Alexandra Cousteau está confundida. Panamá comenzaba a perfilarse como un ejemplo para Latinoamérica en la conservación de los recursos naturales, con una serie de iniciativas que ambientalistas locales y extranjeros habían aplaudido: el corredor marino, la ley contra el "aleteo" de tiburones, el blindaje legal del Parque Nacional Coiba...
Para esta promotora del uso sostenible de los recursos marinos -y, cómo no mencionarlo, nieta del oceanógrafo Jacques Cousteau-, la posibilidad de que el Gobierno autorice la captura de delfines salvajes y la apertura de un delfinario en San Carlos, tal y como pretende la empresa Ocean Embassy, sería decepcionante.
"El pueblo panameño no tiene por qué esperar nada de Ocean Embassy, es una empresa y busca el beneficio, pero sí espera mucho de su gobierno. Y el 82% de los panameños no está de acuerdo con este proyecto", advierte Alexandra Cousteau refiriéndose a la encuesta que este diario encargó a Dichter & Neira y que mostró que el 81.9% de los encuestados no apoya la caza de estos mamíferos marinos.
¿Y LOS ESTUDIOS?
"Éticamente" en contra de esas capturas, Cousteau no se explica cómo, al menos, no se han encargado estudios sobre la población local de delfines, las zonas en donde se localizan o sobre el impacto real de lo que pretende hacer Ocean Embassy Panamá.
Por eso, la asesora de la Fundación Mar Viva ofreció al Gobierno, en octubre de 2006, la colaboración de científicos internacionales para que las autoridades pudieran tener un informe independiente con el que evaluar el proyecto.
"¿A quién le presentó esa propuesta...?". La sonrisa de Cousteau denota que no va a contestar a la pregunta comprometedora, pero sí explica que no es razonable que la decisión que se adopte no se tome en función de la mayor cantidad de información posible.
"Este proceso debe ser más transparente, más honesto con todos los panameños y para eso hace falta escuchar la opinión experta de lado y lado. Esto no está ocurriendo".
En la mano, Alexandra Cousteau sostiene un archivo con los diagnósticos de diferentes entidades y científicos. Explica que la caza de delfines salvajes es algo que se dejó de hacer en el primer mundo hace mucho tiempo. "El Gobierno de Estados Unidos no ha permitido capturas de delfines desde 1989. En Francia, me miraron como loca cuando les dije que en Panamá existía este proyecto. me dijeron: ‘eso es la prehistoria". La sensación de Cousteau es que las empresas con este tipo de proyectos llegan a países en vías de desarrollo creyendo que pueden "engañar a la gente".
LAS CONSECUENCIAS
Esta mujer, que se ha convertido en la imagen mundial de la defensa de los recursos acuáticos, quiere dejar claro que los delfines sufrirán -"tienen una estructura social muy compleja y no se trata de cuántos hay sino de las repercusiones de romper esa estructura"; que la cadena del mar sufrirá- "es una especie clave, como los tiburones. Cuando se cazan, se está dañando todo un ecosistema"; que los pescadores panameños sufrirán -"he estado en pueblos donde los pescadores están de brazos cruzados"-, y que, al final, Panamá estará dilapidando su futuro.
ARGUMENTOS EN CONTRA
Los argumentos a favor que han utilizado los defensores del proyecto de Ocean Embassy tienen respuesta en Alexandra Cousteau.
¿Por qué no hacerlos si en el primer mundo los tienen? "Porque en el primer mundo se hacían este tipo de acuarios hace 20 años, pero ahora los que restan se alimentan de bebés de delfín nacidos en cautividad, no de delfines salvajes".
¿No es de utilidad para los niños con problemas de salud o discapacitados? "Está probado que es buena cualquier interacción con animales, sean perros, caballos o delfines. Así que pueden hacer terapia con animales domésticos".
¿No es un gancho para el desarrollo turístico del país? "Hay otras maneras de explotar el medioambiente sin comprometer el futuro y hay ejemplos en muchas partes del mundo, incluida Costa Rica".
MALA IMAGEN
Los daños que presume Cousteau en los delfines no serán nada comparado con "la mala imagen internacional que va a proyectar Panamá". "Si se les da el permiso, será como darle la razón a todos aquellos extranjeros que piensan que en Panamá se puede hacer cualquier cosa gracias a la corrupción y a la falta de instituciones fuertes", vaticina.
No debe pensar lo mismo el presidente de la República, Martín Torrijos, que no le ha concedido audiencia a Alexandra Cousteau, a pesar de que lo intentó durante la última visita del mandatario a Washington y ahora en Panamá.
A cambio, la recibió el alcalde capitalino, Juan Carlos Navarro, que fue virulento en sus declaraciones en contra de Ocean Embassy y del proyecto de delfinario. También se reunió con Richard Pretto y George Novey de la Autoridad de los Recursos Acuáticos .
"¿Qué se puede hacer si se conceden los permisos?"
Un largo silencio tensa la sala donde está Alexandra. Responde en inglés -"para ser precisa"- y es dura: "No se podrá hacer nada, pero, al final, el Gobierno tendrá que responder al pueblo. Puede que no sea ahora, pero en 4 ó 5 años se conocerán las verdaderas razones del porqué se autorizó el delfinario y... uno siempre paga en la vida por lo que hace".
PERFIL
ALEXANDRA COUSTEAU: A sus 30 años es depositaria de un legado inmenso: el de su abuelo, Jacques, y el de su padre, Philippe, ambos muertos pero en la memoria de todos aquellos que aprendieron del mar y de sus recursos con sus documentales. Hoy, Alexandra dice que nadie puede permitirse el lujo de no ser ambientalista: "Es un asunto de supervivencia".