país como ese cuenta con instituciones tan fuertes que le ponen límites a su propio presidente.

La carta parece escrita en un momento de arrebato y publicada por un abogado muy parecido a su cliente; ambos parecen no haber calculado bien el daño a su deteriorada imagen y las posibles repercusiones legales.

No sabemos cómo va a terminar esta historia, lo cierto es que hoy el expresidente se encuentra en la más difícil de las situaciones, después de casi un año completo preso en condiciones muy duras. Parece inevitable una penosa extradición que además hará eco internacionalmente para enfrentar a los mismos magistrados que él nombró y una justicia que él mismo debilitó.

Panamá tiene un enorme reto: juzgar a este hombre en derecho, ante la atenta mirada nacional e internacional. Esperamos que nuestros magistrados se eleven por encima de las debilidades propias y de nuestro sistema, y envíen un mensaje al mundo de que Panamá es un país donde impera la ley, y donde hasta el más poderoso debe enfrentar las consecuencias de sus delitos. Todos los ciudadanos debemos seguir vigilantes y exigir que así sea.

La autora  es miembro de Movin

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