Esta semana el doctor Ricaurte Vásquez, administrador del Canal de Panamá, anunció en la Conferencia Internacional Marítima de Houston, que la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) está estudiando la factibilidad de construir un gasoducto para llevar gas natural licuado proveniente de los Estados Unidos, de puertos en el Golfo de México, a la costa de Asia.
En la actualidad el gas natural licuado es una de las cargas más importantes de las esclusas neopanamax inauguradas en el año 2016. Esto se debe principalmente a que el gas natural licuado es uno de los combustibles térmicos más limpios y abundantes en el mundo, lo que le permite ser un insumo clave en la descarbonización de la matriz energética de importantes países asiáticos como Japón y Corea del Sur.
Para la opinión pública existe un modelo simplista de la ACP, como una entidad pasabarcos de una costa a otra. Esta mentalidad le ha privado de desarrollarse como una empresa estatal sumamente eficiente en otros grandes negocios. En su historia institucional el Canal de Panamá operaba puertos, un ferrocarril, varias fincas de tanques de combustibles y hasta un oleoducto (actualmente abandonado), por cuyas proximidades hoy se hace mucho ecoturismo. Por intereses militares de los Estados Unidos, al diseñarse la entrega del Canal de Panamá a la soberanía del istmo, la reversión fue fragmentada, y el Estado panameño concesionó partes importantes de este sistema logístico multimodal.
Con las amenazas ciertas que representa el cambio climático, la ACP tiene que buscar nuevas fuentes de agua. Además debe aprovechar la coyuntura para buscar nuevos negocios sumamente rentables para el país. La República de Panamá solo tiene dos entidades públicas que aprovechan la posición geográfica del istmo: el Aeropuerto Internacional de Tocumen y el Canal de Panamá.
De esta forma queda claro que ambas entidades fueron ampliadas en la última década, precisamente porque han sabido convertir a la posición geográfica panameña de una ventaja comparativa a una ventaja competitiva. La ACP debería ser la empresa estatal que opera la posición geográfica de Panamá para fines marítimos y logísticos, así como otros negocios de alto valor agregado a partir de este recurso natural de Panamá.
El gasoducto
Panamá ya tiene un oleoducto entre Bocas del Toro y Chiriquí. Originalmente construido en la década de 1980 para llevar petróleo de Alaska en el océano Pacífico hacia las grandes refinerías en el Golfo de México y la costa este de los Estados Unidos. Esa obra está subutilizada actualmente. Dado que la misma le pertenece en un 51% al Estado panameño, la ACP solo tendría que comprar el restante porcentaje y proceder a reconvertir el oleoducto en un gasoducto. Los puertos ya existen, la ruta está claramente delimitada, y no habría retrasos significativos en el proceso de evaluación de impacto ambiental así como en la operación del proyecto. Además, la Caja de Seguro Social podría invertir una parte significativa de sus fondos en un proyecto como este.
Esto le daría a los barcos “gaseros” dos opciones: cruzo el canal y llevo mi carga a Japón o la dejo en Bocas del Toro y me voy a buscar más carga a Texas. Al ser esta empresa una filial de la ACP se regiría por sus estándares ambientales, laborales y de eficiencia. Estos nuevos negocios no terminan allí. La mayor naviera usuaria del Canal, la danesa Maersk está cambiando el combustible de los gigantescos motores de sus portacontenedores de diésel marino a metanol verde. En Panamá no se produce ese combustible, si el Canal se metiera a producirlo generaría nuevos ingresos y atraería distribuidores regionales que quieran venderlo en el Caribe o en América del Sur.
Otro negocio para el Canal puede ser la desalinización de agua para potabilizarla por medio de plantas solares flotantes que le serviría para darle agua a Panamá Oeste, producir Hidrógeno verde para vender, y los excedentes de energía solar serían otra fuente de ingreso. La ACP también puede poner molinos de viento en el mar territorial panameño, para generar más electricidad, y así evitar la costosa e incierta interconexión eléctrica con Colombia.
Incluso, la ACP puede entrar en negocios de alta tecnología como los centros de datos tan necesarios para la inteligencia artificial y para la “minería” de criptoactivos. Esos centros de datos serían sumamente competitivos porque se podrían beneficiar de la energía barata producida por el Canal y por la proximidad con los cables de fibra óptica que cruzan al istmo de Panamá en las proximidades del propio Canal.
Una opción muy interesante sería la de un megacable de fibra óptica de Asia directamente hasta Panamá. En la calzada de Amador ese cable de fibra óptica se conectaría con la otra multiplicidad de cables regionales e intercontinentales que cruzan por Panamá, pero que dejan muy poco beneficio al país. El megacable de la ACP generaría muchísimo negocio y atraería otras inversiones de empresas tecnológicas que bien pudieran establecer un parque de alta tecnología en algún área próxima al Canal de Panamá.
Es muy bueno que la ACP piense fuera de la caja, y que considere a sus tres grandes recursos: el valioso recurso humano, la incomparable herencia institucional y la dotación de la privilegiada posición geográfica de Panamá, como claves para convertirse en una exitosa empresa estatal enfocada en todo Panamá como una gran oportunidad.