'En el corazón del mar': el zigzagueante barco de Howard

'En el corazón del mar': el zigzagueante barco de Howard


Ron Howard es un artesano con talento dentro del Hollywood industrial, que siempre necesita realizadores funcionales con aspiraciones a ser artistas.

En sus 22 películas como director no ha creado un movimiento como en el pasado alcanzaron Orson Welles, Stanley Kubrick, Federico Fellini y Vittorio de Sica.

Tampoco ha tenido una escuela de seguidores, como lo han conseguido en el presente Woody Allen, Spike Lee, Terry Gilliam, Atom Egoyan, Bernard Tavernier, los hermanos Coen, David Lynch,  Ridley Scott  Quentin Tarantino.

Sus películas no despiertan una expectativa masiva como las de George Lucas, Steven Spielberg y James Cameron.

Aunque Ron Howard sí ha firmado unas cuantas películas correctas que le han dado popularidad, mas no prestigio.

Igual se hace cargo de proyectos válidos pertenecientes al ala más comercial de la llamada Meca del cine como El código Da Vinci (2006), El Grinch (2000) y Apolo 13 (1995), así como rueda películas con pretensiones de autor como Frost contra Nixon (2008, el filme más ambicioso de su carrera para quien escribe esta crítica), Cinderella man (2005) y Una mente maravillosa (2001).

Su más reciente creación, En el corazón del mar (In the Heart of the Sea), trata de nadar en ambas aguas, es decir, oscilar entre el superficial blockbuster tradicional y la inspiración del cine independiente, si bien termina naufragando al caer en la categoría de potencialmente bueno y hasta allí.

Esta película, que se desarrolla en el siglo XIX, se inspira en la obra En el corazón del mar, del escritor estadounidense Nathaniel Philbrick, pieza que ganó el National Book Award.

Tanto el libro como el filme detallan la odisea que experimentaron los tripulantes del barco ballenero Essex, que una mañana de 1819 zarpa del puerto de Nantucket, en la costa este de Estados Unidos, y que termina literalmente destruido por la furia de una formidable e inmensa ballena blanca, hechos reales que luego pasarían al sendero de la ficción cuando el maestro Herman Melville lo transforma en un clásico inmortal: Moby Dick.

La versión cinematográfica de Ron Howard no está a la altura de la obra que lo sustenta. Funciona como cine de aventuras y espero que, por lo menos, despierte la curiosidad de las nuevas generaciones por leer Moby Dick.



El problema con Howard es que no es preciso en el tono, ni en el género cinematográfico en que desea compartir esta lección sobre respetar a la naturaleza y no caer en la trampa de querer siempre más.

Cuando presenta escenas de peligro en alta mar, cuando la ballena desata toda su bravura con los ambiciosos seres humanos que desean cazarla, Howard copia torpemente la tensión que sí alcanzó su colega Steven Spielberg con Tiburón, producción que dicho sea de paso marcó un antes y un después en el terror proveniente del océano y que este 2015 cumplió 40 años en plena forma.

Es que el mamífero cetáceo de Howard no conquistará lo que el pez selacio de Steven Spielberg  sí: construir un thriller que pondría a saltar de alegría a Alfred Hitchcock.



Como tratando de encontrar una salida para acercar su trama al público, Ron Howard también trata que En el corazón del mar sea un drama de sobrevivencia, cuando los desdichados y abandonados integrantes del Essex deben luchar contra la falta de alimentos, la escasez de agua, el no encontrar puerto seguro y, encima, la vigilancia de la ballena asesina que no les da tregua, pero tampoco en este aparte logra Ron los quilates obtenidos por largometrajes soberbios como Kon-Tiki (Noruega, 2012), de Joachim Ronning y Espen Sandberg, y Náufragos (Cast Away, 2000), de Robert Zemeckis.

A su drama le falta musculatura, fibra y consistencia. Su cuerpo narrativo se estanca a mitad del segundo acto. Aspectos estos que limitan sus posibilidades de alcanzar una nota elevada en cuanto a calidad artística. Aunque quizás su leitmotiv sea solo entretener y ofrecer lecciones positivas de vida como en un manual de autoayuda.



Ron Howard es incapaz de algún salto imaginativo y sugerente en el filme En el corazón del mar, pues sencillamente no desea pasearse por algún lugar desconocido.

Por eso, echa mano de una estructura que de tanto usarse ya es rutinaria en el cine de Hollywood: un testigo de lo sucedido le cuenta a un escritor su historia para que lo ayude a comprenderla y que a la par llegue a otros. Ese mecanismo narrativo lo utilizó con resultados más afortunados Ang Lee en La vida de Pi (2012).

En el corazón del mar transmite un humanismo social, a través de mensajes necesarios en contra de la avaricia y la ambición sin fin, más un pozo de combate de clases entre el pobre eficaz primer oficial y el rico arrogante capitán del Essex, aunque a falta de solvencia plena, y por su presentación más que complaciente, es agradable y olvidable.

Siga a Daniel Domínguez Z. en  Twitter: @DanielDomnguez1y en  Instagram:   Daniel.Dominguez2006 

LAS MÁS LEÍDAS