La Batalla del Cacao contra el Cobre y el Futuro Ambiental de Panamá



La libra de cobre se cotizó este lunes 10 de abril de 2017, a dos dólares con cincuenta y nueve centavos ($2.59) en la bolsa de metales de Londres. La libra del cacao criollo panameño, considerado uno de los mejores del mundo, se cotiza a cuatro dólares. Un país con una clase política inteligente y entendiendo la enorme riqueza ambiental que todavía podemos salvar, apostaría todo lo que pueda a alinear la gestión pública con el uso sostenible de nuestros recursos y ecosistemas.

Esta semana se definirá la legislación más importante para el futuro ambiental de Panamá. No se trata del anteproyecto de Código Ambiental, construido como una colcha de retazos en la Asamblea Nacional. La ley más importante para el devenir de nuestros ecosistemas y de la vida digna en nuestra nación es el Código Electoral. En las reformas electorales, entre muchas artimañas, se ha establecido un tope de donaciones privadas de 10 millones de dólares para candidatos presidenciales, y de 350 mil dólares para diputados. Esos topes acaban de definir la clase de ambiente y sociedad que tendremos en los próximos 30 a 50 años.

Los intereses económicos que están en capacidad de pagar los 10 millones de un presidente son los casinos, las empresas constructoras, bancos, inmobiliarias, firmas de abogados, operadoras portuarias, mineras, hidroeléctricas, y otras similares. A cambio de su generosa contribución todo el país está disponible para la extracción insostenible y la consiguiente destrucción de los ecosistemas.

Tomemos un ejemplo muy concreto: La minería en Donoso. La mina que allí explota es principalmente de cobre, para que esa operación sea rentable Panamá tiene que ofrecer bajos estándares ambientales, las regalías más reducidas de América Latina, mucha flexibilidad laboral y, por supuesto, grandes subsidios ambientales y financieros, que viabilizan la operación minera.

Chile cobra 14% de regalías a las empresas mineras activas en su jurisdicción, y las autoridades chilenas controlan férreamente lo que sale de las minas. Panamá cobra solo 2%, y como la mina tiene su propio puerto, podemos imaginarnos el tipo de control aduanero y tributario del Estado panameño. Perú tiene una exigente legislación laboral para los trabajadores mineros, cuyas familias disfrutan de un alto nivel de beneficios económicos colaterales y los propios trabajadores tienen acceso a buenos servicios médicos. Aun así la situación peruana es muy dura para los mineros.

Panamá no cuenta con nada de esto y, además, hay filipinos que el Ministerio de Trabajo se niega a inspeccionar como otra concesión gratuita al fomento de la minería metálica a cielo abierto. Recientemente le han puesto al servicio de los trabajadores cines, dormitorios bien equipados, canchas deportivas y comedores con nutricionistas. Ojalá esto se mantenga y haya seguimiento a los extrabajadores cuyos contratos se habían vencido en el pasado y cuya salud es ahora responsabilidad del Estado panameño. 

Por si los subsidios anteriores fueran poco, el Estado panameño ha sido muy activo en procurar que todo le vaya mejor a la minera. Por ejemplo, gracias a un préstamo de 500 millones de dólares del Banco Mundial se construirá la cuarta línea de interconexión eléctrica del país. Esta línea conectará Colón con Bocas del Toro. La única empresa generadora de electricidad que hay en todo este tramo, que no está interconectada con la red nacional, es la empresa minera. Su producción de energía es de naturaleza térmica con fundamento en el carbón.

La producción de energía con carbón es la primera fuente de gases efecto invernadero en el planeta, es decir causa el cambio climático. Si se libera a la atmósfera por vía de grandes chimeneas, el humo de ese carbón puede producir lluvia ácida, matar la vegetación y causar enfermedades respiratorias. Si se quiere evitar esto, se tiene que mezclar el humo de las plantas de carbón con grandes cantidades de agua de río y formar grandes piscinas, o recoger agua de mar para hacer lo mismo. Al final el agua caliente y contaminada debe ir a parar a alguna parte…. por ejemplo: las costas del Caribe panameño.

El movimiento marino de estas aguas contaminadas significa que otras zonas costeras serán también contaminadas, perjudicando la pesca, el turismo, y matando manglares y arrecifes de coral, extinguiendo animales marinos y envileciendo la vida.

Además, el Estado panameño va a conectar desde Llano Sánchez, en Aguadulce, a la planta térmica de la minera con la red de la tercera línea de interconexión eléctrica. Como el precio del cobre tiene la mala costumbre de fluctuar demasiado, la empresa minera podrá estabilizar sus ingresos vendiéndonos electricidad generada con carbón, a los panameños.

Adicionalmente, como una ayuda mayor a la empresa minera se puede considerar la construcción del puente atlántico que conecta la Costa Abajo y la Costa Arriba de Colón. Este puente está pagado por todos los panameños por vía de los ingresos del Canal de Panamá. La conexión terrestre entre la Costa Arriba y la Costa Abajo, se da perfectamente por vía de un ferry que opera la Autoridad del Canal. En el año 2006, como parte de la piñata que se formó para aprobar la Ley que facultaba la realización del referéndum de la ampliación del Canal de Panamá, se decidió incluir el llamado tercer puente sobre el Canal, como una concesión política para la provincia de Colón.

En toda la Costa Abajo, no hay un usuario significativo que justifique semejante puente, excepto la explotación minera. La primera servidumbre otorgada a las vías de acceso del puente, fue la de la cuarta línea de interconexión eléctrica. Como sabemos en Panamá, donde hay torres de interconexión eléctrica viene una carretera.

La Costa Abajo de Colón necesita una conexión terrestre que facilite y fomente el desarrollo económico de los agricultores y pescadores que allí viven. La conexión más lógica y barata es con Capira, con una carretera hecha como Dios manda. Esta vía les permitiría, a esos productores llevar su mercancía a los centros de consumo más importante del país de forma fácil y eficiente. A su vez, la vía ayudaría a crear nuevas oportunidades de desarrollo turístico, tales como desayunar en Punta Barco en la mañana y almorzar en Miguel de la Borda a mediodía, con unos paisajes impresionantes entre estos dos destinos. Esta no es la ruta que le interesa a los que están de acuerdo con el extractivismo en nuestro país. La carretera al norte de Capira habría costado una fracción del costo del tercer puente y la nueva carretera de la Costa Abajo que, seguramente, será anunciada en los próximos años.

Mientras tanto, en Bocas del Toro un grupo de campesinos e indígenas llevan adelante la producción de uno de los mejores cacaos del mundo. Sin apoyo estatal, logran venderlo a los mejores mercados del globo, a cuatro dólares la libra. En Boquete, otro grupo de emprendedores logró colocar desde hace 15 años el café especial panameño como el mejor del mundo, llegando a costar 350 dólares la libra.

En nuestras selvas y bosques hay casi 11 mil especies de plantas, cuyas raíces, cortezas, hojas, flores, frutos esperan ser estudiadas para producir medicinas, cosméticos y superalimentos. Hay microorganismos en la isla de Coiba que pueden darle una sorpresa al mundo, curando la tuberculosis, el cáncer o el sida. Hay orquídeas en los bosques panameños que se han vendido en 10 mil dólares la unidad. Nada de esto ha inspirado a nuestra clase política a asignarle los mil 500 millones de dólares en subsidios financieros que se le está dando a la minería. Las reformas electorales nos garantizan que nuestras aguas, nuestros bosques, nuestros ecosistemas y la resiliencia del país frente al cambio climático, sigan siendo moneda de cambio en el gran bazar que es la política panameña.

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