Los sucesos heróicos del 9 de enero

Los sucesos heróicos del 9 de enero


Hace ya más de 50 años, desde 1958 y 1959 el estudiante panameño se lanza a sembrar banderas en la Zona del Canal. Era un estudiante de calidad, producto de una educación igualmente de calidad que añoramos más que nunca. Representaba a una generación de jóvenes respetuosos, disciplinados y llenos de la natural rebeldía juvenil, instruidos y bien educados, henchidos de un fervor patriótico racional que correspondía con un concepto político y moral inteligente que había madurado durante varias décadas: el de Panamá realmente soberana en todo su territorio. Este estudiante ejemplar, sometido al orden y la legalidad afronta, al contrario, a una turba de colonos zoneítas y de autoridades civiles y militares del Estado más poderoso del mundo. Se enfrentaron con ánimo pacífico, a gentes que actuaban de manera belicosa, irracional, irresponsable. A gentes que se rebelaron contra su gobierno, que manifestaban una acción contraria al temperamento y la acción del pueblo de la gran nación americana que les otorgaba sustento material y moral. El resultado de esa confrontación desigual es el 9 de enero de 1964. Se produce, ese día en Panamá, una fractura histórica, un antes y un después inevitables.

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Los sucesos heróicos del 9 de enero

En la escuela secundaria de Balboa, convertido en el santuario de la nacionalidad panameña bajo el nombre del primer mártir, Ascanio Arosemena, tiene lugar el desencuentro simbólico de dos culturas y de dos sensibilidades opuestas. En ese lugar el estudiante del Instituto Nacional tendrá un protagonismo inigualado en eventos que aceleran la historia entre dos naciones y entre dos pueblos, con impactos colosales en el porvenir. El resultado será, los Tratados de 1977 y sus inmensas conquistas para Panamá, para la paz entre dos naciones, la tranquilidad en el continente americano y la seguridad en la navegación internacional. Dichos tratados que eliminan desde 1979 el enclave colonial y restituyen el Canal a Panamá en 1999, existen también gracias a los estudiantes panameños, los del Instituto Nacional en primer lugar, a los mártires inmolados hace medio siglo. Existen también los tratados Torrijos-Carter y se manifiestan sus magníficos resultados gracias a la acción de generaciones de panameños que lucharon durante décadas, al gran movimiento espontáneo y popular con el sacrificio de los mártires-próceres de enero de 1964 y a la actitud patriótica y valiente del presidente Roberto Francisco Chiari Remón, el único en la historia de Latinoamérica que rompió relaciones con la gran potencia del norte aún en contra de sus más profundos intereses familiares y personales. Su gesto heroico movió al gobierno de Estados Unidos el 18 de diciembre de 1964 a aceptar públicamente y por vez primera en la historia de las relaciones entre los dos países los principios fundamentales en los que se sustentaría la negociación: la abrogación de la Convención del Canal Ístmico de 1903, la devolución de la Zona del Canal a Panamá y la celebración de un nuevo tratado, eventos que suceden de manera concreta gracias a los tratados Torrijos-Carter.

Una idea se fue convirtiendo en aspiración y luego se hizo realidad concreta: Panamá soberana, término que más que una divisa es un hecho tangible, nos ha otorgado mayor sentido de nación y prosperidad. Desde el 9 de enero hasta hoy, el país evolucionó notablemente, gracias en gran parte a los recursos extraordinarios que desde octubre de 1979 tenemos a nuestra disposición. Esa realidad desmiente a los que sostenían que “la soberanía no se come”. El sacrificio de los mártires y la lucha generacional nos ha dado orgullo, sentido de dignidad y muchos miles de millones de dólares en tierras, en infraestructuras y en ingresos que han elevado, con desigualdad evidente, el nivel de vida en el país. Nos toca ahora hacer que todos reciban por igual los beneficio del Canal, y que se convierta en más salud, más cultura, mejores viviendas, un desarrollo equilibrado del campo y las ciudades del país, un mejor gobierno y real justicia, en especial para aquellos que son multitudes, menos provistos por un sistema que los excluye y margina. Debemos ahora luchar porque el sacrificio de los mártires de enero de 1964 nos anime, nos impulse y nos ayude a resolver de manera verdaderamente revolucionaria el más grave problema que arrastra nuestra sociedad, de cuya solución depende enteramente nuestro porvenir. Se trata, por supuesto, de la educación. De una educación de la más alta calidad, plenamente racional, totalmente laica y moderna, que forme ciudadanos completos antes que todo, responsables, conscientes de sus derechos y de sus deberes, imbuidos de los valores del humanismo y dotados de las mejores herramientas de la ciencia y de la tecnología. Educación excelente, en todos los niveles, con maestros y profesores académicamente bien formados. Que surjan de los mejores estudiantes, seleccionados con el mayor rigor, para formar parte del grupo de los profesionales más calificados y, en consecuencia, mejor retribuidos y reconocidos por la sociedad. Educación comparable, adaptada a la realidad más avanzada científica y espiritual de principios del siglo XXI, a la que recibieron los estudiantes panameños que protagonizaron las gestas heroicas que hoy conmemoramos con fervor.

Nuestro compromiso por lograr una sociedad mejor será el más rendido homenaje a los mártires de enero de 1964 y servirá para saldar la deuda de gratitud que tenemos los panameños que hemos disfrutado del resultado de su sacrificio. Ahora solo nos resta recordar con cariño esas gestas patrióticas y difundirlas en las aulas escolares, desde las primarias hasta las universitarias, para que no se olviden sus protagonistas y se honren apropiadamente sus héroes. Para que se fortalezca el sentimiento cívico que se hinca en el rico pasado nuestro y se proyecta al venturoso porvenir que construiremos todos como hombres libres, responsables, respetuosos de la ley pero vigilantes de su aplicación a todos por igual, panameños de una patria unida, cada vez más en la opulencia, como lo fuimos en la adversidad.

FUENTES

Editor: Ricardo López Arias

Autor: Omar Jaén Suárez Historiador, geógrafo y diplomático

Fotografía: Colección RLA/AVSU

Comentarios: raíces@prensa.com

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