La opinión pública panameña lleva adelante su propio diálogo sobre las soluciones a la crisis de las pensiones de la Caja de Seguro Social (CSS). Entre medias verdades, mentiras completas, y datos ciertos, los ciudadanos del país, se han formado su interpretación de la realidad de las pensiones de la CSS, y por supuesto, la ruta de salida para la crisis.
Todo esto se da en forma paralela a la iniciativa del gobierno de José Raúl Mulino de realizar conversaciones con los distintos actores que forman parte del universo de la CSS. A estas alturas, es evidente que este tema será uno de los que determine la gobernabilidad de la actual administración, y en especial el método escogido de conversar con todos sin pactar con nadie, le da a la administración Mulino y al director designado Dino Mon, la legitimidad y la credibilidad para intentar un verdadero cambio de paradigma en la seguridad social.
El relevo
La llegada de una nueva generación de trabajadores al mercado laboral necesita de mayor movilidad dentro de empresas y organizaciones en las que existen cada vez menos oportunidades de empleo. Una política pública destinada a crear empleo y ofrecer una vida de alta calidad a los panameños y panameñas requiere atender la situación de aquellas personas jubiladas que merecen su descanso, pero cuya economía no se lo permite. Este difícil problema exige una acción concertada que incluya iniciativas novedosas para crear el puente entre la salida de los adulto mayores y la entrada de los jóvenes al mercado laboral. Es necesario facilitar el traspaso de conocimiento de los adultos mayores hacia una nueva generación.
El poder de las canas
El trabajo remunerado es un medio para ganarse la vida. La jubilación es una remuneración por el trabajo realizado con la expectativa de que su beneficiario disminuya o se aparte por completo del mercado laboral. Esto no ocurre porque la jubilación no es suficiente para cubrir el costo de la vida del adulto mayor, y por el otro lado, es obvio que una mujer de 57 años o un hombre de 62 todavía tienen capacidad productiva, y sobre todo el activo más importante en la vida: la experiencia.
Ante el desafío que implica la creciente masa de jóvenes sin empleo y sin experiencia, la solución más terrible sería deshacerse de los jubilados que ocupan puestos de empleo para dárselo a los jóvenes desempleados. Esto no es un juego de suma nula, ya que en muy pocas áreas de la economía es productivo reemplazar a un trabajador altamente experimentado y que domina las habilidades blandas por un recién llegado. Una forma de responder a este dilema es con un mecanismo de ganar/ganar, usando los trabajadores más adultos como mentores de los más jóvenes. Este puede ser un proceso de acompañamiento a las iniciativas de primer empleo o al desarrollo de emprendimientos por parte de jóvenes idealistas que carecen de conocimiento del mundo real.
Para la década que inicia en el 2030, habrá más panameños y panameñas en la categoría de adultos mayores que en la de menores de edad. Hemos permitido que haya imperado un pésimo sistema educativo que le ha robado muchísimas oportunidades al talento de los habitantes de este país. Si los jóvenes reciben estás tutorías y mentorías pagadas, tendríamos dos grandes beneficios para esta sociedad. Por una parte los grupos más jóvenes conseguirían empleo, se desarrollarían mejor como seres humanos, y por la otra parte tendríamos los adultos mayores iniciando su verdadero descanso, compartiendo su conocimiento y recibiendo un ingreso extra que les podría fortalecer su condición económica.
Un problema de percepción
En términos generales los viejos no somos una carga. Nuestro segmento de la población es el de mayor educación, el que menos delitos comete, el más responsable en sus obligaciones cívicas como votar y pagar impuestos, y el que más ha hecho por el país. Cada ladrillo, cada bloque, cada puente, cada libro, cada pulgada de este territorio fueron los resultados del esfuerzo intergeneracional de los viejos que están aquí y de los que ya se fueron. Construir una salida digna del mercado laboral para la ola gris, y preparar a los jóvenes del presente de la mano con los mejores expertos, es un hermoso reto para este país.
El sistema podría funcionar de forma tal que unos 60 mil jubilados trabajarían medio tiempo por dos años para darle acompañamiento, asesoría, guía y orientación, a los jóvenes que recién empiezan su vida laboral. Cada jubilado recibiría una prestación de mil balboas mensuales para enseñarle a los jóvenes a hacer su viejo puesto de trabajo. El fondo de este programa se podría obtener de una disminución de los subsidios y exoneraciones otorgadas por el Estado. Al cabo de dos años, el mentor o mentora termina sus servicios con un mayor patrimonio y la satisfacción de haber hecho esta contribución al país. Los nuevos colaboradores, más “cuchillo” que nunca para sus tareas, obtendrían una mayor remuneración por su trabajo, pagarían más en cuotas a la seguridad social, todo lo que aumentaría la competitividad del país.
La esencia de la CSS es constituir una red que sustenta la vida sana y digna de sus afiliados. Esa vida no se acaba cuando se jubila una persona. La creencia de que los viejos son parte del problema es un componente de la percepción de que la CSS es solo un gigantesco gasto, y no una gran inversión. Así, debemos entender que la gran ola gris de los viejos de este país somos parte de la solución a los grandes problemas nacionales, incluyendo por supuesto a la CSS.