Una placa en la biblioteca Simón Bolívar de la Universidad de Panamá dice así: “A los profesores españoles que en los albores de la Universidad de Panamá contribuyeron generosamente a crear una institución donde imperó la libertad de pensamiento y enseñanza”.
Es el homenaje a un numeroso grupo de exiliados españoles acogidos por Panamá que, en justa correspondencia, ofreció al país sus conocimientos y su trabajo.
El golpe militar contra el Gobierno de la II República Española, que causó la guerra civil de 1936 a 1939, impactó fuertemente en Panamá. Elida Campodónico de Crespo, Diógenes de la Rosa, Rodrigo Miró, Víctor Urrutia y Clara González, entre otros, crearon el Comité de Defensa de la República Española, que publicaba una página en el Panamá América (“España Libre”) para procurar ayuda al Gobierno legítimo español.
Para ellos defender la República Española era preservar la democracia y la libertad ante el avance del nazismo y el fascismo. Incluso algunos panameños se incorporaron como combatientes en España, como Felipe Hall, capturado y condenado por los golpistas, y Luis A. Cruz, sargento en las Brigadas Internacionales. Pero el Gobierno surgido de las fraudulentas elecciones de 1936 (que eligió a Juan Demóstenes Arosemena con el apoyo de Harmodio Arias Madrid) tenía otras simpatías políticas: el dirigente socialista José A. Broüwer fue detenido acusado de realizar reuniones a favor de la República Española, Humberto Ivaldi, Diógenes de la Rosa y Clara González sufrieron también la persecución. Clara fue destituida de su cátedra en la Escuela Nacional de Derecho.
Era constante el hostigamiento del Gobierno a miembros de los partidos comunista y socialista y a liberales de oposición.
El poeta León Felipe, embajador cultural en Panamá cuando se produjo el golpe militar, escribió Good bye, Panamá, donde mostraba la situación de dramático enfrentamiento existente en el país entre los leales al gobierno republicano (jóvenes intelectuales españoles y panameños representativos del pensamiento y de la política nacional) y los afectos a los rebeldes franquistas (escritores conservadores, religiosos de colegios privados, acaudalados comerciantes españoles y la Legación de España en Panamá).
A partir de 1939, el gran éxodo consecuencia de la derrota republicana llegó también a Panamá. Algunos dejaron una influyente obra, especialmente en el mundo de la cultura y las ciencias.
Renato Ozores y Concha Peña fueron de los primeros en llegar de esta oleada inmigratoria. Ambos tenían su formación en el campo del derecho, pero se dedicarían sobre todo al periodismo y la literatura.
La Universidad de Panamá se benefició con la llegada de muchos exiliados destacados en diversas disciplinas científicas y humanísticas. Recién fundada en 1935, acogió a exiliados españoles que contribuyeron enormemente a su formación.
En las ciencias sociales destacó Juan María Aguilar, historiador, también catedrático de la Universidad de Madrid, quien fue el fundador del departamento de historia en 1943, donde impartió clases hasta 1946. El geógrafo Ángel Rubio, catedrático de la Universidad de Barcelona, sentó las bases de los estudios geográficos en la Universidad de Panamá y realizó una ingente y fundamental obra.
En el campo del derecho, en la Universidad de Panamá destacaron Demófilo de Buen, presidente de la Sala V del Tribunal Supremo de España, catedrático de derecho civil. Juan Vázquez Gayoso fue también catedrático en Panamá. Otros profesores ilustres de derecho fueron: Manuel Cano Llopis, Concha Peña, y Antonio Moles Caubet.
En el área de las ciencias médicas sobresalieron: José Garreta Sabadell; Juan Miguel Herrera (que fue alumno de Santiago Ramón y Cajal) y su esposa Carmen L. de Herrera; Santiago Pi y Suñer; Mariano Górriz y también Esteban Ysern Cervera; Generoso de Puy y Juan Bautista Flors Goterris.
Otros exiliados se distinguieron en el ámbito de la educación, como Ginés Sánchez Balibrea, capitán de infantería de marina y abogado que dejó una huella imborrable por su trabajo en la dirección de los colegios Abel Bravo y José Guardia Vega y en la Universidad Santa María la Antigua (USMA) de Colón; y Gastón Faraudo Puigdollers, fundador de la escuela Técnica de Contabilidad y de Comercio Gastón Faraudo.
Sin embargo, no se puede obviar que la mayoría de los españoles que llegaron huyendo de la represión de la dictadura franquista permaneció en el anonimato. Muchos de ellos fueron obreros en la construcción del barrio de Bella Vista, donde trabajó Ricardo Pérez Medín, alcalde socialista de Miño, o sindicalistas, como el mallorquín Mateo Sabater Vaquer, o se ganaron la vida en otros oficios. Algunos de ellos han dejado memorias escritas de su vida.
Estas personas llegaron a Panamá con su familia o lograron traerla años más tarde, pero otros construyeron sus familias con nacionales del país. La huella de las mujeres exiliadas es difícil de encontrar, ya que la mayoría eran esposas o familiares de los inmigrantes y su vida transcurrió en el seno familiar. La inserción de todos ellos en la vida del país se produjo en los más variados espacios de la vida cultural y económica.
Los exiliados republicanos en Panamá no solo fueron apreciados por sus conocimientos y su trabajo. Tanto o más importante que eso, en esos tiempos en los que peligraban como nunca las libertades democráticas y los derechos humanos, fueron sus ideales de libertad y justicia que defendieron también en Panamá.
Todos ellos tuvieron la oportunidad de continuar la labor que iniciaron en la II República Española, como expresara Demófilo de Buen al decir: “El más grave de mis fracasos, al arrancarme de mi España querida, me ha compensado con la lección maravillosa de América”.
FUENTES
Editor: Ricardo López Arias
Autora: Yolanda Marco Serra, profesora de historia de la Universidad de Panamá.
Fotografías: Carlos Montúfar. Colección RLA/AVSU
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