Cada vez que pensamos en Darién vienen a la mente imágenes catastróficas de incendios forestales, tala ilegal, tráfico de especies, la tragedia de los migrantes o el abandono del Estado a esta provincia. Algo debe estar pasando en Darién y no sabemos lo que es, pero parece muy interesante y lucrativo, para que el gobierno panameño de turno esté empeñado en construir tres puentes.
Con todos los reclamos nacionales sobre la pésima condición de las calles y puentes que existen, llama poderosamente la atención que el Ministerio de Obras Públicas esté licitando, casi que simultáneamente, la construcción de tres puentes en la región oriental del país.
El primer puente sería uno cerca del puerto de Coquira en Chepo, lo que permitiría potenciar ese puerto para grandes actividades.
Actualmente la única forma de mover –por vía terrestre– a personas y bienes de Tortí y de Darién es por la carretera Panamericana, cruzando el embalse hidroeléctrico del río Bayano. Por alguna razón este cruce no es suficiente o quizás está muy expuesto a la vista pública y se necesita un puente más discreto. El contrato se lo están disputando MECO, sí, esa empresa, y Cusa. Por el momento no está claro cómo terminará la controversia y si concluirá a tiempo para que este gobierno ponga la primera piedra, pilote, o varilla.
De los otros dos puentes me enteré por residentes darienitas. Resulta ser que el Ministerio de Obras Públicas va a construir un puente sobre el río Tuira y otro sobre el río Chucunaque. Semanas más tarde, el propio ministro de Obras Públicas, Rafael Sabonge, lo confirmó en el programa radial Mesa de Periodistas. Todavía no hay explicación de para qué o para quién son estos tres puentes.
Actualmente la principal entidad del Estado presente en Darién es el Servicio Nacional de Fronteras (Senafront). Aunque el nombre suene inofensivo, el Senafront es un ejército compuesto por varios batallones de infantería ligera y de combate en la selva. Decir Senafront en Darién es decir que más nadie está presente en esa provincia. Si falta un educador, un agente de Senafront da las clases. Si hay que atender una emergencia médica o un incendio forestal, Senafront es la respuesta. A pesar de más de una década de presencia del Senafront en Darién, la delincuencia y el narcotráfico siguen muy activos en esa región.
Los puentes sobre los ríos Tuira y Chucunaque no son necesariamente un signo de progreso, sino una alarma de un desastre inminente. Esos puentes dejarían fuera de la economía al Darién de los cayucos, las lanchas y los pequeños barcos de cabotaje. Del lado de Pinogana, donde están ubicadas comunidades como La Palma y hasta Jaqué, hay muy pocos automóviles, y ciertamente la infraestructura de caminos no aguanta mucho tráfico. Eso quiere decir que los puentes no son para ellos. Una respuesta de corto plazo puede ser un plan maquiavélico para acelerar la extracción de madera, aumentar la ganadería extensiva en la zona, y tal vez facilitar la interconexión eléctrica con Colombia, que tampoco abarataría los costos de la electricidad en Panamá, porque la intención es exportar a Centroamérica.
La otra posible explicación de tantos puentes es romper el tramo final del tapón del Darién. En nombre de sabrá quién se pretendería cometer una bestialidad, y entregar este país a las guerrillas, paramilitares, y cuanto cartelito quiera dominar el territorio. Proteger ese destaponamiento no lo puede hacer Senafront. Colombia ha querido resolver, por más de medio siglo, sus problemas económicos, migratorios y de seguridad pública, tirándole la múcura a Panamá. La iniciativa de esos puentes no es más que la llave para “panameñizar” conflictos que no son nuestros.
Darién merece institucionalidad y una presencia robusta de todo el Estado. El camino del desarrollo para Darién incluye al turismo, la reforestación, la ganadería sostenible, y una estrategia de desarrollo marítimo y riberino, que potencie la gran carretera acuática para sacar personas y productos de Darién y llevarlos al puerto de Coquira en Chepo, quizás en ferris operados por el Servicio Nacional Aeronaval, para así controlar la carga que entra y sale de la región.
Darién no merece que la conviertan en carne de cañón, o en el teatro de una nueva carnicería sudamericana.