En el carnaval tableño de 2023, poca atención se le ha dado al cincuentenario de la reina Marianela Díaz; un poco más de suerte tiene Dayanara Montenegro, que celebra sus 25 años de reina. Ambos hitos marcan la historia de un carnaval que ya se fue. Este año hemos celebrado un carnaval distinto. Una fiesta que está dejando de ser una iniciativa de los grupos de la sociedad civil: las tunas de calle abajo y de calle arriba, para convertirse en un jugoso emparedado de negociados de la política local.
La primera sorpresa del carnaval de 2023 es la monstruosa estructura que destruyó el parque 28 de noviembre, alias “Parque Porras”. Fueron talados un puñado de árboles frondosos del parque y se desmanteló el gazebo para instalar tarimas privadas que le quitaron esplendor y espacio a la festividad. A cambio de distintas tarifas, los clientes pueden pagar para ubicarse en las tarimas del parque durante los eventos del “culeco” durante el día o el desfile de la noche.
Los carros alegóricos de las respectivas tunas se construyen calculando el espacio normal de las estrechas calles tableñas, así como la altura de los cables del tendido eléctrico; las tarimas le quitaron espacio de navegación y provocaron atascos de los carros e incluso produjeron conductas irresponsables de personas que cruzaron debajo de los carros alegóricos y otros que destruyeron parte de la propiedad de la tuna de Calle Arriba. Las fiebres de las tarimas se extendieron a varias de las aceras de la pequeña ciudad santeña, limitando enormemente el espacio de circulación y la capacidad de recibir público al carnaval tableño. Ese público que actividad tras actividad apoya durante todo un año a su respectiva tuna.
La Calle Arriba instaló un detector de metales en sus entradas al toldo; sin embargo, la robadera estuvo a la orden del día: celulares, carteras y otros artículos fueron el objeto del deseo de los ladrones. Las calles de la ciudad paralelas a la zona del carnaval fueron bloqueadas por las autoridades y particulares, que con sus respectivos “pubs” le restaron vistosidad y fluidez al movimiento del público, tanto residente como visitante.
La guerra de guerrilla de cantinas, fondas, jorones y balcones con su música estridente ahogaba el toque de las murgas y los cantos de las tunas. Tanto el público presente como la cobertura de televisión fueron incapaces de disfrutar las tonadas y el sonar de las murgas. La causa fue la conformación de una estruendosa barrera de sonido entre las cantinas y las tarimas. Otro detalle que impactó a la economía del pueblo fue la mayor permisividad con la presencia de “coolers” cargados de cuánta bebida alcohólica es posible conseguir. La abundancia de “coolers” creó otros problemas, como la mayor reducción del espacio de circulación de público. Allí donde había un mega “cooler”, podían estar paradas 4 personas; allá donde parquearon grupos de jóvenes con sus “coolers”, se creaba un embotellamiento para los transeúntes.
El carnaval tableño es el descendiente directo del carnaval de Cádiz en España. Las mojaduras y tanques cisternas son herederos de las “bañadas” catalanas, y el amor a los fuegos artificiales es el equivalente de las fallas valencianas. El carnaval tableño es un deporte de participación. Las tarimas mataron en gran medida los espectáculos públicos en la ciudad capital; ahora esa enfermedad se contagió a un esfuerzo autónomo de la sociedad civil tableña que procura fortalecer su capital social, nutrir su industria cultural y generar divisas para una región abandonada del país. Lo que está ocurriendo es una privatización paulatina del carnaval, que significa una pauperización de la ciudad de Las Tablas.
En otras partes del país, el carnaval es esencialmente un programa de gobierno. El de la capital es un gasto en el presupuesto de la Autoridad de Turismo de Panamá. En San Miguelito y Chitré, el carnaval es municipal. En Las Tablas y Penonomé, el carnaval nació de la sociedad civil. En el resto del país, los carnavales son una mezcla de municipales o privados. Sin embargo, decir privado significa un gran toldo con un gran pub cercado que recoge el gran beneficio del carnaval a costa del sacrificio del pueblo que hospedó dicho evento. El carnaval de Las Tablas era muy distinto, pero ahora cada vez más se parece a una finca privada a cargo de una manada de políticos insaciables.
La democracia y la nación panameña nacieron en los parques con los cabildos del 10 y 28 de noviembre de 1821. Así se inició la vida republicana del país. La convocatoria a la ciudadanía el 3 de noviembre de 1903 para que se manifestará en favor de la independencia de Panamá se dio en un parque. Si eliminamos los parques públicos y le quitamos el espacio natural para el encuentro ciudadano, la protesta y el desarrollo del espíritu nacional van a seguir el mismo destino. Las Tablas es más que un carnaval y el carnaval de Las Tablas es mucho más que la ridiculez y la pequeñez de sus voraces políticos.