Juan Carlos Varela: ‘El país se puso la camiseta’

Juan Carlos Varela: ‘El país se puso la camiseta’


El presidente Juan Carlos Varela miró con complicidad al director de la Policía Nacional, Omar Pinzón, y ambos rieron. En Panamá llovía. Domingo 12 de abril, 3:00 de la  tarde.  La que quizá fue la primera lluvia de abril concretó un presagio del mandatario. En medio de los preparativos para la VII Cumbre de las Américas se dio un extenso debate: ¿dónde hacer la cena de Estado? No era cualquier cosa, se trataba del evento social que congregaría a los hombres más poderosos del continente.

Varela siempre apostó por las ruinas de Panamá Viejo, pero varios de sus colaboradores preferían un lugar bajo techo. Una cita de ese perfil no podía quedar en manos del clima. Si llovía se arruinaba todo. Pero Varela, terco por naturaleza, insistió: “No se preocupen que aquí no va a llover, lloverá el domingo después de la Cumbre”.

Y así fue. El domingo 12 de abril llovió. Varela y Pinzón celebraron en secreto.



SE VA CASTRO

Resulta que el sábado por la noche, la Cumbre se clausuró para el resto del mundo, pero en el corazón del Palacio de las Garzas, la faena seguía. A eso de las 11:00 a.m. del domingo siguiente, el Presidente llegó al aeropuerto de Panamá Pacífico, en Howard. Tenía una misión especial: despedir al gobernante de Cuba, Raúl Castro. Se vistió casual, al fin al cabo era domingo, pero se llevó una sorpresa: la delegación cubana en pleno “estaba de saco y corbata”. “Me sentí…”, dice el Presidente sin terminar la frase, y con esa sonrisa de niño bueno que por ratos aparta su imagen del político curtido que gobierna la nación desde el 1 de julio de 2014.

La conversación con Castro fue larga y variopinta. Como era de esperarse, hablaron de su reunión con el mandatario de Estados Unidos (EU), Barack Obama, de lo emocionado que estaba el viejo hijo de la revolución de haber estado en la Cumbre de Panamá, de negocios entre los dos países y de que un día de estos Varela visitaría Cuba en plan de turismo.

Y la relación del Presidente de Panamá con la religión católica también estuvo en agenda. Varela y Castro tienen un amigo en común: el cardenal Jaime Ortega, entonces aprovecharon la oportunidad para hablar de él. “[El cardenal] estuvo en Panamá almorzando conmigo cuando estaba la situación más complicada”, narra el mandatario.

Vio animado a Castro, ¿se fue contento?, le pregunto.

“Estaba muy contento. Cansado pero muy contento. Hay una anécdota… él dice que habló 48 minutos y que le debemos 6. Es que son 7 cumbres, así que son 56 minutos...”, narra.

“Me habló mucho del día domingo… dice que es un día para estar con su familia, con sus hijos, con sus nietos. Su jefe de seguridad es su nieto, una persona con la que hemos trabajado mucho”, agrega el mandatario.

Pero ese día, Varela también despidió al presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez; a la primera ministra de Jamaica, Portia Simpson-Miller, y al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, entre otros. Apenas se fue Castro, le tocó el turno a Maduro. Varela y Maduro se podría decir que son viejos amigos. Se conocieron cuando Maduro era canciller del fallecido presidente Hugo Chávez, y Varela tenía ese mismo cargo en el gobierno de Ricardo Martinelli.

“Nicolás”, a secas. Así llama Varela al presidente de Venezuela. Esta entrevista se efectuó en el despacho del mandatario en el Palacio de las Garzas, y cuando empezamos a hablar de su despedida del gobernante venezolano, el Presidente se para de su silla, camina hasta un mueble, lo abre, saca un sencillo libro y dice: “[Maduro] me obsequió un libro del Congreso Anfictiónico”.   Y lo explica: “de cómo nos veía en ese momento Estados Unidos a todos los países de la región. Como una potencia nos veían, como lo que somos”, dijo el mandatario.

EL LUNES TENSO

Como buen ingeniero, todas las decisiones de Varela pasan por un estricto proceso de matrices, razonamientos y cálculos. En otras palabras, este Presidente ensaya, y practica antes de que suba el telón.

Cada discurso que pronunció en la Cumbre fue minuciosamente estudiado. Estableció un día para terminar de revisar los mensajes que emitiría en la cita hemisférica: lunes 6 de abril, cuatro días antes de la inauguración del encuentro. No contaba con la rebelión de los conductores del Metro Bus. Y allí estaba Varela: en palacio a las 2:00 de la madrugada de ese lunes. Con su equipo de ministros, intentaba armar la estrategia para evitar el paro que el sindicato de Mi Bus había anunciado. Durmió dos horas. A las 4:00 a.m. se levantó para dirigir la operación. Todo lo hizo desde su casa en la avenida Balboa.

Y el final de la historia ya se conoce: poco después de la 1:00 p.m. el paro se había desvanecido. El hecho es que ese lunes el Presidente empezó a ensayar sus discursos muy tarde, y cuando terminó, otra vez de madrugada, sintió que estaba listo. Que empiece la acción.

STEFAN Y OBAMA

El mandatario cuenta que de alguna manera cada hijo suyo (tiene tres) refleja una época de su vida. Giancarlo, el mayor, es el artista, el creativo, el músico. “Es la parte de mi vida privada cuando trabajé para el negocio de la familia en la parte de entretenimiento”, narra.

Adrián, el segundo, refleja la interacción hacia la vida pública, pero sin apartar la familia, el deporte, la salud, el estudio. “Salió muy disciplinado”, asegura. Y Stefan, el menor, es el político de la casa. “fue una de las pocas personas que me dijo lo que me iba a pasar en la alianza de gobierno [con Ricardo Martinelli]”, dice.

Un día, el Presidente hablaba con la canciller Isabel de Saint Malo de Alvarado sobre la agenda de la Cumbre, Stefan escuchó y pidió colaborar.

Recibe a los presidentes... eso sí, tienes que recibirlos a todos”, le encomendó su padre. “Para sorpresa mía, el jueves... que yo sabía que no había clases, vi un movimiento bien temprano, y a las 7:00 de la mañana, a la misma hora que sale para la escuela estaba Stefan totalmente ensacado, con su pin, y con su escudo de Panamá... listo para salir al aeropuerto a recibir a los presidentes”, recuerda Varela.

Stefan recibió, por ejemplo, a Obama. “Me dijo que [el presidente de EU] le había preguntado en qué grado estaba, que el mismo Obama había cambiado el protocolo de la Casa Blanca para organizar la foto. Me dijo que le había parecido una persona muy sencilla. También se rio mucho con el presidente Maduro”, asegura.

El presidente de EU también interactuó con Giancarlo. Hablaron de música. “Él [Obama] le pidió que le hiciera un play list de su música favorita, lo trabajó el viernes en la noche y se lo entregó el sábado en la Cumbre”, cuenta.

Obama, incluso, propuso hacer una broma en la noche de la inauguración. Cuenta Varela que minutos antes de que empezara la ceremonia y en momentos en que todos los presidentes esperaban detrás del telón del teatro para entrar al escenario, el mandatario estadounidense dijo: ‘¿por qué no nos agachamos y brincamos cuando suba el telón?’.

Ya para entonces, Obama había saludado a Castro. Pero, el mundo no conoció las imágenes del histórico apretón de manos hasta minutos antes de que culminara el evento.

¿Cómo hicieron para convencer a los presidentes para que vinieran?

“Fue un trabajo diplomático muy intenso, muy fuerte. [con algunos de ellos] nos vimos en Naciones Unidas, en la cumbre de la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), en el Sica [Sistema de Integración Centroamericana]. La canciller trabajó mucho... incluso se pidió una facilidad para traer a algunos presidentes que no podían venir”, afirma. Se refiere a los mandatarios de las islas del Caribe.

¿Qué papel jugó usted en el encuentro Obama-Castro”?

“Lo jugó el país. Nosotros creamos el ambiente. Teníamos la seguridad de que [esa reunión] se iba a hacer”, dice.

Sábado en la tarde. Una buena parte de los gobernantes ya había pronunciado su discurso, se había gestado el encuentro histórico EU-Cuba, se habían efectuado importantes reuniones bilaterales. Solo había que ponerle la cereza al pastel. Había que buscar la manera de que los representantes de Venezuela y Estados Unidos se encontraran.

Y Varela intentó jugar al pastelero. “Estábamos tratando de que se diera una reunión entre el secretario de Estado [John] Kerry y la canciller de Venezuela [Delcy Rodríguez]. Nosotros habíamos pedido que se diera la reunión. Al final Kerry se retiró antes, y al final los presidentes se reunieron [Obama y Maduro]”, manifiesta.

Su esposa Lorena también jugó un papel clave. Sin su gestión, Mark Zuckerberg, el creador de Facebook, no hubiera venido a Panamá. La primera dama conoció a Sheryl Sandberg, jefa de finanzas de Facebook, durante un almuerzo en uno de los eventos del último Foro Económico Mundial, celebrado en Davos, Suiza. Le habló de Panamá y los invitó a venir a la Cumbre. Como anfitriona, Lorena se encargó de la agenda de las esposas de los presidentes.

EL FINAL

El baile languidece, la música cesa, las luces se empiezan a apagar. Llega el final. Termina la VII Cumbre de las Américas. Varela se toma selfies con periodistas locales y extranjeros que le dieron cobertura al evento, saluda al personal del Gobierno que trabajó tras bastidores. Se despide de los agentes de seguridad que custodiaron el centro de convenciones. Le dice gracias a todos.

En uno de los pasillos de Atlapa, un policía le entrega una nota. En su casa, el Presidente la lee. “Presidente, ayúdeme a superarme”, decía la carta junto al nombre y el número de agente.

Al día siguiente, en un almuerzo en Palacio con las máximas autoridades de seguridad, Varela le pidió al director de la Policía, Omar Pinzón, que llame al cabo Romero. Pinzón lo mira extrañado pero no hace preguntas. Y así fue como el Presidente invitó a almorzar a uno de los 5 mil hombres que se encargaron de la seguridad del evento. Y lo ayudará a superarse.

Por estos días, en la Presidencia confeccionan 15 mil certificados de agradecimiento que serán entregados a gente que trabajó duro en la Cumbre, que sudó, que dejó la piel en el evento. “El país sacó 100”, dice el mandatario. “Siento que el país se puso la camiseta”. Y termina.

 

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