El geólogo inglés Anthony Coates llegó a Panamá en busca de un cambio.
Llevaba unas décadas ejerciendo la docencia en The George Washington University en Estados Unidos (EU) y ya sentía el deseo de volver al trabajo de campo.
Por eso, cuando le ofrecieron venir al país a cavar aquí y allá en busca de fósiles y rocas como parte de un “proyecto fascinante”, asintió y tomó un avión que lo trajo a este istmo.
Era 1986 y un grupo de científicos del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (Stri, por sus siglas en inglés) se preparaba para empezar a escudriñar pistas sobre el surgimiento del istmo panameño y su impacto en la evolución del planeta. Un territorio de estudio prácticamente virgen.
Fue entonces cuando el paleontólogo y ecólogo Jeremy Jackson reclutó a Tony, como llaman a Coates sus colegas y amigos.
“Empezamos a trabajar. Fuimos al archipiélago de Bocas del Toro, Punta Burica, Darién y encontramos muchos sedimentos y fósiles para reconstruir la historia de Panamá. Y luego de tres años de estudio, me nombraron investigador permanente del Stri”, cuenta Coates que en ese momento pensó: “¿Por qué no quedarme investigando unos 10 años más en este país?”.
Ya van 30 aniversarios, tiempo en el que el científico llegó hasta la subdirección del Stri y estableció en aproximadamente 3.5 millones de años la edad de Panamá, tras muchos análisis.
Ahora Coates está a punto de poner el fin a su paso por el país. Y antes de partir en unas semanas y retirarse en Estados Unidos, repasó su experiencia en Panamá, destacó el calor de los latinos y se refirió a la reciente teoría que dice que el istmo no surgió hace 3.5 millones de años, sino hace más de 20 millones de años.
SE SIENTE PANAMEÑO
Anthony Tony Coates nació en Windsor, Inglaterra. En mayo alcanzará las ocho décadas de vida. Estudió geología en el King's College de Londres y en University of Caen de Francia.
Su trayectoria por la ciencia abarca pasos por The University of the West Indies en Jamaica, The George Washington University en Estados Unidos (EU) y en Panamá como parte de los investigadores del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (Stri, por sus siglas en inglés), que vinieron en la década de 1980 a estudiar el surgimiento del istmo y sus grandes repercusiones en el devenir del clima y la evolución del planeta.
Son 58 años de carrera, los últimos 30 de ellos caminando Panamá en busca de sus secretos escondidos en fósiles.
¿Qué estudios existían sobre el surgimiento del istmo antes de la investigación que empezaron en 1986?
Hubo dos o tres biólogos que estudiaron algunos aspectos antes, en especial la migración de animales hace millones de años, un acontecimiento conocido como “el gran intercambio”. Fueron estudios hechos por investigadores de EU y de Argentina. Pero eso es solo un pedacito del estudio para conocer la edad del istmo panameño.
¿Cómo se desarrolló la investigación para determinar que Panamá emergió hace unos 3.5 millones de años?
Eramos como 12 especialistas. Trabajamos en el archipiélago de Bocas del Toro, Darién, Punta Burica y otros puntos.
Después de dos o tres años, nos dimos cuenta de que teníamos bastante material para presentar nuestra conclusión: Panamá se convirtió en el puente del continente hace 3.5 millones de años. Hace 20 millones de años los océanos Pacífico y Atlántico tenían paso libre por lo que hoy es Panamá.
Entre los 12 millones y 15 millones de años iban surgiendo algunas partes del país, como islas. A 6 millones de años aún había canales de agua en el nuevo territorio. El puente se cierra a los 3 millones o 3.5 millones de años.
El istmo provocó grandes consecuencias en el planeta. Al conectarse los lados norte y sur del continente, los dos océanos se separaron cambiando las corrientes marinas y cambiando el clima, creando el Caribe como lo conocemos. Fue el último gran cambio global en la historia del mundo. Panamá ha sido el último gran eslabón de la cadena evolutiva.
¿Qué opina de la nueva teoría que dice que el istmo tiene en realidad más de 20 millones de años?
Ellos [los científicos responsables de la nueva teoría] tienen errores en sus argumentos. Nosotros usamos varias técnicas de estudio que nos llevaron a la misma conclusión: Panamá tiene entre 3 millones y 3.5 millones de años. Hace 20 millones de años no había nada de Panamá.
Nuestros estudios tienen bastante evidencia. Estudios moleculares, de geología, paleoceaonagrafía, de migración de animales terrestres y de fósiles de animales marinos coinciden en que son entre 3 millones y 3.5 millones de años.
Es un argumento muy poderoso. Estoy preparando un artículo científico sobre este asunto para publicarlo. Allí lo explicaré. El documento está actualmente en revisión.
¿Qué otros estudios hizo en Panamá?
A Inglaterra lo han investigado varios geólogos, no hay nada nuevo allí. Pero, por ejemplo, en el archipiélago de Bocas del Toro me encontré con una historia de 20 millones de años. Fui el primer geólogo en estudiar la región del archipiélago.
Fue fascinante reconstruir esa historia. Era territorio virgen. Fue una experiencia extraordinaria. Los artículos sobre el pasado del archipiélago de Bocas del Toro fueron publicados hace años.
Comparta una anécdota de su labor en Panamá.
Me designaron subdirector del Stri, lo que no me iba a permitir estar en el campo. Pero llegué a un acuerdo con el director. Me iba los viernes al trabajo de campo, ya con gente esperándome con comida, puros y demás cosas para las expediciones. Y el lunes ya estaba en la oficina.
Así pude terminar el mapa del archipiélago de Bocas del Toro y estudiar cada metro de cada isla de Bocas hasta 1994. Antes de llegar a Panamá di clases en Washington por 20 años... Fue demasiado de la etapa administrativa de esta carrera y yo quería hacer mas geología. Por eso vine a Panamá. Al final pude seguir mis investigaciones y ser el subdirector por 12 años.
¿Cuántos libros y artículos publicó sobre su trabajo en el país?
Hice tres libros. El más interesante se tituló América Central, una historia natural y cultural. Participan varios científicos y yo fui el editor y escribí un capítulo. Escribí otros dos libros menos interesantes. Uno ellos es sobre la base de datos de los estudios hechos en Panamá, todos los datos recopilados. No es algo muy interesante para la lectura (ríe). Y participé este tiempo en unas 60 publicaciones científicas en revistas.
¿Que función desempeñaba estos últimos años en el Stri?
Ayudaba más que nada para cuestiones diplomáticas, reuniones para solicitar fondos para las investigaciones. Tenía el título de investigador emérito.
¿Cuándo decide irse?
En mayo cumplo 80 años. Es un buen momento para dejarlo (vuelve a reír). Estoy demasiado viejo para caminar las montañas.
Labor científica aparte, ¿qué se lleva de Panamá?
Hay un calor en la cultura latina y en la de Panamá. No solo el calor de las calles por el clima. A veces un “gringo” es abierto a darte la bienvenida, pero no es muy profundo como amigo. Un latino es mas lento en recibirte como amigo, pero cuando se convierte en tu amigo, lo es para toda la vida.
¿Una palabra del ‘español panameño’ que le haya llamado la atención?“¡Chuleta!”. Un colega dice que los panameños hablan un idioma delicioso, pues se comen algunas letras o palabras. Otros dicen que hablan muy rápido. Creo que esos rasgos son por la cultura internacional del país, gracias a la gente yendo y viniendo.
¿Un lugar que extrañará de Panamá?
Cayos Plátanos en la península Valiente, Bocas del Toro.
¿Algo de la gastronomía panameña que le hará falta?
El mondongo.
Calentamiento global. ¿Considera que en Panamá se le está presentando atención a este tema?
Hasta ahora no mucho.
¿Cómo ve el panorama científico local, justo antes de su partida?
Bien. Faltan carreras en universidades, hay que estudiar afuera. Pero hay gente haciendo estudios como ocurre en el Stri, en el Instituto de Investigaciones Científicas y Servicios de Alta Tecnología y en la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación.
¿Algo más antes de partir?
Me siento panameño de corazón.