Ahora que hay bastante paz social y que la opinión pública ha disminuido su simpatía por la “Mesa Única del Diálogo”, sería un excelente momento para que panameños y panameñas reflexionemos sobre una de las características más notable de este país: la desigualdad de su sociedad.
Aunque sería fácil una explicación determinista de que la desigualdad tiene que ver con el color de la piel, el origen étnico y el género, en realidad estas explicaciones están lejos de contar toda la historia y analizar un fenómeno tan profundo como el de la inequidad, la concentración de la riqueza, y el diferencial en las trayectorias posibles para la vida de cada persona en este país.
La condena del centralismo
Lo primero que se destaca de Panamá es el centralismo económico, que genera un centralismo administrativo del Estado.
Panamá parece una ciudad Estado en la que lo único que importa es la zona de tránsito. Lo malo es que quedan más de 60 mil kilómetros cuadrados y 2 millones de personas fuera de este esquema. Nos quedamos anclados en la mentalidad española - neogranadina - francesa - estadounidense, de que lo que más vale de Panamá es su ruta corta para cruzar dos océanos.
En el siglo XX panameño, ya cuando fuimos país, los motores de la economía nacional fueron en gran medida enclaves: la Zona del Canal de Panamá, la Base Militar de Río Hato, las bananeras en Bocas del Toro y Chiriquí, que luego se acompañaron por la Zona Libre de Colón y el exitosísimo Centro Bancario. Nos quedamos encasillados en la mentalidad de que por vía de enclaves vamos a seguir creciendo económicamente, y que eso basta. Hoy tenemos 43 zonas francas que no pagan un centavo de impuestos, y esto sigue sin desarrollar al país.
Hay un enclave minero en Coclé que solo paga 2% de regalía, y que no tenemos idea de su nuevo contrato. Hay concesiones portuarias, hidroeléctricas, de gas natural, y hasta de fuentes alternas, cuyos réditos son altos costos y pocos ingresos para el Estado. Luego están los famosos incentivos fiscales que premian a algunos y castigan a todos los demás. Todo esto causa desigualdad.
La inequidad de una carretera
Así, la carretera Panamericana, de Paso Canoas hasta la ciudad de Panamá, data de 1962, y esa ruta terrestre es esencialmente la única conexión con el resto del país. La Panamericana es una carretera difícil, porque fue diseñada por ingenieros militares en el gobierno de Franklin D. Roosevelt en la década de 1930, con la finalidad de unir a las capitales latinoamericanas con la ruta más difícil de atacar: las cordilleras. Hace un par de décadas que Costa Rica construyó una excelente autopista costanera que es una alternativa a la Panamericana, evitando sitios como el “Cerro de la Muerte”. Casi toda América del Sur ha desarrollado una red de carreteras costeras, alternas a la Panamericana. En 60 años, Panamá no ha construido nada mejor, como una alternativa costera a la Panamericana.
Un galón de gasolina llega a Bahía Las Minas en Colón, y es distribuido por tanques cisternas de la manera más ineficiente y costosa a lo largo y ancho del país. De Colón a David, hay casi 600 kilómetros, por lo que ese camión cisterna recorre mil 200 kilómetros, 600 de ida con carga, y 600 de vuelta vacío. Si es a Changuinola, el recorrido es de casi mil 500 kilómetros. Igual pasa con el tanquesito de gas y un montón de otros productos.
Un contenedor refrigerado de Chiriquí a un puerto en Colón cuesta mil 500 dólares. Ese mismo contenedor de Colón a Turquía cuesta 800 dólares. El sobreprecio que paga el interior del país por la ineficiencia en logística le resta competitividad y condena a campesinos, afropanameños e indígenas, a una terrible desigualdad.
La mala logística interna que existe en el país se come los ingresos de los interioranos por los altos costos que tienen que pagar por todo lo que envían o reciben de la zona de tránsito. Igualmente, los capitalinos pagamos un elevado costo en los alimentos, porque esa ineficiente logística interna recompensa al intermediario, y castiga a productores y consumidores.
La logística de la esperanza
Resolver la logística interna en el país no acabaría totalmente con la desigualdad, pero sí cambiaría significativamente las oportunidades de empleo y la rentabilidad de los negocios en el interior, así como en Panamá este y Darién. Existen alternativas logísticas que podrían abaratar enormemente los costos de la vida en este país. Mientras unos piensan en un tren carga y pasajeros, de Puerto Armuelles a La Chorrera, hay otra solución quizás más barata e incluyente: una logística multimodal.
Imagínese que un ferry recogiera todas las mañanas, en Puerto Armuelles, unos 500 o 600 contenedores refrigerados y de otra carga, y los dejara a la mañana siguiente en el Puerto de Vacamonte. En una hora, esos contenedores con alimentos chiricanos estarían en todo Panamá Oeste, Panamá centro, Panamá norte, Colón y Panamá este. A diferencia de los camiones que los mueven actualmente, y que no llevan carga de vuelta a Chiriquí, el ferry llevaría a los productos de Zona Libre que van para Centroamérica, a los contenedores de los puertos con igual destino, y la carga de productos para consumo en la región occidental del país.
Algo similar se podría hacer con los combustibles. Todas las semanas un tanquero podría cruzar el Canal con gasolina y diésel, para llevar a unos centros de distribución en Aguadulce y en la costa chiricana. Los camiones cisterna cargarían el combustible y en unas tres horas llegarían a todos sus destinos, la máxima ruta logística sería de 400 o 500 kilómetros. Si se quiere hacer más limpio el combustible, se puede mezclar con etanol producido por los ingenios de Aguadulce y Chiriquí, lo que le daría más ingresos al interior del país. Otro tanquero visitaría Bocas del Toro y le llevaría combustible más barato. Con lo que cuesta el subsidio del tanque de gas, se podría establecer una planta gasificadora en Chiriquí, para distribuir el gas de cocina más barato.
Todo esto le mejoraría la vida a más de la mitad de los panameños, mientras otras iniciativas para combatir a la desigualdad, como la ampliación de los servicios públicos de agua potable, electricidad, e internet, le llegan a todos y todas, y los sistemas de educación y salud se ponen a tono con el siglo XXI. Para que esto ocurra se necesita un soporte logístico que permita construir un Panamá más incluyente.