1.Los antibióticos son útiles para todo tipo de infecciones.
Falso. Los antibióticos solo sirven para las infecciones producidas por bacterias.
La mayoría de las infecciones respiratorias o intestinales son causadas por virus, por lo que los antibióticos no tienen ninguna utilidad en su tratamiento.
Algunas personas presumen erróneamente que si toman antibióticos para una gripe o diarrea esto ayudará a su sistema inmunológico a combatir la infección. Los antibióticos no fortalecen el sistema inmunológico, solo matan a las bacterias.
El problema acontece cuando alguien toma un antibiótico sin éxito y decide ir donde otro médico para buscar la prescripción de un antibiótico más potente y mejora. Entonces, se atribuye al antibiótico la curación y el segundo médico es el héroe, cuando en realidad el propio sistema inmunológico hizo todo el trabajo y la infección viral solo siguió su curso natural.
2.El uso de antibióticos en resfriados o gripe previene sus complicaciones.
Falso. Las complicaciones de las infecciones respiratorias virales se deben a varias razones.
No hay ninguna evidencia científica que haya demostrado que los antibióticos alteran la evolución natural de estas enfermedades.
La mayoría (más del 90%) de las infecciones respiratorias es autolimitada y mejora espontáneamente.
La tos, por más flemosa y persistente que sea, no indica que haya complicación bacteriana que requiera antibióticos.
La tos es el síntoma último en desaparecer en las infecciones respiratorias y, con frecuencia, toma entre dos a tres semanas en hacerlo.
En contadas ocasiones el médico puede prescribir antibióticos si detecta una otitis, sinusitis o neumonía secundaria.
En todo caso, el mejor tratamiento es un buen diagnóstico.
3.La fiebre alta o el dolor intenso de garganta siempre requiere el uso de antibióticos.
Falso. El dolor de garganta no justifica usualmente el uso de antibióticos. La mayoría de los dolores de garganta es causada por virus.
Solo entre 10% y 25% de los dolores de garganta amerita la administración de un antibiótico, debido a la infección por una bacteria llamada Estreptococo beta-hemolítico del grupo A (Streptococcus pyogenes).
Los niños menores de 3 años con faringitis o amigdalitis rara vez están infectados con este germen.
Lo ideal es que el médico haga una prueba rápida o tome un cultivo antes de prescribir antibióticos.
Por otro lado, la fiebre de cualquier intensidad puede ser causada por virus o bacterias.
La fiebre es una herramienta inmunológica beneficiosa utilizada por nuestro organismo para deshacernos de los microbios que causan la enfermedad y, raramente, tiene consecuencias adversas.
4.Los antibióticos bajan las defensas y producen anemia.
Falso. Esa creencia probablemente se derivó por el uso de un antibiótico, ya casi abandonado, llamado cloranfenicol, que inducía un tipo de anemia y disminución de los glóbulos blancos. Los antibióticos no afectan las células de protección inmunológica.
Las defensas del organismo utilizan varios mecanismos para alcanzar su efecto beneficioso y combatir infecciones.
La inmunidad no solo está basada en la presencia de los glóbulos blancos en el sitio de la infección, sino en la acción de macrófagos, factores del complemento, inmunoglobulinas y citocinas, elementos inmunes sin ninguna relación con el efecto antibiótico.
5.Entre más caro sea el antibiótico es mejor.
Falso. Pese a que la industria farmacéutica invade al médico con propaganda de novedosos y más potentes antibióticos, los medicamentos tradicionales y baratos todavía tienen mucha utilidad para numerosas infecciones bacterianas.
Hay criterios médicos bien establecidos para la escogencia de un antibiótico, incluyendo el tipo de infección, su localización, la bacteria potencialmente involucrada y su patrón de susceptibilidad.
Las penicilinas, por ejemplo, siguen siendo eficaces después de más de medio siglo de haberse descubierto.
(El autor es profesor de pediatría, jefe de infectología y director de investigación clínica del Hospital del Niño. Email: xsaezll@cwpanama.net / Twitter: @xsaezll)