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Tarde de caballos: la maratónica presentación de tres ministros de Estado en la Asamblea Nacional

Tarde de caballos: la maratónica presentación de tres ministros de Estado en la Asamblea Nacional
El ministro de Salud, Luis Francisco Sucre, fue uno de los compareció a la Asamblea.


El domingo en la tarde la gran pregunta era ¿si el “viejito” Tom Brady sobreviviría a los embates del Supertazón? Brady arrasó y rompió marcas.

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La pregunta del lunes en la tarde era si otro “viejito” aguantaría el embate de los intensos cuestionarios y diatribas de los diputados.

A las 3:00 a.m. del martes 9 de febrero de 2021, todavía el ministro de Economía y Finanzas, Héctor Alexander, tenía combustible para contestar y rebatir a los diputados.

Aunque se suponía que el tema era pandemia, Alexander tuvo que responder sobre deuda, megaproyectos, concesiones, impuestos, recuperación económica y hasta sobre la utilidad de equipar el centro de convenciones de Amador, en estos momentos críticos para la economía panameña.

La presentación ultra maratónica de los tres ministros de Estado, requeridos por la Asamblea Nacional (Economía, Salud y Relaciones Exteriores), estuvo acompañada del ministro de Seguridad, del ministro de Desarrollo Agropecuario, del director del IMA, del secretario de Senacyt, y de un batallón de otros funcionarios y asesores preparados para responder a los diputados.

Los padres y madres de la patria sorprendieron por su ignorancia, desdén, e incluso por su irrespeto hacia los invitados. Perdí la cuenta de la cantidad de veces que el ministro Alexander explicó lo mismo. Era como si un diputado no le pusiera atención a lo que el anterior preguntó.

Como ejercicio democrático dejó mucho que desear. Si el gobierno de Laurentino Cortizo fuera más transparente y comunicativo, haciendo conferencias de prensa periódicas, con derecho a repreguntas, y no la simple transmisión en cadena nacional de los comunicados de las autoridades, el chiquishow del lunes se habría evitado. El poder Ejecutivo y el Partido Revolucionario Democrático deben entender que la rendición de cuentas de los ministros debe ser constante, y no solo de vez en cuando.

La metodología de presentación de la mayoría de los diputados fue absurda. Si sabían que estaban contra el tiempo y querían preguntar a los presentes, habría sido más eficiente que dejaran los discursos grandilocuentes al comienzo de cada intervención, para dedicarse a hacer preguntas y escuchar las respuestas. Aquí Gabriel Silva supo aprovechar el tiempo, mientras que otros diputados de la bancada independiente parecían más interesados en escuchar su propia voz y demostrar su erudición, que en preguntar. El diputado panameñista Luis Ernesto Carles hizo las mejores preguntas, pero parecía desatender lo que le respondían, y no fue el único.

Yanibel Ábrego se mostró capireña y a partir de ese microcosmo cuestionó todo el esfuerzo de trazabilidad del Ministerio de Salud, ya que si en Capira no pasó, quiere decir que no pasa en ninguna parte. Por otro lado, Raúl Pineda hizo un comentario introductorio que me pareció sumamente preocupante por la forma tan casual en que se refería a “golpear a su mujer” para luego reconciliarse. Si es una metáfora, es muy infeliz, y si es otra cosa, es un delito.

De las presentaciones de Héctor Alexander se hizo claro que el gobierno Cortizo no tiene estrategia de recuperación económica, sino una lista de leyes y proyectos.

Por su parte, el ministro de Salud, Luis Francisco Sucre, se defendió bastante bien enfocado en vacunas y estadísticas, aunque desvió los temas constitucionales y de derechos humanos, los que fueron “respondidos” por la carga de diputados del partido gobernante, que palabras más o palabras menos, reconocieron que en pandemia todo se vale.

El doctor Eduardo Ortega, secretario de Senacyt, le quitó el título de “Mejor Cerrador " de todos los tiempos a Mariano Rivera, ya que su experticia y dominio del tema de las vacunas se convirtió en el “apaga la luz y vámonos” de buena parte de las respuestas.

En contraste, el director de presupuesto de la Nación del Ministerio de Economía y Finanzas, Carlos González demostró, al explicar la estructura de gasto público, que se puede dar una respuesta técnica que no explica nada, pero que asusta seguir preguntando sobre el tema.

La ministra Érika Mouynes habló con mucha propiedad, aunque quedó sin respuesta a una interpelación de Juan Diego Vásquez sobre los derechos humanos de los médicos cubanos. Aunque el diputado tenía razón de hacer la pregunta, el tono hacia una ministra fue altisonante.

Por supuesto, Zulay nos entretuvo en un match con el ministro de Economía con sus teorías de conspiración, pero Alexander refutó con fuerza y repreguntó a la diputada. Pensé que también le preguntaría a la ministra Mouynes sobre los supuestos manejos del poder, pero nos privó de ese espectáculo.

Esa misma tarde, se confirmó que la periodista Judy Meana había sido obligada a renunciar del cargo de gobernadora de la provincia de Panamá. Recordé que lo mismo le pasó a Rosario Turner, Inés Samudio, Sheyla Grajales y a Markova Concepción. Parece otro gesto de misoginia de un gobierno que usa a las mujeres como escudo y luego las descarta.

No conozco personalmente a Meana, pero sí conozco de primera mano su trabajo con algunos de los panameños más vulnerables, la población en estado de calle. En medio de la pandemia y enfrentando todos los riesgos, la exgobernadora atendió personalmente a estos panameños. En la calle, entre los olvidados ella es una rock star. El lunes por la noche hubo tristeza en asilos y albergues. Esa larga tarde de febrero demostró que nuestra clase política está hecha harapos, y que es muy difícil que con ellos logremos salir de las múltiples crisis que enfrenta el país.


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