El accidente más letal del transporte terrestre en la historia de Panamá, no debió suceder. Todos los elementos de los hechos alrededor del tema de los migrantes que cruzan el Darién, se han convertido en un negocio y en una causa de luto permanente.
El viaje desde los albergues de San Vicente en Darién hasta el albergue de Gualaca tiene un recorrido aproximado de unos 674 kilómetros. El bus accidentado tenía matrícula de Darién y pertenecía a una cooperativa de transporte de dicha provincia que ofrece el servicio desde Panamá a Darién y viceversa. En esta ruta no hay mucha neblina, tampoco hay tantas curvas y la única “cordillera” que pasa está entre Tortí (distrito de Chepo) y Darién.
Orlando Vigil, uno de los dos conductores del bus accidentado tenía 70 años de edad y, según se ha divulgado, esta era la primera vez que hacía el viaje nocturno a Gualaca. Vigil murió junto con decenas de pasajeros migrantes que le confiaron su vida. El chofer no fue el culpable del accidente, él fue otra víctima. El bus que conducía Vigil era el primero de una caravana de 5 que llevaba migrantes de Darién a Chiriquí y eran escoltados por un vehículo del Servicio Nacional de Migración. Escoltados, no significado guiados en la ruta.
El pasaje de un migrante de Darién a Chiriquí es de 40 dólares, lo que lo hace el pasaje más caro en transporte terrestre del país. Cada migrante tiene que pagar su pasaje, y una vez llega a Chiriquí, tiene que ver cómo consigue recursos para seguir su viaje hacia el Norte.
Un negocio redondo
Según datos del Ministerio de Seguridad de Panamá, el año pasado cruzaron Darién 248,284 migrantes. Cada uno de ellos tuvo que pagar su viaje a los coyotes colombianos, panameños y venezolanos. Medios colombianos han revelado que el Cartel del Golfo tiene dominio sobre gran parte del negocio de los migrantes, que incluye servir de mulas para el narcotráfico y formar parte de las víctimas de la explotación sexual comercial. Se estima que cada migrante tuvo que pagar de 500 a 1000 dólares entre la logística, los suministros y otros servicios para cruzar Darién. Eso significa que el tamaño de esa parte del negocio fue de al menos 124 millones de dólares y hasta más de 248 millones por entrar a una trocha en Darién.
Esa trocha es otro recorrido cargado de tragedia. Migrantes que se mueren por hambre o por enfermedades, familias enteras que son asaltadas y despojadas de lo poco que pueden llevar, mujeres, niñas y niños que son ultrajados por bandoleros colombianos y panameños… Además, están las tragedias del otro luto, el de las madres que deben dejar atrás a sus hijos pequeños en la trocha y que no volverán a ver. También hay esposos que dejaron a sus compañeras embarazadas a la suerte, e igualmente adultos mayores y personas con discapacidad para quienes la trocha se volvió un cementerio.
Migrar en busca de un mejor futuro es un derecho humano. La bancarrota de la política migratoria de los Estados Unidos, atrapada en el callejón sin salida de la batalla entre demócratas y republicanos, está causando una enorme cantidad de luto de personas que buscan cumplir con esa aspiración de un mejor futuro.. También forman parte de esa responsabilidad los fracasados países que son fuente de la migración que pasa por Darién. Una lista infame liderada por Cuba, Haití y Venezuela, a la que se sumaban países extracontinentales de Asia y África, y a la que ahora se agregan los ecuatorianos, ante un país que empieza a ser consumido por la violencia y la desesperanza.
Panamá ha tenido que hacer de tripas corazón para atenderlos de la mejor manera. Antes del fatal accidente el nombre del país ya estaba en titulares internacionales por los supuestos abusos sexuales y maltratos reportados por un informe de las Naciones Unidas en el cual se afirmaba que los vejámenes era realizados por funcionarios panameños en contra de las migrantes.
A corto plazo Estados Unidos no va a cambiar su política migratoria. Por su parte, Colombia no controlará al crimen organizado y a los explotadores de los migrantes, quienes en redes sociales anuncian abiertamente lo fácil que es cruzar la selva del Darién y lo caritativa que son las autoridades panameñas. Entonces le queda a Panamá la tarea de cambiar esta situación.
Quizás valga la pena copiar la idea del presidente de Colombia Gustavo Petro, quien propuso que los militares de su país clausuraran las trochas por las cuales se da la migración irregular y el contrabando entre Colombia y Venezuela. Panamá debe hacer lo mismo. La trocha del Darién puede ser cerrada y clausurada con una combinación de cascajo llevado por helicópteros, un bloqueo con estructuras de concreto acompañadas de otras medidas que incluyen el uso controlado de explosivos para derrumbar parte del camino.
Cerrada la trocha no se acaba la migración. Se acaba esa forma vil y repugnante del negocio. La trocha existe porque los coyotes que llevan por mar a los migrantes desde Necoclí en Colombia, quieren evitar un enfrentamiento con las autoridades panameñas. Si la trocha se cierra, el tráfico de migrantes tendrá que ser marítimo y apenas llegue una lancha a territorio soberano panameño podrá ser capturada por el SENAN o por el SENAFRONT, y así se acaba ese negocio. Nuevas rutas y otros gobiernos cómplices tendrán que ser reclutados, pero Panamá dejará de ser parte de ese luto.