Un recorrido de fin de semana por el campus central de la Universidad de Panamá (UP), revela un montón de edificios solitarios con la pintura descolorida, manchas de limo verde tomándose las paredes de baños con filtraciones eternas o marcando la presencia de obsoletos equipos de aire acondicionado. Hay una población distintiva en el campus Octavio Méndez Pereira, una plaga de decenas de gatos negros, gordos de los deshechos que rescatan de los distintos basureros universitarios, y destacados por una multiplicidad de hembras felinas embarazadas. Le escuché a una estudiante decir que esos gatos suelen ser muy agresivos y que ya son dueños de áreas específicas del campus.
Un recorrido similar por la Universidad Tecnológica, la Ciudad del Saber, o la Universidad Santa María la Antigua descubre una intensa actividad intelectual que transcurre en los claustros académicos los fines de semana. Los edificios no se ven ni se sienten abandonados. No hay clanes de perros o gatos silvestres tomándose áreas del campus. De alguna forma la proliferación de gatos negros es uno de los indicios de la desidia con que se regenta la vida universitaria en la principal universidad del Estado.
Las revelaciones, por parte de la periodista Mary Triny Zea, de las bonificaciones a los académicos que se acojan a la jubilación o se retiren permanentemente es parte del cierre del telón de una generación que consideró que la revolución se había completado cuando ellos llegaron al poder.
Como malos revolucionarios, su principal tarea debía ser la de mantenerse en el poder a toda costa. Eso ha significado el vergonzoso desfile de espantos de la repartidera de tierras de la Universidad, la arbitrariedad en el desarrollo de las actividades académicas, llevando a igualar a catedráticos que ganaron su posición por concurso con advenedizos adláteres nombrados de a dedo y con una persecución generalizada de los disidentes y docentes más críticos, que ni los militares se atrevieron a realizar. El resultado es haber convertido a la institución académica más importante del país en una fachada, condenándola a la irrelevancia.
¿Dónde está la Universidad de Panamá orientando al país en el tema de la educación sexual? ¿Cuáles son los planteamientos que los distintos grupos universitarios pueden aportar sobre la realidad nacional? ¿Cómo se piensa actualizar un curriculum de más de medio siglo en la mayoría de las carreras, frente a los cambios sociales y avances tecnológicos?
Por ejemplo, la Universidad Especializada de las Américas es la entidad académica del Estado panameño que está dictando una maestría sobre el Sistema Penal Acusatorio. La Universidad Tecnológica de Panamá es la depositaria del legado intelectual y literario del insigne panameño Rogelio Sinán. La Universidad Autónoma de Chiriquí mantiene un activo programa de investigación sobre la problemática ambiental que tiene dicha provincia.
Es más fácil construir que darle mantenimiento a las cosas. Tengo entendido que los ingresos producidos por la venta de los apetitosos terrenos de Río Hato fueron usados, en su gran mayoría, para comprar automóviles, ignorando las carencias académicas y tecnológicas que tiene la institución. La orgía presupuestaria continúa con el proyecto de despedida: licitar a toda costa por casi 100 millones de dólares, la construcción de un complejo de edificios en el llamado campo de antenas y un nuevo Centro Regional Universitario para San Miguelito que estaría ubicado en Chilibre. Tanta es la insistencia en este último proyecto, que se desestima por completo que ahora -con la existencia de la línea 1 del Metro-, le es más seguro y cómodo a los estudiantes de San Miguelito y Panamá Norte acudir al campus central de la universidad, que desviarse para un nuevo campus en Chilibre. Basta recordar la tragedia del maravilloso campus de Colón, en donde la delincuencia y la inseguridad generalizada son el azote de profesores y estudiantes por igual. Esto nos permite entender los peligros de ubicar una instalación de este nivel, en una zona relativamente remota y con poco acceso al transporte.
Esos fondos perfectamente servirían para realizar un generoso programa de mantenimiento y restauración del campus central y poner a tono a la ciudad universitaria con las expectativas de la comunidad académica. De esta forma se haría atractiva, vistosa y acogedora la planta física del principal campus universitario. La Universidad de Panamá ha perdido matrícula en forma significativa, ya que en el año 2001 tenía 76 mil estudiantes, hoy tiene aproximadamente 50 mil.
El “Magnífico” se va y le deja a su sucesor el campo minado con ñamerías en materia de Carrera Administrativa. Le ha dado permanencia en cargos que requieren idoneidad profesional a personas que no la poseen. No solo viola numerosas leyes de ejercicio profesional, si no que se desnaturalizó por completo el concepto de Carrera Administrativa y del principio fundamental de obtención del cargo por mérito.
En materia académica, sería muy larga la enumeración de todos los distinguidos catedráticos, incluso con doctorados, que fueron obligados a renunciar y que han tenido que abandonar la vida universitaria para dedicarse a otras actividades frente a la arbitrariedad de lo que los Beatles llamaban “el tonto de la colina” y que otros -menos diplomáticamente-, denominaron satrapía.
Se necesitarán varios rectores, verdaderamente comprometidos con la patria y con la academia, para recuperar el tiempo perdido. Con mucha suerte, si las fuerzas políticas del país logran capear la tormenta de la educación, se podrá realizar un pacto nacional por la educación e innovación, que quizás ponga a la UP nuevamente al día y en el centro de los grandes debates nacionales.
Mientras llegue ese día utópico y, espero no tan distante, mi fantasía minimalista es que los estudiantes de la Facultad de Medicina Veterinaria, acudan al campus central y esterilicen a la extensa tribu de gatos negros.