El varón invisible



El debate del proyecto de ley que establece la licencia de paternidad ha despertado una nube de comentarios venenosamente cínicos, que conllevan un profundo menosprecio hacia los varones en Panamá.

La crisis fundamental de la sociedad panameña es la crisis de la familia. Esa unidad social es la escuela donde los ciudadanos aprenden acerca de la corrupción, la democracia y la tolerancia, el cumplimiento de los deberes propios y, sobre todo, lo relacionado con la afectividad y, en mi opinión, hasta de la certeza y arbitrariedad del castigo.

La familia panameña nunca fue fuerte por factores históricos heredados de la colonia española y del comercio de esclavos, que fue en buena medida uno de los grandes negocios de la época. Además, los europeos que vinieron al Istmo no necesariamente trajeron los mejores hábitos afectivos y las prácticas más sólidas de vínculos familiares.

Este batido de culturas nos legó una familia matriarcal pero con un machismo implícito. En estas familias era, usualmente, el abuelo materno quien cumplía el papel de figura patriarcal y así, más o menos, se fueron formando generaciones de panameños.

La crisis de la identidad masculina en Panamá es un fenómeno sumamente interesante porque no hay factores geográficos o económicos que lo motiven. Me explico mejor. Es muy común que en México y Centroamérica, por la masiva migración de varones a Estados Unidos y Canadá, los hogares que quedaron atrás están en manos de mujeres. En Colombia la guerra civil, de medio siglo, causó grandes desplazamientos que rompieron los vínculos familiares. Aunque en Panamá la construcción del Canal provocó grandes cambios demográficos, también aumentó la competencia por las mujeres, ya que la gran mayoría de las migraciones han sido de varones.

Es, entonces, la cultura de tránsito la que moldeó la identidad y prácticas de afectividad de los panameños. Generaciones de mujeres se acostumbraron a formar hogares con varones, que por diversas razones culturales, se convirtieron en padres ausentes.

¿Podemos corregir esta tradición de masculinidad en Panamá?

Podemos y tenemos que corregirla, porque esta cultura de la masculinidad es la incubadora de las bandas delincuenciales, la baja productividad educativa de tantos jóvenes sin padres y es una de las causas fundamentales de la pobreza en el país. Entre más personas contribuyan a la educación de los hijos y al desarrollo del entorno del hogar, más posibilidades hay de romper el yugo de la pobreza extrema y la informalidad económica.

La propuesta licencia de paternidad debe ir acompañada de cursos y capacitaciones para la paternidad responsable y la afectividad. Aprender a cuidar a una mujer parturienta durante el periodo de puerperio y a un bebé recién nacido no es nada fácil. Aprender a superar los desafíos de establecer una relación estable en una unidad familiar exitosa, requiere de mucha madurez y del conocimiento de estrategias de convivencia para la vida real. De manera que casi se puede crear no una licencia, sino una licenciatura para la Paternidad (con mayúscula).

El costo económico de esta licencia bien puede ajustarse a los distintos mecanismos que permite el Derecho Laboral, quizás usando una combinación de días de vacaciones con los fondos del propio fuero de maternidad. Si sociedades altamente productivas y equitativas como las escandinavas, han podido prosperar teniendo licencias de paternidad mucho más generosas, que la propuesta para Panamá, no creo que debamos preocuparnos por su impacto negativo. Todos tenemos que comenzar a reaprender a ser varones en Panamá, quizás podemos empezar con cinco días al año.

Lea el proyecto de Ley 476 que crea la licencia de paternidad en Panamá, aquí.

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