‘La Picota no es la misma Picota de hace un año cuando yo entré’: Mayer Mizrachi

‘La Picota no es la misma Picota de hace un año cuando yo entré’: Mayer Mizrachi


En la serie de Netflix Orange is the new black, Piper Chapman, la protagonista, llega a una cárcel de mínima seguridad y utiliza sus conocimientos legales para integrarse de forma rápida y pacífica: revisa las cartas de apelación de sus compañeras.

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La estrategia parece funcionar en la vida real, pues Mayer Mizrachi confesó regalar celulares e instalar aplicaciones dentro de su estancia en la cárcel colombiana La Picota a cambio de "protección".

Así lo contó el joven empresario este martes 21 de marzo, durante su participación en el festival Macro Fest, donde dictó la conferencia titulada Hacking Prison, algo así como pirateando la prisión. Mizrachi estuvo seis meses recluido en prisión por la presunta comisión del delito contra la administración pública (peculado), en perjuicio de la Autoridad Nacional para la Innovación Gubernamental (AIG). La audiencia preliminar debe celebrarse el próximo 29 de mayo, en el Juzgado Decimotercero Penal. También es investigado por la presunta comisión del delito de blanqueo de capitales.

"Si tú me defiendes de ese tipo, te consigo el celular", dijo Mizrachi sobre el plan de defensa que montó con otro reo. "Después de un mes, 30 personas tenían celular. Así empieza mi historia de emprendimiento en la cárcel", añadió. Ya no lo dice desde una cárcel colombiana, sino en una tarima en Casa Jaguar, un fino restaurante en Casco Antiguo. Vestía la camiseta de Criptext, su aplicación insignia, y jugueteaba con un dado en su mano izquierda. Lo escuchaban unas 60 personas que respondían con risas a sus anécdotas presidiarias.

Su paso por La Picota, aseguró, fue histórico para la prisión. "La Picota no es la misma Picota de hace un año cuando yo entré. Hay menos peleas (...) porque yo dejé canales abiertos para la disminución de estrés".

DE NUEVA YORK A LA PICOTA

Previo a su presentación, Mizrachi lucía nervioso.

Aguardó por su turno junto a la mesa de billar del local, rodeado de quienes parecían amigos, familiares y socios. Llevaba una gorra negra de los Yankees de Nueva York y tomaba apuntes.

Entonces terminó su presentación Alberto Bermúdez, gerente de Café Unido, y anunciaron al genio de Criptext. Tomó el micrófono y caminó de un lado a otro. Estaba a punto de abrirse al público y contar cómo logró hacer que su paso por una cárcel extranjera estuviera lleno de momentos divertidos.

Comenzó con una escena oscura: el sonido de un tolete contra una puerta lo despertó a mitad de la madrugada, sentía el sabor a sangre de su boca y estaba mareado. Lo último que recordaba era estar en su apartamento en Nueva York, “que era chico, pero no tan chico como el cuarto en el que estaba”.

A su lado había dos colombianos. Reos también. Desorientado, Mizrachi les preguntó en cuál parte de Nueva York se encontraban. “Esto es una requisa”, le respondieron.

Dice que tuvo una episodio epiléptico y olvidó que estaba preso. "¿Cómo yo, un emprendedor en las calles de Nueva York, que se ha fajado para crear algo en esta industria [tecnológica], termino acá?".

Entonces explica que antes de que lo arrestaran se sentía en la cima del mundo: tenía financiamiento, aparecía en revistas internacionales, viajaba. "Estábamos donde cualquier startup del mundo quisiera estar". Y entonces apareció la ley.

"No sabía qué era Interpol. Lo relacionaba con la película Rápido y Furioso", aseguró entre risas y miradas de fascinación. Entre ellas, la de Roxana Méndez, exalcaldesa de la ciudad de Panamá en la administración de Ricardo Martinelli.

Sintió miedo. Sabía que en La Picota todo el mundo había escuchado en las noticias que "había robado 18 millones". "Era como un conejo en la selva", afirmó. Y entonces vio una oportunidad.

TRAFICANTE DE TELÉFONOS

"En la cárcel la única diferencia entre los presos y los guardias es el uniforme: el comportamiento es el mismo. El dinero es el que manda", comprendió Mizrachi. Y su moneda de cambio fue la tecnología.

Primero introdujo para él un celular de última tecnología. Todavía lo conserva. Lo mostró orgulloso ante el público que lo observaba. Después se dio cuenta que el negocio era repartir celulares a sus compañeros. Sabía que debía tener cuidado. Si lo encontraban, contó, lo castigarían con seis meses más "de condena". No le importó.

Un guión similar nuevamente al de Orange is the new black, en la que una mujer rusa ingresaba cosméticos y dulces como estrategia para ganar aliadas.

Como buen empresario, con el tiempo diversificó el negocio. Ya no solamente ingresaba teléfonos inteligentes, sino que ahora instalaba whatsapp y descargaba películas. Su principal activo en el negocio era poseer las contraseñas de internet, que las cambiaban diariamente.

La pasaba bien. Después ingresó tarjetas de memoria. Se las pidió a "su hermano Raymond", que primero le dio unas cuantas y le dijo que iría al baño a buscar las otras. "Nos moríamos de la risa", confesó.

Y entonces por primera vez habló sobre su emprendimiento. A diferencia de los otros expositores, que centraron su conferencia sobre sus proyectos, Mizrachi dedicó casi toda su media hora a hablar de él y de cómo cambió la vida de todos a los que conoció en la prisión.

Mientras sus compañeros se divertían con Whatsapp y películas gratis, Mizrachi trabajaba. Habló todos los días con sus socios en Ecuador para desarrollar Criptext, una aplicación que permite borrar mensajes ya enviados. Un sistema casi infalible, ya que el destinatario podría tomar una foto de su monitor y conservar el mensaje.

Con Criptext ya desarrollado, faltaba la estrategia de mercadeo. El destino le guiñaría un ojo con la aparición de la investigación global sobre la firma panameña Mossack Fonseca. "Panamá estaba en la lupa. Un emprendedor panameño que lanza una aplicación desde la cárcel. Y Forbes mordió el anzuelo. Fue la nota más leída del mes", afirmó. "De una situación negativa, una positiva. Si la hubiera craneado, no salía", añadió.

Antes de terminar su presentación, compartió una reflexión final. Aseguró que entrar a la cárcel es como entrar a una sala de operaciones a corazón abierto. "Todos entran igual. Nadie sabe si saldrá vivo o muerto. Solo tienes tu conocimiento y tu palabra (...) Soy una persona de valores y respeto. Lo más valioso que tienes es tu palabra, independientemente de quién eres y cuánto tienes", instruyó.

Después vino un panel con los demás expositores del día, que moderó Miky Fábrega, "artista, creador y emprendedor", como él mismo se definió. "Hemos tenido que navegar por tormentas y nieve. No debería ser tan difícil en Panamá traer ideas, traer visionarios", dijo Fábrega mientras Mizrachi observaba al vacío sentado solo en un sillón con un dado en la mano izquierda.

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