Hoy por hoy



El país ha sido sometido por sus propios ciudadanos –al elegir candidatos impresentables– al escarnio internacional y local, pues tenemos un sistema político infiltrado por el pandillerismo, que hace lo posible por legalizar la delincuencia y obstaculizar la transparencia, tal como ocurre con nuestra posición sobre el intercambio de información fiscal con otros países, que empezará a tener consecuencias para Panamá desde 2022 con un país europeo, al que indudablemente se sumarán otros. O lo que ocurre en el aeropuerto –visitado por el presidente de la República–, quien vio con sus propios ojos el desastre que funcionarios de su gobierno causan al turismo, pero decidió ignorar, mientras algunos se enriquecen sacrificando un pilar de nuestra economía. El desastre es más apabullante al ver cómo influyentes miembros de su partido se identifican con la delincuencia, permitiéndole, incluso, ser parte de la planilla estatal. Como si fuera poco, las entidades de control son tan inútiles como cómplices del robo al erario. Nuestra imagen es la suma de la corrupción, pero también somos víctimas de nuestra propia desidia y complicidad.